Querida Consejera,
¿Cómo puedo sobresalir laboralmente en este país siendo una madre migrante, sin sentirme excluida o invisibilizada? A veces siento que no importa cuánto esfuerzo haga, siempre hay barreras.
—Nazareth
Querida Nazareth,
Gracias por tu pregunta. Tu experiencia y tus sentimientos como mujer migrante que se siente excluida o invisibilizada son completamente válidos y comprensibles. Estamos en un momento donde el racismo se manifiesta de formas dolorosas y crueles, y es evidente cómo muchas personas migrantes que llegaron a este país buscando seguridad y estabilidad —a menudo huyendo de las consecuencias políticas de su país— enfrentan una profunda discriminación. Es natural que esta situación, que es difícil y traumática, cause una reacción como la que describes.
Cuando se vive bajo una amenaza constante —ya sea por nuestra situación migratoria, nuestra raza u origen— el sistema nervioso entra en modo de supervivencia. Esto puede manifestarse mediante confusión, ansiedad, tristeza o ira. Tu reacción no es un signo de debilidad, sino una respuesta humana y natural al trauma.
Es fundamental comenzar reconociendo y aceptando esos sentimientos. La sanación comienza con el reconocimiento y, a partir de ahí, se puede seguir con recuperar nuestra fortaleza. Para sanar, es fundamental reconocer y aceptar lo que sientes. Es en ese reconocimiento donde está el poder de la sanación, y la base firme para recuperar tu propia fuerza.
Busca apoyo en tu comunidad
No eres la única en sentirse desalentada. Quiero recordarte del poder que tienes y la red de apoyo que te rodea: búscalo en tus comadres, tu comunidad, tus contactos en la escuela, tus colegas de trabajo y tus hijas o hijos. Rodéate de quienes tengan la actitud positiva del “sí se puede” e irradien energía incluso en tiempos adversos. Recuerda quién eres, aunque el mundo intente hacerte olvidarlo.
El autocuidado es esencial. Al regular tu cuerpo y tu mente, podrás recuperar la tranquilidad y la claridad mental que necesitas. Para empezar, prueba con actividades sencillas: respira profundamente, muévete, baila, escribe o busca el consuelo de una ducha caliente y una conversación con alguien de confianza. Reconoce tu miedo, permítele fluir a través de ti, y ello te ayudará a liberarte.
Si te interesa buscar apoyo externo, puedes llamar al 211, un servicio gratuito que te pone en contacto con recursos de salud física y mental cercanos a ti. En caso de crisis emocional, puedes obtener ayuda llamando al 988.
Encuentra espacios donde te sientas valorada
Es importante encontrar espacios donde seas aceptada y respetada tal como eres. Una organización que recomiendo es Prospera, con sede en Oakland. Su objetivo es combatir el aislamiento que suelen experimentar las mujeres migrantes y apoyar su liderazgo, creatividad y desarrollo personal a través del apoyo mutuo.
Otro recurso valioso es PODER, una organización ubicada en el barrio Misión en San Francisco que se enfoca en la defensa de los derechos de las personas migrantes, la educación comunitaria y la justicia en materia de salud. Sus servicios son gratuitos y accesibles. Puedes visitar su página web: podersf.org
Recupera tus sueños
Si te preocupa sentir que tus sueños están en pausa, quiero recordarte con cariño que eres importante y que tu voz cuenta.
Tus hijas o hijos te están observando. Aunque hoy no te sientas como un ejemplo de fortaleza, ¡lo eres! Demuéstrales tu poder invirtiendo en tu propio desarrollo. Esto puede significar educarte, tomar cursos de inglés, buscar programas de equivalencia de bachillerato, clases en la universidad comunitaria o talleres de habilidades digitales. Y mantente informada. Cuando se buscan oportunidades, las puertas se abren. Tu crecimiento es el mejor legado que puedes dejarles.
Espero que estas palabras te brinden consuelo y te guíen. Estamos contigo. En momentos de temor o aislamiento, rodéate de personas y espacios que te hagan sentir segura, orgullosa y empoderada. Procura rodearte de quienes te apoyan y alejarte de aquellas personas que te hacen sentir inferior.
Sí se puede.
Con cariño,
Michelle Gutierrez