La venta ambulante no es para cualquiera. Óscar Olguín, de 56 años de edad, vendedor ambulante del distrito Misión, solía comenzar su día a las 4 de la mañana comprando fruta fresca en el mercado para luego, a mediodía, instalar su puesto de fruta y cocos frescos en la esquina de las calles Misión y 22.
Después de horas de vender y charlar con sus clientes, podría terminar su jornada una vez que hubiese ganado al menos 400 dólares, suficientes para cubrir impuestos y los gastos de la casa.
Luego de que su tienda, Lucero Produce, que formaba parte del centro comercial Mission Market, se incendiara en 2015, retomó su actividad comercial en la informalidad, operando una furgoneta sin un permiso municipal de venta por resultar «imposible de conseguir. Cuando el ayuntamiento quiere, te puede quitar de la calle.
En la actualidad, el Ayuntamiento se centra en reprimir la venta ambulante de artículos robados y la extorsión a vendedores cerca de las plazas BART de las calles 16 y 24. Los agentes están haciendo cumplir los permisos de venta de alimentos envasados, aunque muchas personas vendedoras ambulantes afirman que las medidas represivas afectan a todas ellas.
Después de 21 años vendiendo en esta acera, Olguín decidió ponerse las pilas y abrir su primer negocio, What’s Up, Coco, en un pequeño local comercial de 275 metros cuadrados, justo enfrente de su esquina habitual, para no perder a sus clientes habituales.
Para una ciudad como San Francisco, donde los elevados alquileres y la falta de capital inicial impiden a muchas personas vendedoras trasladarse a un espacio comercial, este emprendedor y su mujer tardaron años en ahorrar los $20 mil invertidos en su nuevo local comercial, ubicado en el 2669 de la calle Mission, parte del emblemático Grand Theatre. Durante un breve periodo, a finales de 2021 y principios de 2022, otro negocio de helados italianos, Bernie Bee’s estuvo allí. Tras su cierre, formó parte de la larga lista de locales de la calle Mission que llevan años vacíos, cuyos propietarios se niegan a bajar el alquiler. Por el contrario, éste sólo ha subido $300 desde su último inquilino.
Olguín pagará $2,800 de alquiler, que espera cubrir con unos pocos días de negocio. Ha prometido no subir los precios: $7 por un coco fresco partido en rodajas; $5, un vaso grande de fruta y $15 por un vaso con mango pelado. Posteriormente, planea incorporar bocadillos a su menú.
Este empresario, a pesar de llevar cuatro décadas en los EEUU, sigue vistiendo al estilo de su natal Sinaloa, con camisas vaqueras y pantalones de mezclilla. Él y esposa tenían 18 años cuando, siendo novios, llegaron a San Francisco. Aquí echaron raíces y capearon muchas tormentas. Su ciudad natal, Pueblos Unidos, sigue siendo la “capital del mundo”, aunque no ha vuelto. Ahora, con cuatro hijos, uno de ellos bombero y otro trabajador social, busca ahorrar para el futuro. Este comerciante optimista, sigue creyendo firmemente, como siempre, que “El sol brilla para todos”.