Un nuevo grupo de jóvenes mujeres se reúne para comenzar sus prácticas profesionales en el programa Sister Rising, el cual ayuda a sanar, ofrece apoyo en el desarrollo de habilidades, así como formación sobre política y organización comunitaria. Photo Brenda Lopez

Dos mujeres tomando café, paradas afuera del SoMa, ajustan detalles de último minuto. Son las directoras del Center for Young Women’s Development (CYWD), quienes esperan la llegada del nuevo cohorte de practicantes de su nuevo programa, Sisters Rising, que consiste en la realización de prácticas profesionales remuneradas durante nueve meses como organizadores comunitarios.

El CYWD ha recibido recientemente una subvención de $400.000 por parte de la fundación local Robert Wood Johnson Partnership. Con ese recurso será inaugurada una iniciativa educativa dentro del programa Sisters Rising, con la que se pretende ayudar a mujeres jóvenes a continuar su educación superior.

Durante su primer día de actividades, diez practicantes, entre los 16 y 21 años de edad, participan en una ‘búsqueda del tesoro’ para familiarizarse con las instalaciones del centro. El eco de sus risas se escucha entre los vestíbulos conforme van descubriendo el centro tecnológico, la biblioteca, la sala de bienestar, el círculo espiritual y el altar.

Cada año, los reclutadores del CYWD buscan maneras no convencionales para conseguir la participación en dichas prácticas profesionales. Para ello, interactúan con cerca de 3.000 mujeres jóvenes mediante la comunicación con oficiales de libertad condicional, visitando las salas de menores en todo San Francisco, así como los barrios con altos niveles de violencia y altas tasas de deserción escolar.

“Esto me demuestra que las personas atraviesan por cosas malas. Pero las superas. No tienes que dejar que el pasado afecte tu futuro”, dijo Malisha Lane, una joven de 16 años, estudiante de la secundaria Hilltop y nueva practicante del programa Sisters Rising.

Este año, 20 mujeres serán aceptadas en el programa Sisters Rising. Trabajarán 16 horas semanales durante 9 meses. En ese periodo, desarrollarán habilidades prácticas entre ellas, mecanografiar, elaborar un currículo vitae y liderazgo.

Desde 1993, Center for Young Women’s Development, ha sido una de las primeras organizaciones no lucrativas en los EEUU en ser dirigida enteramente por mujeres que han dejado el sistema de justicia juvenil.

En sus 19 años de existencia, el CYWD ha producido un impacto y transformación personal en la vida de muchas de las mujeres que, luego de completar el programa, se han graduado de la universidad y se han convertido en músicos o líderes de la comunidad.

“Nuestro programa no imita aquellos sistemas en los cuales las mujeres jóvenes no alcanzan el éxito. Nosotros recurrimos a diferentes estilos de enseñanza”, dijo Ann Maria Corrails, directora del programa del CYWD. “Mientras que mujeres jóvenes son expulsadas de las escuelas y de otros programas debido a problemas de conducta, nosotros entendemos que lo que parece suceder con ellas es que se enfrentan a la recurrente exposición de violencia”.

Además de sus programas en los que, mano a mano, trabajan con los practicantes, uno de los éxitos políticos más grandes del CYWD ha sido la carta de derechos para las Mujeres Jóvenes Encarceladas (YMBR, por sus siglas en inglés), creada por el proyecto Young Mothers organizing, también programa del CYWD.

En el 2006, la YMBR fue implementada como política en el centro de justicia juvenil de San Francisco. El proyecto de ley garantiza el derecho a una atención física y mental apropiada, al contacto con la familia, el acceso a información fidedigna, a la privacidad personal y confidencial, así como a la protección contra el abuso físico y verbal para mujeres embarazadas encarceladas.

Marlene Sánchez, directora ejecutiva, ingresó al programa Sisters Rising a 15 años.

“Hay que darse cuenta que la opresión es esencial para el proceso de curación”, dijo Sánchez. “Nos criaron diciéndonos que éramos malas. Trabajamos con mujeres jóvenes que han sido expulsadas de la escuela, de cada parte del sistema… Interiorizamos aquello de lo que necesitamos curarnos”.

Sánchez, quien creció en el barrio de la Misión, estuvo en prisión en varias ocasiones antes de comprometerse con el CYWD. A la edad de 25 años se convirtió en directora ejecutiva del centro.

Según Sánchez, la mitad de las mujeres que se unen al programa han sido explotadas sexualmente y, el 96% ha sufrido agresión sexual. Todos los miembros del personal del CYWD han estado o tenido un familiar encarcelado, han sido víctimas de abuso sexual o de agresión física, y tenido alguna experiencia con la economía informal y clandestina, como la venta de narcóticos o la prostitución.

“Los programas de prevención de la violencia están diseñados para atender las necesidades de los hombres. Las mujeres jóvenes que pasan por estos programas no tienen éxito ya que no atienden sus necesidades particulares”, dijo Corralis. “No es suficiente tener un espacio para un sólo género —deben contemplar a mujeres que hayan experimentado experiencias similares y verlas en el desempeño de roles de liderazgo”, agregó.
El apoyo para las nuevas practicantes puede ser remunerado de distintas maneras, monetariamente, recibiendo educación política, con su reintegración a la comunidad a través de proyectos de barrios, superación del trauma y atención a su salud mental por medio de formas integrales de curación.

“Todos tienen que cambiar. Algo tiene que cambiar”, dijo Kadej’a Tidwell, de 19 años y nueva practicante que salió de la cárcel del condado seis meses antes de entrar al programa. “Tengo que adquirir una formación estable para así poder contar con una buena base”.

—Traducción María Pía Beristain