En el Día de los Muertos, lo que reina en el hogar de Macario no son calacas de azúcar ni pan dulce para sus hijos, o un guajalote para compartir toda la familia. Lo que reina es el hambre en un hogar donde ni los frijoles y la tortilla ajustan para dar de comer a todas las bocas en la mesa.

Es así que Macario, frustrado, decide no comer más, hasta que su mujer roba un pavo para regalárselo. Ya en el bosque, ni al diablo ni a dios se lo comparte, sin embargo sí a la muerte, quien manda a Macario por el camino del maligno con un agua bendita para curar al mundo.

Cuando “Macario” fue premiada como mejor película en el Festival de San Sebastián de 1959 y nominada al año siguiente al Óscar como mejor película extranjera, su director, Roberto Gavaldón, ya era un talento establecido dentro de una industria que venía honrándolo desde su opera prima “La Barraca” (1944), que recibió 10 Arieles, incluyendo el de mejor película y mejor director.

Los talentos del cinematógrafo Gabriel Figueroa y el director Roberto Gavaldón, figuras claves en la realización del exitoso y galardonado film “Macario”, florecieron en la denominada época de oro del cine mexicano, que se dio entre los años 1941 y 1945.

En un período de apenas cuatro años, debutaron decenas de nuevos directores—entre ellos Julio Bracho y Emilio “El Indio” Fernández—, se produjeron más de 250 películas y se afirmó un auténtico cuadro de estrellas: Cantinflas, Jorge Negrete, María Félix, Arturo de Córdoba, Dolores del Río y Pedro Armendáriz.

En esa misma época se fundó el Sindicato de Trabajadores de la Industria Cinematográfica (STPC) y la Academia Mexicana de Ciencias y Artes cinematográficas, que se encargaría de otorgar los premios Ariel en honor al mejor cine mexicano según su criterio.

En la tradición de las fábulas clásicas, “Macario” está llena de simbolismos y tiene un fuerte mensaje social, optando por momentos cómicos, irónicos y sobrios también, y es constante en la combinación del naturalismo y lo fantástico. Densamente visualizada en la fotografía de Gabriel Figueroa, su trama se desenvuelve de manera dramática y memorable, en parte por el excelente trabajo de sus actores — Ignacio López Tarso, Enrique Lucero y Pina Pellicer— y por un guión sabiamente elaborado.

Pero no todo fue elogio para “Macario”. La crítica mexicana la evaluó como un producto de exportación, una preciosa postal de un México digerible para el extranjero y un clásico exponente del estilo frío e insensible de Gavaldón.

El elogio por “Macario” en el extranjero, trajo cierto desprestigio por el cine de Gavaldón, que en la década anterior era de los directores más respetados en México.

Pero el trabajo de Gavaldón se revaloraría en el futuro, incluyendo “Macario”, que hoy en día es valorada por las mismas razones que fue criticado. Por la calidad de cine clásico que es, los soberbios claroscuros de Figueroa, las sublimas actuaciones de su reparto y el alto nivel de dirección que otorga Roberto Gavaldón.

“Macario” hoy día sigue siendo un icono del cine mexicano.

La película “Macario” será presentada de la mano del Colectivo Cinema Errante el próximo 4 de noviembre en sesión doble junto a “Misterios de ultratumba” (Fernando Méndez, México, 1958) en CineCave @ Lost Weekend, 1034 Valencia St. (@21st), San Francisco. Subtítulos en inglés.

Más información: www.cinemaerrante.wordpress.com

(Agustín Caballero)