Mientras pilas de cajas se esparcen y apilan por toda la tienda, clientes las abren para hurgar en ellas. Unas llevan el sello de Amazon, otras la leyenda de ‘Hecho en China’. El ambiente se inunda del parloteo y el sonido de lectores de códigos de barras, mientras la clientela se abre paso entre pasillos abarrotados de cajas, deambulando entre cajas y contenedores, para buscar algún producto tesoro a precio de ganga.
Barato Barato abrió en julio en el Distrito Misión de San Francisco, convirtiéndose en un imán para cientos de clientes (en su mayoría personas latinas, migrantes y de bajos ingresos). La tienda atrae a esta comunidad con grandes descuentos en excedentes y artículos devueltos de minoristas clave como Amazon, Walmart, Target y Kohl’s.
El sistema de precios es sencillo: los lunes, todo cuesta $6, y el precio baja cada día hasta llegar a $1 los jueves. Sin embargo, los viernes son el día clave: la tienda se reabastece y todo vuelve a venderse por $12, con la excepción de artículos de alto valor como los iPad, que se ofrecen a la mitad del precio de venta al público.
El local, situado en el 2137 de la calle Misión, albergó en su momento a El Tiangue, una iniciativa financiada por la ciudad tras la prohibición de la venta callejera en el invierno de 2023. El proyecto fue concebido como un mercado de pulgas y centro cultural para apoyar a las personas vendedoras desplazadas, pero cerró discretamente en 2024 debido a la escasa afluencia de público, a pesar de los esfuerzos y eventos realizados.
El espacio está ahora alquilado por Adel Alghazali, un empresario yemení, de 54 años de edad, que también es dueño de Mi Tierra Market y Aramex Restaurant, ubicados cerca de la Plaza BART de la calle 16. Alghazali ha transformado el local en una caótica escena de consumo y ofertas. Este empresario estima que cerca del noventa por ciento de sus clientela es de origen latino, razón por la cual fusiona las influencias árabe y latina en su modelo de negocio. Su próximo proyecto es Yamex, una perfumería yemení-mexicana, que planea abrir en enero. «Vamos a mezclar ese gusto latino-árabe», afirmó.
Por ahora, Barato Barato es su emprendimiento más reciente que parece ser todo un éxito: «Un día, mientras pensaba en todos estos productos, ¿a dónde van?», se preguntó. «Entonces descubrí que gran parte se envía al extranjero. Pensé: también podemos usarlo aquí».
Las empresas minoristas corporativas se deshacen de su inventario excedente a través de empresas de liquidación como B-Stock y Liquidation.com, que compran grandes cantidades de excedentes y luego los subastan a compradores como Alghazali. “El almacenamiento cuesta mucho dinero, así que prefieren venderlo barato que conservarlo”.
Sarug Argueta, años 48 de edad y residente de la Misión, asegura que ha sido cliente desde la apertura, atraído por la calidad y los precios: «Lo mejor que encontré fueron unos perfumes que se venden por 165 dólares. Hallé un paquete por $10», relató refiriéndose a la fragancia ‘Daisy’, de Marc Jacobs, que puede alcanzar los 165 dólares en otras tiendas.
Por dentro, el caos se siente casi como una cacería de tesoros: pilas de cajas, contenedores llenos de ropa aún en su empaque original, un pasillo abarrotado de zapatos y dispositivos electrónicos modernos. Cualquier día, los compradores podrían descubrir cargadores, sábanas, tostadoras, cafeteras, incluso, un iPhone o un iPad.
Nestor Penera, cliente habitual desde la apertura, compró un iPhone 16 nuevo por $600 hace un par de semanas. Decidió enviarlo a un familiar en México, en lugar de quedárselo. Los viernes por la mañana son sus días de compra preferidos para aprovechar las grandes ofertas de $12, pero aclara un detalle clave: «Tienes que venir temprano».
Según Alghazali, él tampoco sabe qué hay dentro de las cajas cuando las compra. Asegura que es común que los clientes las abran —a veces rompiéndolas o perdiendo piezas—, pero que esto es parte del desorden habitual durante las horas pico. Sólo de Walmart, recibe 15 mil artículos en cada entrega. Confiesa que a veces, movido por la curiosidad, hurga en las cajas junto a sus hijos para ver si encuentra algo que le guste. «Hay tantos artículos que ni te imaginas», comenta.
Con el costo de vida disparado en San Francisco y la incertidumbre económica bajo la actual administración de Trump, Barato Barato se ha convertido en una oportunidad vital para que las personas hagan rendir sus dólares en la ciudad. Zela Herrera de 70 años de edad, es una clienta frecuente que hurgaba en una pila de ropa envuelta en plástico: «Todo está tan caro», afirmó, refiriéndose al alto costo de necesidades básicas como los huevos y la leche. «Aquí los precios son modestos, son bajos. Hoy es un precio y luego es otro».
Alghazali cree que tiendas como la suya suplen una necesidad real. Asegura que la acogida ha sido positiva y ya trabaja para abrir dos locales más en el barrio. Desde su perspectiva, este tipo de negocios ayudarán a revitalizar el tráfico peatonal en la ciudad.
Su éxito, confiesa, proviene de su historia familiar: «El comercio es mi hobby. Lo único que hacemos es comerciar». Su padre y madre han regentado tiendas minoristas en el extranjero durante generaciones, lo cual le da una gran confianza.
El reto inmediato de este comerciante es contener el caos de cajas que se acumulan a diario. Sus empleados deben desmontar el cartón constantemente y apilarlo en la parte trasera o frontal del local. «Simplemente no hay suficiente espacio», admite.
Pero mientras la clientela siga llegando, él mantendrá el ritmo de las operaciones: «No compramos para guardar [el inventario]», afirma, reforzando su modelo de negocio.
