Bajo un cielo gris y nublado, miles de personas marcharon por el Distrito Misión de San Francisco la tarde del lunes 9 de junio, en protesta por el reciente aumento de arrestos del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) en California y la represión migratoria más amplia del gobierno de Trump.
La marcha del lunes culminó una jornada de acciones en toda la ciudad, donde integrantes de la comunidad denunciaron la imposición de nuevas prohibiciones de viaje, el arresto del líder sindical David Huerta y los inminentes recortes al Medicaid durante dos manifestaciones previas realizadas en el centro.
Para las 6:00 p. m., manifestantes habían llenado las dos explanada del BART de la calle 24, extendiéndose hasta la intersección de las calles Misión y 24. Al caer la noche, líderes locales instaron a la multitud a mantener San Francisco como una ciudad santuario donde «ICE no sea bienvenido».
«Cuando las leyes criminalizan a las personas que ejercen sus derechos constitucionales, es nuestro deber oponernos a ellas», dijo la supervisora del Distrito 9, Jackie Fielder y continuó: “Cuando el gobierno se vuelve contra su propio pueblo, es responsabilidad del pueblo recordarle a quién sirve. Ningún ser humano es ilegal, ninguna familia es desechable. No cederemos, solo haremos más ruido”.
Fielder también hizo referencia a las recientes protestas en Los Ángeles, donde miles de personas se han manifestado en los últimos tres días en respuesta a las redadas masivas del ICE. Los enfrentamientos con la policía y algunos actos de vandalismo aislados han resultado en cientos de arrestos, y el despliegue de tropas de la Guardia Nacional y la Infantería de Marina, una decisión tomada por el gobierno federal repudiada por líderes políticos de todo California. El domingo 8 de junio, durante una protesta solidaria en San Francisco, más de 150 personas fueron arrestadas tras un enfrentamiento entre la policía y los manifestantes.
A lo largo del día, las autoridades municipales parecieron prepararse para una repetición de los disturbios de la noche anterior. Horas antes de la marcha, el alcalde Daniel Lurie publicó en Instagram el reafirmar la condición de ciudad santuario de San Francisco y apoyar el derecho a protestar pacíficamente, a la vez que establecía una postura firme contra la violencia y el vandalismo.
Alrededor del mediodía, la policía retiró la camioneta de comando móvil que había estado estacionada en las calles 16 y Misión durante meses. Para cuando las personas manifestantes pasaron, la zona ya había sido despejada. En la concentración, organizadores comunitarios enfatizaron que la protesta no pretendía ser un punto de conflicto, sino un llamado a la acción colectiva.
A pesar de estas preocupaciones, la protesta del lunes por la noche prevaleció en tono pacífico. Familias, jóvenes y activistas comunitarios de larga trayectoria marcharon en unión, ondeando banderas latinoamericanas y de otras naciones, y sosteniendo carteles denunciando las deportaciones. Una mujer quemó salvia ceremonial. Mientras la multitud avanzaba por el vecindario, algunos individuos enmascarados pintaron paredes y paradas de autobús con grafitis como «Al diablo con ICE», pero fueron ignorados por la mayoría.
A medida que la marcha avanzaba por la calle Misión, personas trabajadoras de restaurantes salieron a observar, algunas grabando la manifestación con sus teléfonos, mientras algunas familias ondeaban banderas mexicanas desde sus balcones, animando a los manifestantes.
Cerca de la calle 21 y Misión, Elías, de 52 años de edad, estaba afuera de un bar con dos amigos, llorando mientras recordaba el momento: «Me alegra mucho ver a todos los que vinieron a marchar», dijo. «No todos podemos. Si nos arrestaran, nos deportarían a México».
La marcha continuó desde la calle 16 y Misión, girando hacia la calle Valencia, donde los manifestantes se encontraron con una mayor presencia policial y barricadas. Aunque algunos individuos se mostraron hostiles, la tensión no aumentó. Las personas manifestantes siguieron hacia el sur, regresando finalmente, al punto de partida, en la calle 24. Al anochecer, tocaron tambores, corearon y se animaron mutuamente a seguir luchando.
«Vinimos aquí por nuestras familias», dijo Lluvia Román, quien asistió a la protesta con su hija pequeña Isabella y su pequeño cachorro, acurrucado en una bolsa. «Tu estatus ya no importa. Cualquiera puede venir y llevarte. Hay mucho odio contra nuestra comunidad y somos vulnerables». La mayoría de la gente comenzó a dispersarse a medida que avanzaba la noche, pero un grupo más pequeño se separó y se dirigió al Centro Cívico. En el camino, algunos participantes rompieron ventanas en la calle Market, lo que provocó decenas de arrestos. El alcalde Lurie abordó el vandalismo en una publicación, aunque también reconoció el tono mayormente tranquilo de la manifestación anterior.