Ilustración cortesía: Max Feito

En los últimos dos meses, se han producido protestas masivas y militantes contra la ideología neoliberal y su aparato económico en varios países del mundo. Especialmente en países latinoamericanos.

Las luchas aparentemente eternas de los pueblos originarios de muchos países por la autodeterminación o la simple supervivencia, están claramente vinculadas a la lucha contra el neoliberalismo. En medio de batallas campales, se están forjando nuevas y necesarias alianzas

En contraparte, los gobiernos están respondiendo con la supresión casi instantánea de las libertades civiles y el uso de sus fuerzas represivas, ya sean militares o policiales. Se muestran abiertamente algunas actitudes desagradables, racistas y clasistas.

Cubren una amplia gama, con ejemplos del reciente golpe de estado en Bolivia, donde se les dice a los indígenas bolivianos ‘¡Regresa a las montañas! ¡No perteneces en la ciudad!’. O el rechazo claramente clasista (por parte de miembros de las clases altas chilenas) de los manifestantes antigubernamentales, definiéndolos como un grupo de ‘rotos’, que es un eufemismo peyorativo para los pobres o pisoteados.

Pero no solo los indígenas o los más oprimidos participan en la lucha.

Otro epítetos utilizados contra los manifestantes son ‘vándalos’ o ‘ladrones’, porque las protestas generalizadas han afectado claramente el valor más importante del ideal económico neoliberal: la propiedad privada.

Dado que casi todo en un sistema económico neoliberal tiene como objetivo estar bajo control privado, desde los bancos hasta los sistemas de educación y salud… incluso el agua (el caso de Chile), hay mucho contra lo que protestar.

Se deben hacer y responder preguntas: ¿Quiénes son los ladrones más grandes? ¿Quiénes son los verdaderos vándalos? ¿Quiénes son los defensores de los sistemas que benefician a unos pocos en lugar del porcentaje mucho mayor de la población? ¿Quiénes son los verdaderos promotores de la violencia en esos países? ¿No solo la violencia física, sino también la violencia económica y mental? ¿Por qué toda esta violencia vieja y fea contra nuestros pueblos indígenas?

En mi opinión, la violencia siempre ha sido perpetrada por quienes tradicionalmente han estado a cargo en Latinoamérica. Con una fuerte dosis de ayuda de su ‘Tío’ al norte.

Por ejemplo, en Chile, el gobierno del socialista democráticamente electo, Salvador Allende, solo duró tres años. Fue derrocado violentamente en 1973. Compare eso con 200 años de un control casi total por parte de las clases altas. El gobierno de Allende fue boicoteado violentamente incluso antes de que fuera nombrado oficialmente presidente. Ayudado, por supuesto, por ese tío de los EEUU, y todas las herramientas utilizadas tradicionalmente por este país para reclamar el continente para sí mismo.

Henry Kissinger, entonces Secretario de Estado de los EEUU, dijo infamemente: “No veo por qué debemos esperar y ver a un país hacerse comunista debido a la irresponsabilidad de su propia gente”. En la opinión imperialista de Kissinger, esas personas tenían que ser ‘protegidas’ de sí mismas y de sus desaconsejados deseos de libertad y autodependencia.

Por supuesto, aún más urgente, las muchas riquezas que los países latinoamericanos tienen para ofrecer, como cobre, zinc, oro, plata, petróleo, litio, aguacates, agua… tuvieron que ser protegidas. Protegidas para los especuladores. Los especuladores nacionales e internacionales. Los EEUU siempre han ‘protegido’ a los gobiernos más triste y tradicionalmente subordinados de América Latina.

Los han ‘Protegido’ del deseo de sus propios pueblos, esas mayorías ‘irresponsables’ que sueñan con una independencia real, con libertades reales. Protegerlos para beneficio de los EEUU, porque la sagrada ‘forma de vida’ estadounidense depende en gran medida de la explotación de otros países.

Hoy, existe una clara, quizás necesaria, agudización de los conflictos que tienen lugar en Latinoamérica hoy, que podría describirse con cuatro temibles palabras: una lucha de clases. ¿Quizás los EEUU también está experimentando ese fenómeno?

En este país, y en la mayor parte de América Latina, los gobiernos están controlados, económica y militarmente, por un pequeño porcentaje de la población. Este siempre ha sido el caso en todo el continente. Las pocas veces que los países han intentado marcar una ruta diferente, han sido detenidos inmediata y violentamente.

La lista es larga. El ejemplo más reciente es Bolivia, cuyo primer presidente indígena, Evo Morales, fue reemplazado recientemente mediante un golpe militar. Quienes promovieron el golpe contra Evo Morales lo acusan de imponerse en Bolivia con “maniobras electorales fraudulentas”. Ya había cumplido 13 años, afirmaron indignados. ¿Puede imaginárselo? 500 años de colonización contra 13 años del gobierno indígena de Morales.

¿Quizás los que expulsaron a Morales odiaban que estuviera trabajando duro para redistribuir la riqueza en Bolivia? ¿O simplemente lo odiaron porque fue el primer presidente indígena? ¿De la misma manera que a muchas personas les molesta el hecho de que Barack Obama se convirtiera en el primer presidente negro en los EEUU?

Uno de los líderes del golpe, Luis Fernando ‘Macho’ Camacho, al ingresar al Palacio Presidencial, se arrodilló ante la bandera boliviana y colocó una biblia encima. Uno de los partidarios de Camacho declaró: “La Biblia está volviendo al Palacio de Gobierno. Pachamama nunca volverá. Hoy Cristo regresa al Palacio de Gobierno. Bolivia es para Cristo”.

Ilustración: Gus Reyes

Pero los ‘rotos’ y los ‘mestizos’ de la clase trabajadora de Chile no parecen estar listos para regresar a sus modestas viviendas y seguir siendo abusados. El pueblo mapuche, los habitantes originales de Chile, están haciendo un punto muy válido para aquellas masas que ahora están sufriendo la terrible represión del gobierno: “¡Ahora puedes ver lo que hemos sufrido todo el tiempo!”

Podemos verlo y sentirlo. No solo en Chile, sino también en Bolivia, Ecuador, Colombia, Brasil. La gente siente la represión… pero también se siente fortalecida por las respuestas militantes a los gobiernos abusadores.

Y no son los pueblos los verdaderos vándalos.