George Zimmerman (I) disparó y mató a Trayvon Martin (D) en Sanford, Fla en 26 de febrero. Photo Courtesy www.wftv.com

El homicidio sin sentido de Trayvon Martin, y luego la puesta en libertad sin cargos del hombre responsable, ha puesto una luz deslumbrante a la rígida realidad de la continua desigualdad racial en el sistema judicial. Pero la mentalidad de multitud linchante de aquellos tratando de asesinar el carácter de Martin y desacreditar a la cultura negra (por medio de justificar al homicida de Martin, George Zimmerman) ilumina algo aún más insidioso que el racismo institucional: La obstinada y olvidadiza intolerancia de una cultura “Americana” que públicamente se enorgullece en la igualdad de oportunidades y la aceptación, mientras consagra la tóxica herencia del privilegio blanco.

Aquellos apresurándose a la defensa de Zimmerman—los que no sostienen opiniones políticas de supremacía blanca abiertamente—insisten que vivimos en una sociedad no racial. En su mundo, el Acto de Derechos Civiles de 1964 instantáneamente dió oportunidades iguales a todos, y cerraron el libro a cualquier tipo de discusión sobre la raza como un factor en la injusticia social. Y cualquiera que cuestionara esta verdad auto evidente, ellos creen, solo lo hace cínicamente y con fines de ganancias políticas. Este manera de ver al mundo completamente pasa por alto la realidad de lo que significa y ha significado históricamente el ser una minoría racial, particularmente un hombre negro, en los E.E.U.U.

Desde las atrocidades del comercio de esclavos y la sofocante indignidad de la era Jim Crow, hasta el Darwinismo social rompe comunidades de la “Revolución de Reagan” y la procediente caída de su fallida promesa, pocos grupos en la historia de esta nación han enfrentado tal hostilidad desnuda del establecimiento cultural como lo ha hecho la comunidad negra.

Todos estamos familiarizados con las imágenes de aquellos luchando por igualdad durante la “Era de Derechos Civiles”—los valientes rostros de aquellos que soportaron la ráfaga de las mangueras de incendios, golpeados con garrotes, mordidos por perros y disparados con rondas no-letales y letales por un sistema que dijo “no” a la igualdad de dignidad humana—¿pero y qué de aquellos que pelearon contra esto? ¿Qué sucedió a todos aquellos rostros blancos, enfurecidos de estas fotos no tan viejas? ¿A dónde se fueron todos, y como enseñaron a sus hijos a percibir a sus semejantes que no sean blancos?

No está de moda que la gente blanca reconozca su propia existencia cultural estos días, pero el hecho de que tomó un acto de fuerza militar para integrar nuestras escuelas públicas sugiere que muchos de ellos lo hicieron hace no mucho tiempo.

Quizá 1965 fue una especie de revelación, un profundo cambio en las actitudes de la cultura blanca hacia las minorías, como quisiera hacernos creer la narrativa post-racial. Para una persona blanca, no es necesariamente una proposición difícil de comprender; después de todo, elegimos a un presidente negro.

¿Pero ahora cómo explicar los letreros de protesta pintando a Obama con un hueso en su nariz, o en ropa estereotípica de pandillero, o caricaturas políticas con cultivos de sandía en la Casa Blanca? Un incidente en cuestión fue un correo electrónico distribuído por un oficial republicano del condado de Orange que incluía una foto de la cabeza de Obama puesta encima del cuerpo de un bebé chimpancé. La mujer responsable afirmó que nunca pensó en el hecho de que el presidente es mitad negro (probablemente porque no “ve color”), en su lugar manteniendo que era un comentario legítimo sobre el “carácter” del presidente y las “cuestiones rodeando el origen de su nacimiento.”

¿Cómo explican esto los post-racialistas? ¿Cómo explican lo que le sucedió a Trayvon Martin? Al afirmar que no ven a gente negra o gente blanca—solo a gente—muchos post-racialistas insisten que la sospecha hacia la gente negra (particularmente a los hombres jóvenes) es racionalmente defensible, citando estadísticas criminales categorizadas por raza para justificar la utilización de perfiles raciales en contra del hombres negros jóvenes.

Han criminalizado la cultura no-blanca (pero particularmente la negra), evidente en el caso de Martin. El intento de linchar el carácter de este joven está enraizado en feo doble estándar de comportamiento.

Criticismos reales sobre Martin, hechos por personas intentando justificar las acciones de Zimmerman en foros de comentarios por internet incluyen: el hecho de que escuchaba música rap y emulaba las modas y tendencias de aquellos asociados con esta; usaba la palabra “nigga” en su cuenta Twitter; probablemente fumaba marihuana y quizá no era un estudiante modelo. Por todas estas razones, aunadas con estadísticas criminales raciales (inexplicablemente citadas por aquellos afirmando ser ciegos al color), estamos destinados a desconfiar la noción de Martin como una víctima y verlo como una verdadera amenaza que Zimmerman tuvo que “neutralizar”. No sacar calificaciones perfectas, irse de pinta, e interesarse en marihuana no se consideran ofensas capitales, y el hecho de que tantas personas las presentan como tal en el caso de Martin por causa de su propio sinsabor, desconfianza y miedo hacia la cultura general de su gente, revela mucho sobre este país supuestamente post-racial.

Y a este punto, los apologistas de Zimmerman se han lavado las manos de esto. Sostienen que no estan en contra del color, sino de la cultura de la gente negra, y un común (y profundamente paternalista) rechazo de la muerte de Martin dice algo como, “la verdadera tragedia es la manera en que ellos se estan matando a ellos mismos.”

La oficina del censo predice que para el año 2050, 62 por ciento de los menores en este país serán minorías étnicas. La gente que ingenuamente se affera, o peor, cínicamente perpetuando el mito del post-racialismo solo van a hacer esta transición mas dolorosa para todos los involucrados.

Lo que se necesita, ahora más que nunca, es una franca e imparcial discusión sobre la raza no solo en lo que se refiere al pasado y presente, sino al futuro de este país. Es imposible no notal el color de piel o la apariencia de las personas que son diferentes a nosotros; nuestros cerebros por su misma naturaleza categorizan al mundo y todo en su interior, y esto incluye a las personas. Cuando diferentes culturas conviven, va a haber fricción – la gente dice y piensa cosas racistas – pero aunque no podemos controlar completamente nuestros pensamientos y emociones, podemos tomar responsabilidad por nuestras acciones y tratar de contrarrestar y retar nuestros proprios prejuicios culturales. Una sociedad donde las personas son juzgadas por “el contenido de su carácter y no por el color de su piel” es un digno ideal hacia el cual trabajar, pero no llegaremos a este fingiendo que no existe la raza y que no existe el privilegio racial. Al contrario, solo confrontando la insidiosa cultura del privilegio que aún divide a nuestra sociedad por líneas raciales podremos completamente dar la bienvenida a un futuro igualitario.