El pasado 18 de Marzo tuvo lugar la charla de cuatro activistas de Anmistía Internacional: Luis Perez, Lydia Cacho, Saul Hernandez, Magdaleno Rose-Avila. Photo Belén Manrique

Desde el pasado jueves 17 de marzo y hasta el domingo, más de 1.000 activistas de Amnistía Internacional USA (AIUSA) se reunieron en San Francisco para conmemorar los 50 años de trabajo de la organización en favor de los derechos humanos. Precisamente una de las más agresivas violaciones de estos derechos está teniendo lugar en México, donde en el último año 12.000 personas han sido asesinadas en las calles como consecuencia de la violencia ligada al narcotráfico y a las mafias. Es por ello que líderes activistas latinos celebraron una conferencia el pasado viernes en la que informaron a los ciudadanos estadounidenses de la grave situación mexicana y pidieron a los responsables que la clarifiquen.
“Si nos quedamos callados, los gobiernos pueden hacer cualquier cosa, y aunque nos pongamos en pie lo siguen haciendo. Nuestra victoria no es fácil”, reconocía Magdaleno Rose-Avila, uno de los oradores. Nacido en los EEU hijo de inmigrantes latinos, Rose-Avila comenzó a trabajar a los 11 años como campesino en Colorado. Fue la dura vida del campo la que le impulsó a dedicar su vida desde muy joven a la defensa de los derechos de los trabajadores. Así, llegó a convertirse en directivo de AIUSA y de la Fundación de César Chávez. En su intervención, denunció que el gobierno estadounidense, “que tanto habla de libertad”, está rechazando conceder asilo político a muchos activistas mexicanos que lo solicitan.
Secuestrada por denunciar redes de pederastía
Con la voz y la mirada afectadas por la emoción, la periodista mexicana y defensora de las mujeres Lydia Cacho comenzó su discurso anunciando que en los últimos meses ha perdido a tres amigas activistas en México. Llevaban años trabajando juntas contra la violación de los derechos de las mujeres y niñas en el país y habían conseguido muchos logros. Sin embargo, en esta ocasión sus compañeras pagaron con su vida el esfuerzo por defender la de sus iguales.
Hecho que parece no haber desalentado a Cacho, al contrario, su mirada irradia fuerza y sus palabras determinación y esperanza. Una esperanza probablemente más débil de la que le llevó a abrir en 2000 en Cancún el Centro Integral de Atención a las Mujeres (CIAM), para atender de forma especializada a las víctimas de la violencia doméstica y sexual.
En diciembre de 2005, tras la publicación de su libro “Los demonios del Edén”, en el cual denunciaba a la mafia de la pederastia en México con la connivencia del poder político, implicando entre otros, al empresario Kamel Nacif Borge, Lydia fue secuestrada en Cancún por agentes policiales y trasladada de manera ilegal al Estado de Puebla, por orden de su gobernador en aquel entonces, Mario Plutarco Marín. Tras el escándalo público que se originó fue puesta en libertad. Meses más tarde se descubrió que había sido Kamel Nacif quien había pedido al gobernador de Puebla la detención de Cacho. Hoy, su vida continua amenazada por el gobierno mexicano.
“En los últimos ocho meses las cosas han cambiado radicalmente en México, la situación es dramática. Más de 30.000 personas han sido asesinadas en medio de la guerra contra el narcotráfico. Estados Unidos tiene que despertarse y empezar a mirar a México”, eran las duras palabras de la periodista.
Cacho explicó que su país tiene un sistema de justicia penal fragmentado en el cual son los militares y policías quienes deciden quién va a la cárcel y quién no, quién es bueno o malo. “La población piensa que es justo matar a asesinos sin que pasen por un juicio”, criticó. Mientras, el Gobierno no tiene respeto a la sociedad y las personas que denuncian esta situación sufren una enorme agresión. “Se está construyendo una gran sociedad civil pero muy dolida y cansada”, afirmó. La activista exige al presidente Obama que clarifique su política con México, porque “está llevando un doble rasero”, así como se responsabilice de los 30.000 asesinatos, que “no son solo responsabilidad del Gobierno mexicano”.
En la conferencia se encontraba también el cantante y compositor mexicano Saúl Hernández. El que fuera vocalista de los grupos Caifanes y Jaguares quiso aprovechar el foro para pedirle al Gobierno de EEUU que no vea a México como “un patio trasero, como un chivo expiatorio. México es un país con muchas dificultades pero también con muchos logros”, aclaró. Hernández denunció el abismo existente en su país entre el gobierno y la sociedad. “Los gobernantes no saben quiénes somos ni con qué soñamos. Este abismo se debe cerrar”, reivindicó.
La educación como alternativa
Un cuarto ponente fue Luis Pérez, quien puso en la presentación de AIUSA la nota de ilusión en que una vida plena es posible para los mexicanos que emigran a los EEUU. Y es que este joven activista del Dream Act es el primer graduado indocumentado en la Escuela de Leyes de UCLA. Cuando tenía 8 años, su madre vendió sus juguetes para poder venir con él y tres hermanas más a California. “Cruzar la frontera sin papeles es algo que no se olvida”, relata Pérez. Como era indocumentado, durante sus años de instituto no se metió en pandillas para no tener problemas. “Mi alternativa fue la educación”, afirma.
El activista anima a los estudiantes en su misma situación a no cruzarse de brazos, porque “sus padres no les trajeron para hacer lo mismo que hacen ellos sino para que trabajen por sus derechos”. Por eso, les propone que se unan a los grupos que se han creado en las universidades para ayudar a los jóvenes sin papeles a acceder a una educación universitaria.