Una procesión de niños nicaragüenses vestidos como payasos en honor a Linder, un ávido malabarista que entretenía a los niños locales mientras trabajaba para traer electricidad a la aldea de San José de Bocay. Photo Nina Claire Menconi

Miembros del Movimiento Nicaragüense de Solidaridad, pasados y futuros, se reunieron en la tumba de Ben Linder el 8 de mayo, para marcar su fallecimiento y rededicarse a la causa de la igualdad y libertad para Nicaragua.

Cuando la revolución nicaragüense derrocó a la déspota dinastía Somoza en 1979, muchos internacionalistas e idealistas políticos izquierdistas en los EE.UU.—como Linder—vieron al Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) y al gobierno revolucionario que estableció, como un faro de esperanza en un país que desesperadamente la necesitaba.

Pero la administración del entonces presidente Ronald Reagan vió a los Sandinistas como una peligrosa incursión del comunismo soviético al hemisferio oeste y no perdió tiempo en dar instrucciones a la CIA de entrenar, armar y suministrar fuerzas Contra.

Nacido en California, Linder fue un ingeniero quien se mudó a Nicaragua en 1986 para ayudar a traer celebridad a la aldea de San José de Bocay. Mientras trabajaba en una presa hidroeléctrica, él y dos nicaragüenses fueron atacados for fuerzas Contra con una granada.

Linder y los otros dos hombres luego fueron ejecutados con balazos a la cabeza.

Linder y su muerte brutal a manos de asesinos entrenados por la CIA llamaron la atención de la prensa global e incrementaron tensiones para ciudadanos norteamericanos haciendo trabajo de solidaridad en Latinoamérica. Hasta éste día, su sacrificio se mantiene como símbolo de solidaridad internacional y el potencial costo de expresarse por la justicia social.