Son la sangre joven del activismo por inmigrante; los más convincentes y decididos. Un grito comienza a identificarlos: “¡Soy indocumentado y no tengo miedo!” Y muchos también tienen una pregunta: “¿Dónde está mi sueño?”

Esta 10 de junio llegaron a San Francisco provenientes de Santa Clara, Santa Cruz, Berkeley, San José al cruce de Market, Post y Montgomery. La demanda por el Dream Act los movilizó, así como su urgencia porque la senadora Diane Feinstein, cuya oficina está allí localizada, lideree en el Congreso la aprobación de esa inicitiva legal.

Este mes, según algunos, son 70,000 los estudiantes indocumentados que se gradúan de High School en todos los Estados Unidos. Sin el Dream Act –que les permitiría obtener carácter de residentes en el país– no hay para ellos posibilidad de ayuda financiera para pagar sus estudios universitarios, y aun cuando algunos consiguieran obtener el grado profesional, sin un número de Social Security las oportunidades de trabajo bien remunerado son casi nulas.

Gabriel, de 20 años, se graduó de ingeniero industrial; vive en San José.  “Estoy atado”, dijo.  Pese haberse graduado hace tres años, expresó, trabaja en una bodega. “Podría esta diseñando algo; trabajar para una compañía; tengo el conocimiento; podría, incluso, crear mi propia empresa; pero soy indocumentado”. Sus padres lo trajeron a los Estados Unidos cuando tenía 7 años.

“No tengo recuerdos de otra parte sino de los Estados Unidos, aquí crecí”, se confesó Gina, de 23 años, a través de un megáfono, en el congestionado cruce urbano, a la afueras de la estación del tren subterráneo. Unos 35 jóvenes de similar edad la escuchaban, rodeándola, cargando carteles que urgían por la aprobación del Dream Act; junto con simpatizantes de otras organizaciones, todos a favor de una reforma migratoria, su público sumaba unas 60 personas; alrededor de ellos la ciudad seguía su curso.

Gina relató que el sábado 6 de junio se graduó en la Universidad de California en Santa Clara.  Hubo gritos celebratorios del público.  Pero la política migratoria actual, dijo, “no tiene sentido”, pues excluye a gente como ella que “quiere contribuir al país”.

A los Estados Unidos Gina llegó cuando tenía un año y algunos meses de nacida. Le dijeron, cuando niña, que éste era la tierra de los sueños. “¿Dónde está mi sueño?”, preguntó la joven.

De Feinstein estos estudiantes—agrupados en la Coalición por el Dream Act del Area de la Bahía—esperan respuesta desde el 20 de mayo, cuando un grupo similar llevó a su oficina un paquete con cartas de apoyo a la iniciativa legal.  Siete de ellos fueron arrestados más tarde, por oponerse a dejar el lugar sin antes escuchar de viva voz a la senadora comprometerse a hacer algo.  Y Feinstein aún no ha respondido.

Ese mismo jueves 10 de junio, en Nueva York 12 jóvenes indocumentados con el mismo sueño sostenían una huelga de hambre, ya para entonces por ocho días continuos. Su intención es entrevistarse con el senador Charles Schumer, presidente de la comisión de Reglas y Adminstración del Senado.

Más sobre el Dream Act en: http://dreamact.info/