Frank Espada, activista, fotógrafo y profesor, falleció la noche del 16 de febrero en el Seton Medical Center en Daly City, como consecuencia de una condición cardíaca. Tenía 83 años.
Se lo conocía sobre todo por su obra maestra La diáspora puertorriqueña. Fue el primer proyecto fotográfico documental en torno a la migración puertorriqueña en los EEUU. En 2009, la Biblioteca del Congreso compró una colección de 83 fotografías pertenecientes al proyecto.
Nacido en 1930 en Utuado, Puerto Rico, su familia se mudó a la ciudad de Nueva York cuando tenía nueve años de edad. La familia tuvo que luchar mucho para llegar a fin de mes. Espada escribió acerca de este período: “Yo nunca iba a ser un ‘boy scout’ porque el uniforme costaba $14”. Formó parte de la fuerza aérea y más tarde estudió en el Instituto de la Fotografía de Nueva York como parte del GI Bill. En 1952 se casó con su esposa, Marilyn.
Trabajó para un electricista durante una década para mantener a su familia. Al mismo tiempo, se involucró en el movimiento de los derechos civiles, y en 1967 comenzó a trabajar para el Proyecto para el Desarrollo de la Comunidad Puertorriqueña.

Documentó a su comunidad y sus luchas a través de sus fotografías durante dos décadas. En 1979 recibió una beca que le permitió viajar para trabajar en su sueño de toda la vida: La diáspora puertorriqueña.
Poco después se trasladó a San Francisco. Nuevo en la escena local de fotógrafos, Espada se acercó a El Tecolote; se formó un comité para ayudarle a organizar exposiciones en varios espacios, entre ellos el Centro Cultural de la Misión para las Artes Latinas (MCCLA), que acogió una gran exposición de sus fotografías.
“Era un maestro impresor… Nunca antes había visto imprimir de esa manera y nunca lo he visto después tampoco, para ser sincera”, dijo Linda Wilson, encargada de la colección fotográfica de El Tecolote, y quien formó parte del comité que ayudó Espada. “Él nunca se autodenominaba reportero gráfico, se consideraba a sí mismo documentalista”.
La diáspora puertorriqueña fue la culminación de todos los años de lucha por su comunidad que se extendió durante tres décadas, desde los años 60 hasta la década de los 80. En aquellos tiempos, los principales medios de comunicación se centraron mayormente en retratar a las minorías mediante una lente piadosa, pero Espada fue mucho más allá.
En 2009, declaró en una entrevista al New York Times: “No estaba pre-programado por algún editor ignorante para reiterar con más pruebas las vidas miserables que vivíamos… iba a ser un documento lo más amoroso que pude producir”.
Las fotos de Espada fueron las primeras en mostrar no sólo las luchas, sino que también las fortalezas, los talentos y las alegrías de ser boricua.
Le sobreviven su esposa Marilyn, sus hijos Martín y Jason, su hija Lisa, y su nieto Klemente.