Miles Pickering y Nate Overstreet, dueños de Pig & Pie. El restaurante reemplazó la famosa tienda de música Discolandia. Pig & Pie owners Miles Pickering and Nate Overstreet. Their restaurant replaced the famous Discolandia. Photo Mabel Jiménez

El ambiente en la zona baja de la Calle 24 se está transformando: los negocios, antes propiedad de latinos, están pasando a manos de otros de nacionalidad diferente.

Pig & Pie—restaurante que vende salchichas orgánicas—ha tomado el lugar de la famosa tienda de discos, Discolandia—a la que en su momento, músicos de la talla de Tito Puente, llegaron para promocionar su música—y ha abierto sus puertas desde hace dos meses, luego de que el local en el que se ubica estuviese cerrado por más de un año.

Sus propietarios, Nate Overstreey y Miles Pickering, decidieron abrirlo en la Calle 24 porque a Pickering, que “ha vivido en el barrio de la Misión por varios años, le encanta, y porque siempre desearon abrir un negocio en esta calle por la que transita mucha gente”.

Pig & Pie se ha esforzado en preservar la esencia del barrio conservando el rótulo de Discolandia en su fachada, así como al tener contemplado posteriormente colgar un afiche de Tito Puente al interior del restaurante.

“Ofrecemos comida de calidad a precios accesibles”, dijo Overstreet, “todo lo que servimos es orgánico, cultivado localmente y preparado de principio a fin.”

Por su parte, Kate Rosenberger, propietaria de la librería Alley Cat Books, abrió sus puertas en el barrio hace poco más de un año y dice que sencillamente estaba en el lugar apropiado, en el momento justo. Destaca, además, la gratitud que percibe por parte de la comunidad que considera y refiere a esta librería como su más reciente adquisición.

Rosenberg no es nueva en dicha zona, es propietaria de otras tres librerías ubicadas en la Misión y lleva más de 20 años disfrutando de éste, su barrio favorito de la ciudad.

“No tenía claro qué quería hacer con el espacio cuando lo abrí”, dijo la propietaria de esta librería la cual, además de ofrecer clases de español a sus empleados, cuenta, al fondo, con un amplio espacio destinado a la realización de distintas actividades, tales como exhibiciones de arte y pequeñas presentaciones musicales, las cuales pretenden ser un esfuerzo para retribuir algo al barrio.

Eric Arguello, presidente de la Asociación de Vecinos y Negocios de la Zona Baja de la Calle 24 informó que “74 de 133 de los negocios en la zona son regentados por latinos, lo que constituye aproximadamente un 55 por ciento”.

Denise Gonzales, propietaria de la tienda Luz de Luna, se mudó de un lugar pequeño en la Calle 24 a la 25 hace unos meses. Photo Mabel Jiménez

Como Luz de Luna, que hace unos meses se trasladó de un espacio pequeño en la Calle 25, a uno más grande en la 24, a la altura de la South Van Ness, siguiendo el consejo de esta asociación, ya que para ellos este tipo de negocios de latinos es lo que necesita la Calle 24.

Al referirse a esa transformación que está sucediendo en dicha calle, la propietaria de Luz de Luna, Denise Gonzales, cree haber llegado “en el momento justo”.

En Luz de Luna se vende de todo, desde joyas y bufandas, hasta amuletos ‘Feng Shui’, carteras y otros artículos elaborados por artistas locales.

“En un mes he vendido mucho más que en la ubicación anterior”, dice su propietaria, y agrega: “en esta tienda se ven culturas diferentes, porque todos nosotros vivimos en este mundo, tenemos que estar juntos.”

El cambio referido obliga a los latinos, dueños de pequeños negocios, a adaptarse o cerrar sus puertas, adaptación que significa estar al servicio del barrio y ofrecer productos específicos que éste les demande.

Otro ejemplo de ello es la cafetería Silver Stone Coffee que ha adoptado este tipo de adaptación: “Creo que es maravilloso para el barrio”, declara Karla Gutierrez, encargada de preparar los cafés y cuyo padre estuvo encargado de Carlos Bar, ubicado anteriormente en el mismo edificio durante 30 años.

“Muchos latinos no entran de primeras porque le cambiamos el nombre, pero aún somos los mismos propietarios”, dijo Gutierrez. “Tenemos wifi gratis y un patio atrás, la mayoría de la gente no lo sabe.”

Conforme a Arguello, ocho fueron las cafeterías que abrieron sus puertas en la zona baja de la Calle 24 desde que L’s Café lo hiciera primero en el 2005.

A medida que personas usuarias de tecnología de punta se mudan al barrio, aumenta la demanda de cafeterías. Esto conlleva, irónicamente, un cambio en el ambiente cultural en la zona, que fue lo que precisamente les atrajo en primera instancia.

Algunos dueños de negocios sencillamente quieren aprovechar el hecho de que tanta gente recorra las calles de barrio sin importarles tanto la preservación de su esencia cultural.

Una tienda de helados del barrio se niega a ser participe de las actividades comunitarias promovidas por el vecindario: “sólo quieren hacer dinero y se marchan cuando cierran el negocio”, dijo Arguello.

—Traducción Alfonso Aguirre