La demanda derechista de la intervención de los EEUU en Cuba es una continuación de su legado imperialista mediante un embargo de 62 años, sanciones, intentos de golpe financiados y campañas políticas contra el gobierno cubano.

Citando la escasez de alimentos, la falta de acceso a atención médica y el manejo de la COVID-19 de su gobierno, las protestas cubanas en su contra comenzaron a principios de julio, pidiendo la renuncia del presidente Miguel Díaz-Canal, protestas apoyadas en gran medida por conservadores de derecha, como Marco Rubio y Ted Cruz, que condenan al gobierno comunista de Cuba.

El alcalde republicano de Miami, Francis Suárez, pidió un ataque aéreo contra el gobierno cubano en una entrevista con Fox News, exigiendo una «coalición de potencial acción militar en Cuba». Inherente a esta condena derechista del gobierno cubano está la idea de que la intervención de los EEUU traerá cambios a las condiciones que provocaron dichas protestas. Pero este país ha contribuido directamente a las condiciones sobre las que los manifestantes están llamando la atención, interviniendo en Cuba a través de un embargo de más de 60 años, cientos de sanciones y un legado de imperialismo de cien años.

Nancy Robles se dirige a la multitud reunida en San Francisco el 25 de julio, quienes demandan el fin al embargo de los EEUU a Cuba. Photo: James Wyatt

El 20 de julio Marco Rubio proclamó ante el Senado: “Sólo hay un bloqueo en Cuba y es el bloqueo que el régimen le ha impuesto a su pueblo”, en referencia al embargo comercial. Establecido en el apogeo de la Guerra Fría durante la administración Kennedy para socavar la Cuba comunista, el embargo de 1962 impide a empresas estadounidenses involucrarse en el comercio con Cuba. Este bloqueo, contrario al punto de Rubio, ha sido impuesto con la esperanza de socavar al gobierno comunista de Cuba después de la revolución de 1959, encabezada por el Che Guevara y Fidel Castro.

Antes del embargo, los EEUU tenían una historia de más de 120 años de intervención en Cuba, sobre todo a través de la Enmienda Platt de 1901, la cual estipulaba que para que las tropas estadounidenses se retiraran de Cuba después de la Guerra Hispano-Estadounidense, la isla tendría que aceptar varias condiciones que garantizarían el poder de los EEUU para intervenir en los asuntos, la economía y el gobierno cubanos en cualquier momento. Si bien Rubio argumenta que el gobierno cubano ha impuesto un bloqueo de bienes y servicios a su pueblo, no aborda el legado de larga data del control de este país sobre el acceso de Cuba a dichos bienes y servicios.

Por vigésimo noveno año consecutivo, la ONU votó 184 a 2 a favor de poner fin al embargo a Cuba, y solo los EEUU e Israel votaron en contra. Varios representantes se pronunciaron en contra del bloqueo, citando su impedimento para el acceso a Internet de los cubanos, los profundos impactos financieros para Cuba que suman casi $9 mil millones y la imposibilidad de acceder a suministros médicos y vacunas. Si bien políticos de derecha como Rubio afirman que el embargo no tiene nada que ver con las disparidades observadas en Cuba, la restricción de bienes a la isla durante una pandemia global seguramente debe ser un bloqueo que el régimen estadounidense ha impuesto al pueblo cubano, no el régimen cubano sobre su pueblo. Mientras los manifestantes en Cuba están llamando la atención sobre estas disparidades, los políticos de derecha están aprovechando este momento para instar a una mayor intervención, cuando es la intervención de los EEUU, respaldada por más de 184 países, la que ha exacerbado aún más estas disparidades.

Un peatón reacciona cuando ve la bandera que ondea y sostiene Livan Montoya en San Francisco el 25 de julio de 2021.Photo: James Wyatt

La retórica de la derecha de que la intervención traerá la liberación a Cuba, como la arrojó Marco Rubio, habla de los marcos imperialistas en los que opera. Esta idea de que los EEUU traería un cambio significativo a otra nación lo postula como una entidad benévola enfocada en traer libertad e igualdad, anunciando su modelo nacional como un estándar humano. Entonces, la pregunta que se debe hacer es: ¿es los EEUU un estado benevolente realmente comprometido con los derechos humanos para todos? Este país tiene alrededor del 22 por ciento de la población carcelaria mundial, pero solo el 4.4 por ciento de la población general del mundo, una desigualdad de riqueza extrema, ya que el 1 por ciento superior tiene 6 veces más riqueza que el 50 por ciento inferior, no hay atención médica universal y su creación como nación es invertido en los legados de la esclavitud y el genocidio. Teniendo en cuenta su propia necesidad de abordar el racismo sistémico, la desigualdad de riqueza, el complejo industrial-carcelario, el complejo industrial-militar, la falta de atención médica accesible y más, no tiene derecho a intervenir en ninguna nación sobre la base de la moral, especialmente considerando su legado de intervención en Cuba, exacerbado por el bloqueo.

Dado que las comunidades de color marginadas todavía luchan contra el racismo sistémico, a medida que aumenta la desigualdad de la riqueza, ¿cómo puede los EEUU traer “estabilidad” a otra nación? Los legados del imperialismo estadounidense y la intervención en países como Vietnam, Filipinas, las Islas Samoa, las Islas Vírgenes, El Salvador, Guatemala, Haití y más, han llevado a una desestabilización extrema que ha causado devastadores impactos económicos y sociales. Su mano en las sanciones y el embargo insinúa que el imperio estadounidense debe tener un lugar en la lucha por un cambio significativo en Cuba, incrustado en el legado del anticomunismo y la retórica capitalista. 

Esto no quiere decir que se deba conceder al gobierno cubano la libertad de rendir cuentas de las disparidades sobre las que el pueblo cubano está llamando la atención. Cualquier grupo de personas debe tener derecho a enfrentarse a su gobierno cuando éste no les sirva, especialmente en el apogeo de la pandemia de COVID-19. Sin embargo, la afirmación que hace el imperialismo estadounidense es que debe involucrarse en los asuntos cubanos para lograr la estabilización, postulándose como una nación benevolente y utópica con ideales que otras naciones deberían emular, en lugar de una fuerza imperialista con intereses capitalistas históricos.