Por Carlos Barón

Por más de 35 años, estuve inmerso en un lugar —generalmente— maravilloso. Un espacio para enseñar y aprender; un sitio en el cual diversas generaciones intercambiaron pensamientos y aspiraciones. Un entorno donde los jóvenes y los no tan jóvenes conversaban y sonreían, como debe ser. La atmósfera universitaria, en su mejor forma, es idílica. Casi irreal.

He escrito y hablado acerca de la jubilación y el ‘retorno’ a la vida fuera del campus universitario; sobre los desafíos que implica re ingresar a una atmósfera menos receptiva ‘del otro’, donde simples comunicaciones entre la gente se tornan más complicadas.

En la universidad, tuve cerca de noventa estudiantes por semestre. Algunos profesores más, otros, menos. Cada semestre era una nueva aventura, en la cual trataba que los estudiantes se sintieran cómodos, mientras ‘encontraban sus voces’’ para atreverse a crear.

Generalmente, creo que me escuchaban con respeto y que mi relación con ellos era de mutua satisfacción, a pesar de nuestras diferencias de edad.

Después de jubilarme, añadiendo años a mi bitácora, siento que he entrado a un nuevo y complicado capítulo en mi vida: ya no está la universidad ayudando a mi proceso creativo, ni los noventa estudiantes esperándome en una aula iluminada y cómoda.

He tenido que volver a encontrar mi sitio en la comunidad. Reinventar (o reclamar) mi poder creador fuera del ámbito universitario, a una edad que muchos llaman ‘avanzada’, ¡cuando mucho parece retroceder! Todo un nuevo desafío.

Ilustración: Bruno Ferreira

Recientemente, he conversado y me he reunido con algunos artistas amigos de más edad. Estoy especialmente interesado en intercambiar pensamientos y proyectos con hombres y mujeres en sus cincuenta, sesenta, setenta, ochenta y, con suerte, en sus noventa años de edad. No excluyo el hablar con los y las más jóvenes pero, por ahora, pienso que nosotros, los y las veteranos y veteranas necesitamos conectarnos y tratar de entender los desafíos que la edad avanzada representa.

Daré ejemplos de gente que, como anuncia el título de esta columna, fueron (o están) vivos y activos.

Una mujer, al cumplir los ochenta años de juventud (así solía decir) que, luego de una larga carrera como profesora de Educación Física, comienza a tomar clases de pintura y que, en poco tiempo, se vuelve una buena pintora. Hoy, su ejemplo me sigue alentando. Era mi madre.

Otro hombre, recién cumplidos sus ochenta años de edad, se sube a una motocicleta relativamente pequeña (“¡Ya no puedo usar mi Harley, compadre!¡Muy pesada!”) y, una vez más, atraviesa la cordillera de Los Andes, de Chile a Argentina, ida y vuelta. Es mi compadre René Castro, un reconocido artista chileno y ex director de Mission Gráfica en el Mission Cultural Center, que actualmente vive en Chile y de quien en 2023, el prestigioso Museo de Arte Contemporáneo de aquel país, ofrecerá una exposición exclusiva de su trabajo artístico. ¡Un veterano ocupado! ¡Vivo y activo!

Hace dos semanas, me maravillé de un septuagenario que puso en escena La Tempestad, de Shakespeare, en una adaptación de Peter Brook. ¡El hombre hizo las voces de los siete personajes! Algunos artistas jóvenes le rodeaban, de pie o sentados, tocando música de Bali, cantando, o solo pásandole agua, pues su voz se resentía del esfuerzo. Hablo de mi amigo y a veces colaborador Larry Reed, Maestro de Sombras. La presentación fue en la Plaza de Noe Valley, sobre la Calle 24. ¡Vivo y activo!

Ayer, llamé a la artista y activista cultural Lorraine García-Nakata, ex miembro del icónico grupo de artistas chicanos ‘La Real Fuerza Aérea Chicana’, de Sacramento, que me regaló una larga lista de sus presentes aventuras artísticas. Planeamos futuras colaboraciones. Lorraine también navega las aguas de ‘los Nuevos 50’, como nosotros, gente madura de más de setenta años llamamos a esa energía que nos surge en esta etapa de nuestras vidas. ¡Viva y activa!

Otro amigo, el guitarrista mexicano Francisco Ferrer, unos pocos años menor que los ya mencionados artistas maravilla (aunque no sea un ‘Pollito primaveral’) está ocupado organizando la grabación de varias de sus canciones originales. ¡Vivo y activo!

¿En mi caso? En un par de semanas iré a Veracruz, México, para el lanzamiento de mi primer libro de poesía. Una colaboración internacional con artistas de ese puerto mexicano… aunque ellos sean más jóvenes que yo, o que cualquiera de los artistas antes mencionados. El domingo 11 de diciembre, a las 4 de la tarde, mi libro será entregado (o vendido) en la librería Medicina para Pesadillas, ubicada en el 3036 de la calle 24, en San Francisco.

Con Francisco Ferrer, estamos ocupados imaginando la creación de un nuevo grupo. ¿Tal vez adivinen el nombre del grupo? ¡Así es! Igual que el título de esta columna: Vivos y Activos (Alive & Active). De hecho, el evento del 11 de diciembre, en la mencionada librería será el primero que organice el nuevo grupo Vivos y Activos.

Después de inaugurar ese grupo nos relacionaremos con gente más joven. De hecho, esa es tal vez una de las metas principales: armar un puente de creatividad entre diversas generaciones.

¡No nos olvidamos de ustedes, juventud! Nos necesitamos mutuamente.