En una mañana muy fría de Manhattan en noviembre de 1950, una patrulla de la policía de Nueva York se detuvo en la calle 42 cerca de Times Square, donde un vagabundo negro, yacía inconsciente acurrucado contra un edificio.

Era el cuerpo de uno de los mejores boxeadores de todos los tiempos.

Traslado a un dilapidado hospital de Staten Island, Alfonso Téofilo Brown, mejor conocido por su nombre en el cuadrilátero, Panamá Al Brown, se aferró a la vida durante seis meses antes de sucumbir de tuberculosis el 11 de abril de 1951.

Panama Al Brown vence a Eugene Criqui el 2 de abril de 1927 en Paris, Francia. Courtesy Bibliothèque nationale de France

Murió solo y sin un centavo. Pero la vida de Brown no siempre fue así.

Su vida triunfante y trágica es el tema del libro Black Ink de José Corpas, publicado en  2016, de ascendencia puertorriqueña y guatemalteca, ex boxeador nacido y criado en Brooklyn, que se convirtió en escritor de boxeo. Alrededor de 2010, Corpas decidió hacer una crónica de la vida de Brown porque sintió que su historia se había desinfectado con el tiempo.

‘’Black Ink’, un guiño al poeta francés Jean Cocteau, quien se refirió a Brown como “un poema en tinta negra”, es un testimonio de la ilustre carrera del boxeador centroamericano, cuya ofensiva fue tan grande como su defensa. El hombre de seis pies que se erigió y dominó a muchos de sus enemigos, pero no pudo vencer a su mayor oponente: el racismo.

Hijo de un hombre esclavizado emancipado de Tennessee que emigró a Panamá para escapar del Jim Crow South, Brown nació en la ciudad canal de Colón, Panamá en 1902. Armado con suprema habilidad de lucha, gracia y sueños de una vida mejor, Brown abordó un barco y se dirigió a Nueva York en junio de 1923.

Indocumentado, negro y gay, Brown luchó para salir de la pobreza e hizo historia como el primer campeón mundial latino de boxeo cuando reclamó la corona de peso gallo en 1928; fue despojado injustamente de su título un mes después de ganarlo. No se dio ninguna razón oficial, pero muchos creen que fue porque Brown era demasiado negro, demasiado gay, demasiado bueno o todo lo anterior. Peleando la mayor parte de su carrera en las 118 libras, volvió a ganar la corona de peso gallo en 1929 y acumuló un récord de carrera en el salón de la fama de 131-20-13 y 59 nocauts. Pero sin importar dónde Brown encontrara el éxito, le siguió siempre el racismo y la homofobia.

Panama Al Brown alrededor de 1927.Courtesy Bibliothèque nationale de France

Corpas es el autor de una historia clásica, inspiradora y oportuna que es convincente y que necesita ser contada. El racismo esperaba a Brown cuando puso un pie en Nueva York, la discriminación profundamente arraigada en el tejido de la vida en los EEUU. Este país no era, y en algunos casos todavía no lo es, un lugar tolerante cuando llegó Brown. Los inmigrantes usaron sus nombres en inglés y abandonaron sus costumbres con la esperanza de encajar. A pesar de todas las oportunidades que les aguardaban, los EEUU era un lugar cruel para aquellos que eran marginados. Pero para muchos afrolatinos como Brown, cuyo mantra se convirtió en “Si sabes pelear te pagan; si no sabes te pegan”, la inmigración era la única opción cruel. Cien años después, miles de inmigrantes latinos y negros aún continúan su camino hacia la frontera estadounidense en busca de una vida mejor.

Pero al igual que su padre antes que él, Brown pronto se encontró buscando refugio en otro lugar. Despreciado e incapaz de asegurar peleas significativas, Brown navegó a Europa. Como resultado, el exiliado pasaría la mayor parte de su tiempo luchando contra contendientes menos conocidos en Europa, específicamente en Francia, Italia, España, Gran Bretaña y Noruega.

Fue allí en Europa —después de perder su título en 1935 ante el español Baltasar Sangchili y quedar paralizado por su adicción a la heroína y el alcohol— donde Brown desarrolló una relación con el poeta francés Jean Cocteau.

Los dos se involucraron tanto profesional como románticamente, y Cocteau convenció al desmoralizado y nervioso Brown de dar una última oportunidad al boxeo y reclamar su título. Como lo escribe Corpas, lo que sucedería durante los próximos dos años fue «uno de, si no el más, sorprendente regreso en la historia del boxeo…»

Cocteau, que no tenía experiencia en el boxeo, se convirtió en el manejador de Brown y ayudó al boxeador a dejar la pipa de opio antes de regresar al cuadrilátero.

Portada del libro Black Ink, de José Corpas.

En 1937, obtuvo cinco victorias consecutivas antes de enfrentarse a su antiguo enemigo y campeón Sangchili el 4 de marzo de 1938 en París. Apenas capaz de terminar la pelea, fue declarado ganador y una vez más fue el campeón mundial de peso gallo. Su redención de boxeo fue completa.

Brown finalmente se retiró en 1942, después de evitar con éxito ser noqueado a lo largo de su larga carrera histórica. Pero un final de cuento de hadas para su propia historia no iba a ser así.

Con exquisito detalle, Corpas narra cómo Brown fue incluido en la lista negra de la comunidad y lugares de boxeo más aclamados de Nueva York, no por su habilidad para pelear, sino por su vida fuera del cuadrilátero. Black Ink ofrece información a menudo oculta y tabú con vívidos detalles de uno de los boxeadores de peso gallo más talentosos del mundo y de todos los tiempos. Secretos que van desde ser explotados por el depredador gerente estadounidense Dave Lumiansky, hasta los viciosos insultos raciales y homofóbicos que escuchó mientras practicaba su oficio como pugilista.

Y gracias a Corpas, estos secretos están viendo la luz.

Para conocer más sobre el trabajo de Corpas, sígalo en Twitter: @CorpasWriter.