Solía pensar que San Francisco era una ciudad compasiva, pero he llegado a comprender que lo que parece una disfunción burocrática, a menudo se convierte en algo deliberado: un sistema diseñado para desplazar.

Durante el último año, he visto a mi comunidad de RV ser atacada, acosada y desalojada. No por accidente, sino intencionadamente.

Todo empezó en Bernal Heights Boulevard, donde nuestro pequeño grupo —unas doce casas rodantes habitadas por individuos, familias y mascotas— vivía en relativa paz. Comíamos y cuidábamos las cosas de los demás mientras la gente iba a trabajar. Luego, llegó una oleada de quejas al 311 sobre supuestas aguas residuales, problemas de estacionamiento, incluso falsas acusaciones de acoso. La policía no se hizo esperar. Un agente nos advirtió de arrestarnos por «guiñarle el ojo a un joven».

La casa móvil de Armando Martínez, estacionada en la Avenida Potrero en San Francisco, California, el 25 de julio de 2025. Durante casi dos años, Martínez ha cambiado de vecindario por temor a nuevas multas de la ciudad. Foto: Pablo Unzueta para El Tecolote/CatchLight Local.

Luego vino la humillación pública: una mañana, desperté y vi mi foto y la de mi perra Audrey en la portada del San Francisco Chronicle. El titular: «San Francisco restaura la antigua prohibición de estacionamiento para despejar la proliferación de RV en Bernal Heights». En el artículo, un vecino describió nuestras casas rodantes como «una monstruosidad». Otro dijo que «monopolizamos» la calle. Vernos enmarcados así, reducidos a la ruina, fue surrealista, doloroso y desmoralizante.

Pero algo bueno salió de ello. Cerca de treinta vecinos enviaron cartas de apoyo a las autoridades municipales, incluyendo a la entonces alcaldesa London Breed. Una carta de un vecino, publicada por el mismo Chronicle bajo el titular «Así es realmente ser vecino de personas que viven en RV en San Francisco», contaba una historia diferente.

«Por favor, no informen sobre la situación como si todos los residentes de Bernal Heights quisieran expulsar a esta gente», escribieron. “Agradecemos que las personas que viven en tan graves dificultades se preocupen por ser buenos vecinos… Los valores de San Francisco no incluyen obligar a la gente a mudarse de un lugar seguro donde no molestan a nadie”.

Su carta captó lo que el artículo omitió: ayuda mutua, convivencia respetuosa y comunidad.

La Agencia Municipal de Transporte de San Francisco marca con gis la llanta de la casa móvil de Armando Martínez estacionada en la Avenida Potrero en San Francisco, California, el 25 de julio de 2025. Martínez recibió una infracción el día anterior. La ciudad aprobó recientemente una restricción de estacionamiento de dos horas para RV, una normativa que podría agravar aún más el desplazamiento. Foto: Pablo Unzueta para El Tecolote/CatchLight Local.

Aun así, la ciudad nos ordenó desalojar. Con la ayuda de la Coalición para las Personas sin Hogar y la Red de Defensa contra el Desalojo de Campamentos Vehiculares, formamos una caravana y nos mudamos a Bayview. Dos días después, la ciudad ofreció espacio en el Centro de Triaje de Vehículos de Candlestick.

Para muchas y muchos de nosotros, los centros de triaje no eran lugares de cuidado, sino de contención. En Candlestick, los toques de queda estrictos, el aislamiento y la falta de vías claras hacia una vivienda permanente hacían que se sintiera más como un corral de espera que como un paso hacia la estabilidad. Habíamos acordado mudarnos solo si había espacio para todas y todos, pero al final, solo nos ofrecieron un lugar.

A la mañana siguiente, llegó un equipo coordinado de policías, excavadoras y personal municipal. Colocaron barreras de hormigón en nuestros espacios de estacionamiento, bloqueándonos físicamente el paso. Eso marcó el inicio de nuestra migración forzada: de Bernal Heights a Bayview, luego a McLaren Park, San Bruno Avenue y, finalmente, a Bayshore; cada mudanza provocada por nuevas quejas, citaciones y excusas cambiantes envueltas en burocracia.

Si bien cierto personal municipal mostró empatía, otros fueron implacables. Nos multaron por infracciones de estacionamiento incluso antes de que terminara el período de gracia, y luego nos citaron repetidamente por matrículas vencidas, a veces por la misma infracción. Una mañana, a las 5 a. m., golpearon la RV de un vecino y le ordenaron irse.

Una notificación de infracción de la Agencia Municipal de Transporte de San Francisco pegada en la casa móvil de Armando Martínez, el 25 de julio de 2025. El nuevo límite de estacionamiento de dos horas para vehículos de gran tamaño podría afectar aún más la estabilidad de la vivienda para residentes de estos vehículos. Foto: Pablo Unzueta para El Tecolote/CatchLight Local.

Las supuestas soluciones de la ciudad se desplomaron. El Centro de Triaje de Bayview, con un presupuesto de $15 millones, cerró sin ofrecer casi nada. Desde nuestra perspectiva, nunca pareció que el objetivo fuera ayudar, sino simplemente desaparecernos de la vista.

Por eso, mientras que las estrategias para personas sin hogar funcionan en otras ciudades, aquí fracasan. Esos modelos dependen de valores compartidos y confianza, algo que el sistema de San Francisco esconde tras una fachada de papeleo y burocracia, ocultando la crueldad.

Para quienes ven de lejos, esto aparenta un orden, pero nosotros sabemos la verdad: la crueldad no es un fallo técnico, es la clave del sistema.

Seguimos estacionados en Bayshore, mientras otras personas de nuestra comunidad han sido desalojadas a zonas industriales, a los márgenes de las autopistas o, simplemente, a ningún lugar. Nos mantenemos en contacto, intentando protegernos mutuamente. Nos organizamos para detener futuros desalojos y para impulsar alternativas que no nos aíslen ni nos castiguen.

Para encontrar soluciones reales, es fundamental que se nos trate como vecinos, no como inconvenientes. Esto requiere trabajar codo a codo con nosotras y nosotros, y no solo ignorarnos.

Armando Martínez, de 60 años de edad, al interior de su casa móvil que ha habitado durante muchos años, estacionada en la Avenida Potrero en San Francisco, California, el 25 de julio de 2025. Durante casi dos años, Martínez ha tenido que mudarse con frecuencia para evitar nuevas multas. Foto: Pablo Unzueta para El Tecolote/CatchLight Local.