El código de conducta cuelga cerca de la entrada al espacio de la organización. Photo By Alex Emslie

A pesar de una disminución del 50 por ciento en homicidios durante los últimos tres años en San Francisco, incidentes de violencia y homicidio continúan sin cambios en varias de las “zonas calientes” de la ciudad, definidas así por el Departamento Policíaco de San Francisco (SFPD por sus siglas en inglés).

Una de esas zonas es el distrito de la Misión, una colonia históricamente latina que ha cambiado drásticamente durante la década pasada. Conforme suben las rentas y los nuevos cafés frecuentados por jóvenes profesionales aparecen, las organizaciones de prevención contra la violencia, como Homies Organizando la Misión para Empoderar Jóvenes (HOMEY por sus siglas en inglés) están trabajando para mantener a los jóvenes alejados de las calles y fuera de las pandillas.

HOMEY se formó en 1999 y sirve a personas entre los 13 y 24 años de edad, la demografía más involucrada en el crimen callejero, según el Departamento de Niños, Jóvenes y Sus Familias (DCYF por sus siglas en inglés) de la ciudad.

El año pasado, HOMEY sirvió a 64 jóvenes, 12 de los cuales estaban en un programa intensivo de asistencia social que fue cerrado este año a causa de una pérdida de fondos de DCYF. En este momento, 20 jóvenes asisten a los programas de HOMEY regularmente.

La pérdida del programa de asistentes sociales pegó duro a la organización, y cuando el Director de HOMEY Roberto Alfaro habla de ello, la frustración en su voz es notable. Dijo que el programa de diez años de edad les permitió trabajar con los jóvenes en mayor riesgo, uno por uno, y que ya comenzaba ha producir resultados reales.

Alfaro creció en la vecindad y la ha visto cambiar. Dijo que los medios de comunicación principales, frecuentemente presentan a la Misión como una colonia “prometedora” con un “antecedente negativo”, lo cual el dice a veces es utilizado para referirse a “latinos” o “inmigrante.”
“Es una desgracia como tratan a estos jóvenes”, dijo.

Desde el asesinato de Anthony Bologna y dos de sus hijos en el 2008, el crimen por el cual el inmigrante salvadoreño Edwin Ramos está actualmente en juicio, Alfaro ha visto al público tomar una postura más severa contra los jóvenes en riesgo con los que trabaja.

“Lees los comentarios debajo de las historias en el LA Times y otras publicaciones, y la gente escribe ‘Deberían deportarlos a todos’, y un lenguaje muy derogatorio, racista, y puedes ver que tan criminalizados se han hecho los jóvenes”, dijo Alfaro. “Cuando vez a los jóvenes triunfar y convertirse en líderes, estamos salvando a nuestra comunidad una persona a la vez. Esto es trabajo de prevención de violencia. Esta es la parte con esperanza.”

¿Quienes son asesinados?
Según DCYF, 38 por ciento de las 98 víctimas de homicidio en 2008 eran menores de 25 años de edad, y el 94 por ciento de ellos habían abandonado la preparatoria antes de ser asesinados.

El homicidio es la causa principal de muerte para los San Franciscanos menores de 24 años, y la taza de homicidios de la ciudad (30 homicidios por cada 100.000 residentes) es casi doble del promedio estatal.

“La violencia es un asunto de salud pública y una epidemia silenciosa”, dijo Diana Oliva-Aroche, gerente de planeación y pólizas para la prevención e intervención de violencia en DCYF.

Según datos del censo estadounidense, los latinos forman el 15 por ciento de la población de San Francisco en 2010, y los afroamericanos forman menos del seis por ciento. Pero los dos grupos forman el 75 por ciento de las referencias al departamento de justicia juvenil, según DCYF.

Oliva-Aroche dijo que hay muchas razones por las cuales la violencia permanece atrincherada en algunas vecindades; pandillerismo multigeneracional, una economía callejera que ofrece una mejor alternativa a prospectos de trabajo legítimos, pobreza y abundancia de armas son algunas de ellas.

“Tienes que ver la trayectoria histórica de la violencia en estas vecindades”, dijo.

Miembros de HOMEY posan para una foto en su oficina en la calle Misión. Photo courtesy of HOMEY

¿Quién se une a las pandillas?
Alfaro dijo que no hay una causa monolítica por la cual la gente joven se une a las pandillas o son víctimas de violencia callejera, pero muchos de ellos estan lidiando con condiciones sociales generales- pobreza, inequidad, racismo institucional y hogares rotos – que hacen a ciertas poblaciones más suceptibles a la violencia callejera.

Daniel Mancia, de 29 años de edad, dijo que si no fuera por programas como HOMEY, el probablemente estaría en la prisión o muerto. Fue criado por su madre salvadoreña en Hunters Point y empezó a frecuentar las calles 24 y Misión cuando estaba en la secundaria. Para cuando tenía 13 años de edad, Mancia fue encarcelado en el sistema de justicia juvenil de San Francisco.

“Eso me dejó en un ciclo de puerta giratoria que fué muy difícil de romper”, dijo.

Los Mancia fueron una de muy pocas familias latinas en Hunters Points durante la mitad de la década de los noventas. Como salvadoreño americano de primera generación, quien creció con puertorriqueños y hablaba inglés como su segundo lenguaje, Mancia dijo que tuvo que defenderse en su colonia, así que aprendió a boxear en Ralph Park.

