Votar es poder. Los que están en el poder lo saben y por eso decretaron leyes discriminatorias para evitar que las personas de color votaran, tales como pruebas de alfabetización en el sur. El poder elegir a aquellos que te gobiernan estimuló a muchas personas de color y a blancos progresistas a arriesgar sus vidas para pelear por el derecho a votar.

¿Estamos tan lejos de esos tiempos cuando votar era un privilegio de ricos, blancos y hombres? Piensen en los reportes noticieros sobre las pasadas décadas acerca de las casillas de votación en vecindarios pobres, plagados de problemas. ¿Recuerdan la controversia de la elección presidencial del 2000 que le dio a George W. Bush los 25 votos electorales de Florida, los suficientes para ganar la re-elección?

Aún así, escucho a varias personas progresistas diciendo que ellos no van a votar. Están frustrados, cansados de las falsas promesas de los candidatos, y creen que no importa.

Yo lo entiendo, pero también sé que cuando marco la boleta junto al nombre de una persona, estoy votando por algo más allá de la persona. Y ésa es la razón por la que voto, a pesar de las promesas sin realizar y los tratos detrás de las puertas.

Lo que los políticos dicen que harán y lo que realmente cumplen durante su período es solo una parte del trato. Es igualmente importante pensar en el legado que quedará atrás cuando dejen el puesto.

Por ejemplo, el Gobernador de California George Deukmejian (1983–1991), quien compensó a sus camaradas del agri-negocio por contribuir millones de dólares a su campaña con citas pro-crecimiento a la Junta de Arbitraje de California y otras comisiones. El resultado fueron décadas de destrucción a los derechos de los trabajadores del campo y uniones.

O vean el legado del Gobernador de California Ronald Reagan. Todos esos indigentes que circulan en las calles hoy en día son el diario recordatorio de los enormes recortes al presupuesto que Ronnie y su consorte asignado hizo a los servicios sociales, los cuales nunca han sido recuperados.

Así que yo voto para evitar que éstos enemigos de la gente obtengan puestos y evitar que asignen a personas que seguirán con los trabajos sucios por décadas después de que se van. Recuerda, ¡la justicia de la Corte Suprema es de por vida! Y sí, algunas veces votar es el menor de dos males.

Los candidatos son responsables del poder de la votación. Cuanto más reforcemos ese poder entre la gente de la clase trabajadora (y desempleada), serán más responsables.

En el mundo de hoy estamos peleando para revertir el movimiento hacia la derecha y voltear la dirección hacia leyes públicas que beneficien a la gente y a los negocios pequeños más que a los intereses del rico. Cada pulgada en esa dirección es mejor que una pulgada hacia el otro lado –una pulgada puede tomar años si no décadas para revertirla.

Así que los invito a ver más allá de las retóricas de campaña. Lean entre las líneas de la prensa corporativa, la cual –la mayor parte— prefiere cubrir las bufonadas de la contienda e ignorar su responsabilidad como vigilante que reporta con ojo crítico sobre las diferentes plataformas políticas ofrecidas. Lean medios progresistas. Investiguen sobre diferentes puestos locales, estatales y nacionales, para ver qué decisiones están en sus manos. Hablen con personas de opiniones similares. Piensen en lo que todo esto significa para el futuro. Y después voten por el candidato y las iniciativas que le ofrecen a la gente y al planeta la mejor oportunidad de tener una vida decente.

Y cuando los candidatos que eligieron no se mantienen por buen camino de acuerdo a las promesas de campaña, no se desanimen. Al contrario, vayan a las calles, hablen por teléfono o correo electrónico, utilicen los medios de comunicación para protestar. Tenemos el poder de cambiar el curso de las cosas y votar es una de las armas en nuestro arsenal.

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www.whitehouse.gov/briefing-room/nominations-and-appointments

—Traducción Cármen Ruiz