Panchita’s #3 localizado en la calle 22 número 3115 entre South Van Ness y Capp, cerró sus puertas después de perder su licencia de negocios debido a prácticas laborales injustas. Photo Ramsey El-Qare

La Misión es hogar a docenas de restaurantes—una gran fuente de empleo para los muchos trabajadores indocumentados y marginales que viven y trabajan aquí. Pero esta combinación de trabajadores batallando, a veces desesperados, y los dueños de pequeños negocios en una industria competitiva quienes luchan por mantenerse a flote durante la mala economía, frecuentemente llevan a abusos de derechos laborales.

Un ejemplo reciente de un patrón enfrentando denuncias que han resultado en una pequeña victoria para los trabajadores es Panchita’s # 3, un restaurante salvadoreño, el cual no está afiliado con los otros restaurantes Panchita’s de la Misión. El estado recientemente ordenó al negocio a cerrar sus puertas, en respuesta a quejas por parte de empleados de salarios tan bajos como $200 por semana, entrenamiento sin pagar y acoso por parte del dueño Johnny Marenco, quien no respondió a mensajes telefónicos solicitándole comentario.

Una de estas empleadas es “Carla”, quien pidió no ser identificada, citando preocupación sobre su estado migratorio. Como los otros empleados de Panchita’s, aún no ha recibido el salario atrasado—en su caso alcanzando un total de $13.776 por un año de trabajo—la ciudad y el estado han determinado cuanto se les debe a ella y a los demás.

“Lo estoy demandando por no pagarme porque me dijeron que el salario ni siquiera era el mínimo por hora, que no me estaba pagando nada … yo siento que es un robo lo que me hizo”, dijo. “Como dicen, si, ganamos el caso, pero no se nos ha pagado”. Marenco desde entonces se ha declarado en bancarrota.

Carla dijo que el tratamiento que recibió era común y que muchos inmigrantes nuevos enfrentan abusos y robo de salarios a manos de patrones explotadores.

“La mayoría de los patrones latinos son así, abusan de la gente. A veces apenas vas llegando [a los EEUU.] y no sabes cómo es el trabajo aquí, por eso nos tratan mal”, dijo, agregando que Marenco estaba particularmente dispuesto a recurrir al abuso e intimidación. “El dueño siempre nos decía que si lo demandábamos, que él llamaba a la migra, así que nos intimidaba de esa manera.”

Tiffany Crain-Altamirano, co-directora de Young Workers United, el grupo defensor laboral que ayudó a las trabajadoras de Panchita’s # 3 con su campaña por restitución, dijo que la clave para abordar el asunto de robo de salario en la Misión es la concientización y aplicación.

“Aunque tenemos todas estas grandes leyes, existe una necesidad de más aplicación porque aún hay muchos negocios que no están respetando las leyes y el robo de salarios aún es parte de la vida diaria”, dijo. “Es una victoria que el dueño ya no pueda aterrorizar a los trabajadores que han sido tan valientes para traer su caso al frente, pero aún no se les ha pagado. A un par de ellos se les debe $3.000 [por un año] y a otro se le debe $15.000 … cuando piensas en cuanto dinero esto es para un trabajador de salario mínimo en un año, son muchas horas [sin pagar].”

Agregó que el tema de acoso verbal y sexual también merece seria atención.

“Una trabajadora en particular, una y otra vez, se le dijeron el tipo de cosas que definitivamente eran acoso sexual … varias veces algunos de los trabajadores tenían que salirse, el abuso verbal era tal.”

“Mercedes”, otra empleada de Panchita’s # 3 quien también pidió no ser identificada por causa de su estado migratorio, dijo que el acoso sexual y verbal por parte de Marenco y su hermano Toni era rampante.
“Hasta su hermano me faltaba al respeto … un día salió el tema de la virginidad—si habías estado con otra persona, pero era una conversación entre otra compañera y yo, y [los hermanos Marenco] escucharon”, dijo. “[Toni] dijo que el hacía un chequeo para confirmar si yo era virgen. Y hasta un día me dijo ‘vamos a checar al baño … a ver si de veras eres la virgencita del restaurante’. Y pusieron una veladora y dijeron que yo era la virgencita, que me iban a pedir un milagro.”

Crain-Altamirano dijo que varios dueños de negocios se han mostrado cooperativos con los esfuerzos por reembolsar a los empleados por salarios atrasados.

“[Frecuentemente] podemos negociar con el dueño y llegar a una solución muy rasonable que generalmente incluye un plan de pago … este no es uno de esos casos”, dijo. “En nuestro sitio web tenemos una guía de restaurantes que está dedicada a aquellos que son responsables y algunos de ellos están en la Misión.”

Agregó que al final, depende del consumidor el votar con su dólar y averiguar si los lugares donde comen están tratando a sus empleados de manera justa. ¿La mejor manera de hacer esto?

“Pregúntele a los trabajadores”, dijo. “Si va a un restaurante y ve que hay un sobrecargo para el seguro de salud, pregúntele a un servidor o a alguien más que trabaje ahí sobre su seguro de salud.”