“Era peligroso en esos tiempos”, dijo. “La gente era asesinada a izquierda y derecha por mi casa. Como niño, me aterrorizaba estar ahí. Siempre escuchabas balazos y gente siendo balaceada. A veces eran conocidos.”

Cuando comenzó a asistir a la secundaria Horace Mann en la Misión, Mancia fue atraído por la camaradería y seguridad de su cuadrilla en la calle 24, muchos de los cuales estaban en pandillas.

“Nada podía sucedernos a ninguno de nosotros porque éramos así de sólidos y unidos”, dijo.

Mancia dijo que nunca fue oficialmente iniciado en ninguna pandilla, y nunca se hizo tatuajes.

“Cuando se trata de afiliaciones concretas, es muy difícil dejarlas, y tus seres queridos pueden estar en riesgo”, dijo Oliva-Aroche. “Pero creo que la gente puede alejarse de ese estilo de vida. Individuos pueden encontrar redención y convertirse en seres humanos mejores. Frecuentemente se convierten en los mejores catalistas de cambio en sus comunidades.”

Encontrando la Salida
Mancia ha trabajado con el Centro de Recursos Centroamericanos (CARECEN), un proveedor de servicios comunitarios basado en la Misión que defiende a los latinos e inmigrantes. Como parte de su enfoque en salud pública para construír una comunidad fuerte, CARECEN es hogar a uno de los pocos lugares donde ex-pandilleros pueden remover sus tatuajes con afiliación pandillerista, lo cual puede ser un proceso largo y costoso.

Vanessa Bohm coordina el programa de Eliminación de Tatuajes Segunda Oportunidad de CARECEN, el cual sirve a unos 150-200 clientes. Con la tecnología de CARECEN, remover un tatuaje puede tomar años de tratamientos, administrados cada seis semanas para permitir que sane la piel, dijo Bohm, y a veces el proceso se interrumpe por otros factores en las vidas de los clientes.

Dijo que la demanda por los servicios es mucho más grande de lo que CARECEN puede proveer.

Después de que varios de sus amigos fueron asesinados, y otros dos recibieran sentencias por crímenes que el no cree que hayan cometido,

Mancia decidió cambiar.
“Tuve una especie de epifanía, que mis amigos nunca regresarían a su hogar, y no quiero estar en una situación donde nunca pueda regresar a mi hogar”, dijo.

Mancia ahora es voluntario en HOMEY y otros programas de prevención de violencia juvenil ofreciendo alternativas a las calles. El está trabajando por un grado de asociado en City College de San Francisco.

“La educación me ayudó a crecer, y me ayudó a salir del agujero donde me había hundido”, escribió Mancia en un correo electrónico. “Es la razón por la que aún estoy vivo y libre.”

 

Miembros de HOMEY participan en la protesta de servicios de salud, vivienda y servicios públicos fuera del ayuntamiento el 27 de marzo. Photo courtesy of HOMEY

Reacción de Ramos
El utilizar a gente como Ramos para empujar una agenda política anti-inmigrante, solo incrementará la violencia callejera, dijo Alfaro.

“Severa ejecución de medidas anti-inmigrantes en las calles, inevitablemente causará un volumen más alto de violencia callejera”, dijo, y Oliva-Aroche está de acuerdo.

“¿Sucedió el caso Ramos porque fuimos relajados con la inmigración? No”, dijo. “El crimen armado y la violencia callejera comenzó aquí y ha migrado al sur. La violencia trasciende fronteras.”

Mejor, Alfaro, Oliva-Aroche y Bohm dijeron que aumentar el acceso a servicios para inmigrantes indocumentados afectaría la violencia callejera de la ciudad positivamente.

“Esto es real para mí. Si podemos ayudar a los jóvenes a obtener una visa, yo podría encontrar un montón de trabajos para estos jóvenes. Eso ayudaría mucho”, dijo. “No se pone suficiente énfasis en las cosas positivas que hacen los inmigrantes y los inmigrantes indocumentados.”

CARECEN también ha perdido fondos durante los últimos años, dijo Bohm, y los recortes han impactado el trabajo de prevención de violencia juvenil de la organización.

DCYF recibió 139 peticiones de fondos, alcanzando un total cercano a los $35 millones en su última ronda de subvenciones, dijo Oliva-Aroche, pero el departamento solo tiene $15,5 millones para distribuír. DCYF condujo 31 entrevistas y ocho sesiones de comentario comunitario antes del proceso de subvención para identificar prioridades que mas afectarían a los re-ofensores, dijo Olivia-Aroche.

“Si se le da a la gente un empleo legítimo y se les dá hogar estable, ellos pueden levantar la economía, tener más recursos y estar mas lejos de la línea de la pobreza”, dijo Bohm. “Y veríamos una gran reducción en la actividad pandillerista.”

Bohm dijo que los cambios a la póliza de santuario de la ciudad, en vista del caso Ramos no hacen nada por la seguridad y traicionan la importante confianza entre la aplicación de la ley y las comunidades inmigrantes de San Francisco.

“Hay casos de violencia doméstica donde las mujeres son atacadas, lo reportan, y sufren las consecuencias”, dijo. “Esto no hace nada por la seguridad.”