Esta Noche, Trocerdo Transfer, Lexington, Universe, Pendulum: pronunciar estos nombres de lugares cerrados entre círculos queer en San Francisco es destapar la historia de una vida nocturna histórica que comenzó a menguar antes de la llegada del COVID-19.

Entre más lugares queer desaparecen, el ex alumno de la SF State, D’Arcy Drollinger, propietario del club nocturno y cabaret Oasis, se encuentra entre los que se han convertido en administradores de facto tanto del mito del pasado de la vida nocturna, como de los encargados de preservar su futuro. Sin ellos, el tapiz de la cultura queer de San Francisco podría perder más de lo que ha perdido en las últimas décadas. De 1960 a 1980, decenas de estos lugares se encontraban distribuidos desde la playa Ocean hasta los muelles. En la actualidad, están relegados en gran medida a los barrios Castro y SOMA, una erosión a su cultura y presencia dentro de una ciudad conocida en todo el mundo como la meca gay.

(De izquierda a derecha) D’Arcy Drollinger, propietario de Oasis y Elsa Touche, una drag-queen local, organizan el Teletón Oasis el sábado 6 de marzo de 2021, para ayudar a que el club no cierre. La meta a alcanzar era de $200 mil dólares.Photo: Emily Curiel / Golden Gate Xpress

Para Drollinger, la esperanza era mantener viva la escena más allá de la última llamada de la pandemia, razón por la cual Oasis organizó un evento de recaudación de fondos el sábado para apuntalar las crecientes pérdidas financieras. Recaudó más de $250 mil dólares, más del doble de la meta original. Fue una gran victoria que ayudará a su propietario a mantenerse a flote hasta que haya más alivio financiero disponible.

“Me cuesta alrededor de mil dólares por día para que el club [Oasis] exista cerrado”, dijo Drollinger. “Sé que otros lugares tienen facturas similares que pagar”.

A diferencia de Oasis, un lugar que tiene la ventaja de una plataforma de medios digitales cargada con contenido que puede transmitir directamente a sus clientes, así como un equipo de producción voluntario, hay lugares más pequeños que deben aguantarse mientras esperan los trámites burocráticos para liberar fondos de ayuda.

Oasis se encuentra entre los lugares que solicitaron y recibieron asistencia a nivel federal y estatal, pero esos recursos solo fueron suficientes para pasar los primeros meses de la pandemia. A medida que se dispone de más fondos, su dueño dijo que los desafíos persisten dentro de los programas de ayuda, lo que ralentiza aún más el proceso.

En un caso, a este club nocturno se le negó una subvención de California de $25 mil dólares. En otro programa de ayuda, donde “el dinero ya viene”, Drollinger dijo que no se han decidido los detalles de la asignación: “Estamos todos sentados aquí, en este limbo, esperando”.

La ironía de los dueños de clubes y bares esperando en la fila para poder entrar no se le escapa al ex alumno de la SF State, Alfredo Kuri De Labra, quien compartió sus escapadas universitarias fuera del campus a principios de la década de 2000, cuando aún existían lugares como Esta Noche, Lexington y Pendulum.

A De Labra, fanático de los lugares que atienden a personas queer de color, no le importaba “tanto esperar en la fila como encontrar un amigo con quien hacer cola”. Hoy lamenta su ausencia del distrito Castro: “Donde solía estar la gente de color es donde me gustaba ir. Siento que los lugares que atendían a las personas de color desaparecieron. Creo que es por eso que estoy tan desconectado en este momento, porque los lugares a los que solía ir ya no existen”.

Con la nueva disposición, Martuni’s únicamente está autorizado a vender bebidas alcohólicas, más no a prepararlas. Para proporcionar a la clientela la experiencia completa, tendrían que vender comida. En este momento, solo tiene una opción llamada ‘Elige tu veneno’, donde los clientes seleccionan lo que desean y mezclan su bebida por su cuenta. Photo: Emily Curiel / Golden Gate Xpress

Según un mapa creado por el reportero del área de la bahía Richard Walters, docenas de lugares han sido devorados por el tiempo. Un estudio realizado por Greggor Mattson, profesor de sociología en el colegio Oberlin, mostró que hasta el 37% de los bares gay en los EEUU cerraron entre 2007 y 2019.

Scott Peterson, gerente del bar The Powerhouse en SOMA, dijo que el cierre más impactante en la memoria reciente es el bar queer más antiguo de San Francisco: The Stud, que cerró en el verano de 2020.

Para Peterson, la salud de la vida nocturna queer en su vecindario es interdependiente con los lugares. En un momento, SOMA fue el hogar de una mezcla de bares de cuero, clubes de baile y clubes de sexo. Los cambios en las normas como las del estudio de Mattson, pero más fuertemente la pandemia, han contribuido a un fuerte declive que es “más evidente” para Peterson en su distrito.

“El [cierre] de los lugares de sexo ha afectado negativamente a Powerhouse”, dijo Peterson. “Si The Stud tenía una línea, eso era bueno para Powerhouse. Si Powerhouse tenía una línea, eso era bueno para Hole in the Wall. Todo estaba funcionando en conjunto”.

Según Peterson, el estado de la vida nocturna queer sigue cambiando. Hasta que no se logre la “vacunación en todo el mundo”, seguirá siendo difícil encontrar algo cercano a una etapa pre pandemia: “Está en el aire ahora mismo, ¿no? Todos somos restaurantes. Ya no somos bares de cruceros. [La pandemia] lo ha cambiado todo”, dijo.

“Donde solía estar la gente de color es donde me gustaba ir. Siento que los lugares que atendían a las personas de color desaparecieron. Creo que es por eso que estoy tan desconectado en este momento, porque los lugares a los que solía ir ya no existen”.

Alfredo Kuri De Labra

José Guevara, un cantinero de Powerhouse, dijo que el cambio también está en la mente de los clientes a quienes ha visto recientemente. El consenso de las multitudes a las que ha estado atendiendo desde que se levantaron las restricciones para comer al aire libre es que están listas para animar al SOMA una vez más: “La gente quiere salir. Quieren volver. Quieren pasar el rato”, dijo.

Guevara lamentó el cierre de The Stud. Las paredes icónicas que fueron pintadas con el calendario del zodíaco en sus inicios en 1966 han visto a visitantes como la senadora Dianne Feinstein, ex alcaldesa de la ciudad. Para él, la historia estaba literalmente pintada: “El edificio y el arte tenían valor histórico, y simplemente lo pintaron, lo blanquearon. Esa es la mayor vergüenza”.

Aun así, delegados como Drollinger, Peterson y Guevara, que se encuentran entre los que están en la primera línea de la lucha para evitar que la vida nocturna queer se pierda, son optimistas de que las cosas están cambiando. Para ellos, ni siquiera está cerca de la última llamada.

“Va a mejorar”, dijo Peterson. “Tenemos que saltar aros hasta que todos se vacunen. Veo que el horizonte se vuelve más brillante. Seamos optimistas y esperemos lo mejor”.