Ligia Lima, miembra del Museo de los Musicos Invisibles, toca en las calles de Guatemala para rescatar la tradición del organo. Photo by Ramon Hernandez

“Mi Barrio Latino América” ​​consiste en una corta serie de artículos biográficos de las personas que Ramón Hernández y Karol Carranza están entrevistando a lo largo de sus viajes en América Central y México. Los artículos destacan las historias personales, las preocupaciones, opiniones y problemas en las palabras de los entrevistados.

Ligia Lima, Ciudad de Guatemala, Guatemala 2011.

En el pasado de Guatemala, los sonidos de los organillos callejeros llenaban el aire de lugares públicos como el Zoológico de la Aurora en la Zona 13 de la capital del país, el Templo de Minerva en el Hipódromo del Norte y el Parque Colón.

Pero a mediados de los 40’s, sin manos interesadas en darles cuerda, los organillos callejeros guardaron silencio.

Ligia Lima es un músico que trabaja en el Museo de Músicos Invisibles en la Ciudad de Guatemala y está dedicado a rescatar la tradición de la música de los órganos callejeros en Guatemala.
“Lo que estamos haciendo ahora es rescatar el órgano tocando en las calles y a través de nuestro trabajo en el Museo de los Músicos Invisibles”, dijo ella. “Germán Rodríguez construye y restora los órganos y yo toco de todo corazón”.

El museo también ayuda a restaurar y fabricar órganos para otros países que están dedicados a revivir y revitalizar su propia cultura de órganos callejeros.

El organillo callejero es una pipa pequeña operada por una manecilla que da rotación a los cilindros de madera que contienen las notas de la canción dentro del órgano. Lima dijo que se necesita mucha dedicación para crear estas melodías porque los cilindros que contienen cada canción llevan semanas y algunas veces meses para producirlos a mano.

“El organillo es un instrumento hecho completamente por artesanos, no hay ninguna parte eléctrica y sólo funciona físicamente al darle vuelta a la manecilla”, dijo ella.
Lima aprovechó la reciente restauración a un paso peatonal principal en Guatemala, el cual creó más espacio público abierto y de arte, y le dio la oportunidad de tocar el organillo para multitudes de peatones y la gente disfrutó escuchando la música que había desaparecido de la vida pública en Guatemala por muchos años.

Pero sus presentaciones no solo son para entretenimiento; Lima también está tratando de educar a la gente sobre la singular historia del organillo, la cual terminó proveyendo parte de la música ambiental de la vida pública de Guatemala, pero empezó como un entretenimiento para los jóvenes de la realeza Europea en 1502.

“Alemania fue el primer país en fabricarlos, Italia siguió mucho después en 1717. Sin embargo, solo los hijos de los reyes de Europa escuchaban el instrumental órgano; empezó como un juguete para ellos”, dijo Lima. “Finalmente llegó al público en 1880. En 1885, llegó a Guatemala, México y todas las Américas”.

Pero a pesar de su meta de educar a la gente sobre el organillo, aún le da mucha alegría y satisfacción solo ver a la gente que disfruta la música de los organillos.

“Amo la música, y amo trabajar con la gente y hacer sonreír a la gente. Personas que están tristes o preocupadas olvidan todo al escuchar el organillo, y mucha gente ama ese sentimiento de nostalgia causado por la música que nos transporta directamente al pasado”, dice Lima. “Los niños aplauden, bebes empiezan a aplaudir y bailar y no se quieren ir. Sin embargo, las personas grandes se deleitan en la música, recuerdan memorias de sus abuelas, sus padres, o alguna persona especial de su pasado, ¿me entiendes? Eso es lo que me hace seguir”.

La gente solicita canciones por toda clase de motivos, no solo para celebrar.

“Hemos ido al cementerio y al escuchar esas melodías la gente empieza a llorar, pero muy fuerte porque sienten la presencia de esa persona”, ella dice. “Para el Día de los Muertos una familia me pidió tocar para su familiar fallecido, mientras tocaba, una mujer empezó a decir ‘sí papá, siga bailando, siga bailando porque usted se ve maravilloso con esa canción’; así es como la gente se transporta instantáneamente al pasado”.

Lima dijo que las melodías tiene esta habilidad porque los organillos del museo contienen canciones familiares y queridas por generaciones de personas en Guatemala.

“Tienen una variedad de música, tenemos mucha música del pasado, boleros, tradicionales, y si nos invitan a tocar en los Estados Unidos con gusto traeríamos música de Guatemala”, dijo ella. “Tenemos El Ferrocarril de los Altos, Chuchitos Calientes, Luna de Xelajú, Chichicastenango, La Chalana, Cobán, Imperial, La Sanjuanerita y Mañanitas Quetzaltecas… Esto es algo de lo que tocamos aquí en los organillos de Guatemala”.

Lima invita a los amantes de la música a visitar Guatemala y a escuchar la música que fluye a través de sus calles, cargando con ella la herencia del país.
“Me gustaría enviar un mensaje especial a todos en San Francisco y especialmente a todos los de Guatemala que viven allá”, dijo. “Estamos esperando su visita aquí en el Paseo de la Sexta Avenida para que puedan disfrutar la música de los organillos”.

—Traducción Carmen Ruiz