Detrás de cada hombre exitoso, hay una mujer que le empuja hacia adelante. Detrás de cada mujer exitosa, hay un hombre que la está echando hacia atrás.

Anónimo

Recientemente la tal vez mejor velocista del mundo, una joven negra norteamericana llamada Sha’Carri Richardson, fue castigada por la organización USA Track and Field Federation (USTAF) tras comprobarse que había consumido marihuana, después de una carrera. La atleta declaró que usó la yerba para enfrentar “un estado de pánico emocional” por la muerte de su madre.

Elba Parra, «The Best Chilean Athlete,» arriving in Peru. South American Track & Field Championships, 1939. (Photo from a Peruvian newspaper).Courtesy: Carlos Barón

Como consecuencia de ese acto (legal en 18 estados de este país, incluido Oregón, donde sucedió ‘la falta’) ella no podrá representar a los EEEUU en las próximas Olimpiadas en Japón. Los adustos personajes que controlan el Comité Olímpico Internacional (IOC) y los que controlan la Asociación de Atletismo de USA, determinaron que la infracción de la joven de apenas veintiún años de edad merecía ese duro castigo. Esa decisión ha suscitado encendidas discusiones en todo el mundo.

El caso de esa exuberante atleta norteamericana me recordó una conversación que tuve con mi madre, 12 años atrás, cuando me contó del castigo que recibió mientras se preparaba para representar a Chile en el Campeonato Sudamericano de Atletismo de Lima, Perú, en 1939. ¡A más de ochenta y dos años de hoy!

1939 también marca la fecha del peor terremoto en la historia de Chile. Ocurrió en el sur del país. Mi madre estaba allá, vacacionando. Debía volver a Santiago, la capital de Chile, el 25 de enero, para incorporarse a los entrenamientos del equipo de atletismo. Sin embargo, ese terremoto pasó un día antes impidiéndole viajar por casi una semana.

El terremoto fue terrible, con epicentro en la ciudad de Chillán. Midió 8.3 en la escala Richter y provocó 50 mil muertos y más de 60 mil heridos. En la ciudad de Concepción, cerca de donde estaba mi madre, se desplomaron más del 90% de los edificios.

Puede considerarse ese terremoto como ‘un Acto Divino’, un evento causado solamente por acción de la naturaleza, sin ningún tipo de intervención humana. Por ese acto, mi madre no pudo regresar en la fecha debida. Es decir, no tuvo culpa alguna de su tardanza.

Cuando mi madre regresó a Santiago, el entrenador del equipo (“¡Un nazi!”, me dijo mi madre con ojos brillantes, al contarme su historia en 2009) y los dirigentes del equipo chileno, hombres todos, le negaron su participación en el Campeonato. ¡Aunque el evento tuvo lugar hasta tres meses más tarde! 

Tal vez no ayudó que ella hubiera sido clara y sincera en un par de entrevistas anteriores, en las cuales, había expresado que —en su opinión— los equipos deportivos femeninos debían ser preferiblemente dirigidos por mujeres. “Entre nosotras nos entendemos mejor”, declaró ella. ¡Imagínense tales palabras de una joven mujer, en 1939! En un país que hasta hoy no ha dejado de ser machista, igual que los EEUU. En enero de ese año, mi madre tenía 22 años de edad y era la mejor velocista chilena. Tenía grandes posibilidades de ganar la medalla de oro. Ella viajó con el equipo, pero no pudo correr. 

Algunos dirán que ‘el destino’ quiso otra cosa para ambas mujeres.

Pero ‘el destino’ solo es parte de lo que provocó lo acontecido a la atleta norteamericana hoy y a mi madre hace 82 años. Hay otras razones, muy humanas. O muy poco humanas. 

Hubo hombres que pensaron que había que sentar severos ejemplos y así lo hicieron.

Más que el destino, lo que determina lo sucedido a ambas jóvenes atletas, tiene más que ver con el férreo control patriarcal que ejercían y siguen ejerciendo los miopes dirigentes de ambos países. Sea en el Chile de 1939 o en los EEUU de 2021. 

En los EEUU, lo de Sha’Carri Richardson además tiene olor a racismo. La joven atleta negra no pretende pasar desapercibida: lleva larguísimas pestañas y uñas falsas, un largo y ondulado cabello pintado de brillantes colores y —tal vez lo más grave— una actitud nada sumisa. Es decir, “un tipo equivocado de negra”, según dice un amigo, sarcásticamente. 

Sha’Carri Richardson compitiendo para LSU. Courtesy: LSU

La Represante Demócrata Alexandra Ocasio Cortéz escribió a la WADA (World Anti- Doping Agency) y a la USADA (United States Anti-Doping Agency), declarando que “la suspensión de Sha’Carri Richardson fue una decisión racista y no basada en la ciencia”. 

Frente a esa carta (y a muchas otras protestas, incluso peticiones del mismo Presidente Biden), el CEO de la USADA, Travis Tygart, dijo que su organización “deseaba reglas más flexibles y correctas para regular el uso de la marihuana”. En otra ocasión expresó que “si fuera nuestra elección, tomaríamos un camino distinto”. Es decir, a lavarse las manos, ¡como Poncio Pilatos!

A su vez, el Presidente de la WADA, Witold Banka, expresó que “los EEUU han sido uno de los más vocales y fuertes partidarios de incluir a los cannabinoides (marihuana) en la Lista de Prohibición”. Claramente, esos ilustres señores se están ‘peloteando’ la responsabilidad.

Desde 1939 en Chile al 2021 en los EEUU, las cosas parecen no haber cambiado mucho. Aunque ha habido progreso, hay claras conexiones entre los casos de ambas jóvenes mujeres como para hacernos reflexionar e indignarnos. 

El fin de semana pasado, Sha’Carri Richarson twuiteó lo siguiente: “Tanta gente perfecta, que sabe cómo vivir la vida… ¡soy feliz de no ser como ellos/as!”. ¡Fuerza Sha’Carri!