Este informe se basa en los resultados de la ‘Encuesta El Tecolote 2021: Renta, estrés y pandemia en la comunidad de inmigrantes latinx de San Francisco’. La encuesta fue desarrollada y recopilada por El Tecolote con el apoyo del Fondo de Impacto 2020 del Centro Annenberg de Periodismo en Salud de la USC, y en colaboración con Mujeres Hacia El Conocimiento en alianza con Excélsior Works. Este es el segundo informe de una serie basada en dicha encuesta.

Ya es bastante preocupante que los inmigrantes latinx no puedan cumplir con la orden de confinamiento debido al costo que ello representa, pero a medida que la ciudad avanza hacia la recuperación económica, no hay un plan para apoyar con esa recuperación a los trabajadores latinx, la población más afectada en el país durante la pandemia, que debió exponer su salud y bienestar a cambio de poder pagar el alquiler.

Los resultados de la Encuesta El Tecolote 2021 muestran que durante el cierre prolongado de 2020, la mayoría de los inmigrantes latinx no solo arriesgaron su salud trabajando, sino que agotaron su economía al usar sus ahorros y asumir deudas intrafamiliares para pagar el alquiler y las cuentas del hogar. Cerca del 80 por ciento de los encuestados “utilizó o agotó sus ahorros” y el 60 por ciento “pidió préstamos a amigos y familiares” durante el primer año de la pandemia (marzo de 2020 a marzo de 2021) para cubrir estos gastos. Un tercio de los encuestados acumuló deudas con tarjetas de crédito. Algunos tuvieron acceso a préstamos bancarios.

El 25 de junio, el gobernador de California y los legisladores estatales extendieron la moratoria de desalojo por el COVID-19 hasta el 30 de septiembre. Sin lugar a dudas, dicha extensión beneficiará a muchos, pero probablemente no ayudará a los inquilinos inmigrantes latinx de bajos ingresos o, para el caso, a cualquier inmigrante de bajos ingresos en el estado, que no puede arriesgar su vivienda y su futuro económico endeudándose formalmente con los propietarios.

Introducida por un proyecto de ley estatal que entró en vigencia en agosto de 2020, la moratoria de desalojo, entonces y ahora, solo promete una suspensión de los desalojos para los inquilinos que experimentan dificultades financieras relacionadas con la pandemia, si pueden pagar el 25 por ciento del alquiler adeudado antes de una fecha determinada. La suspensión del desalojo también funciona únicamente si el propietario no demanda al inquilino más tarde por el otro 75 por ciento acumulativo del alquiler atrasado una vez que se levante la moratoria. En la nueva extensión, los inquilinos tienen hasta el 1 de octubre de 2021 para pagar el 25 por ciento de cualquier alquiler atrasado adeudado entre el 1 de septiembre de 2020 y el 30 de septiembre de 2021.

El problema es que al extender la moratoria exactamente en los mismos términos, los legisladores no tuvieron en cuenta la estresante inseguridad habitacional de los inmigrantes latinx de bajos ingresos que los llevó a trabajar en la pandemia, en primer lugar. La lección que enseña la pandemia es que los inmigrantes latinx no pueden permitirse acumular una deuda formal que los ponga en riesgo de desalojo, demandas o en un ciclo interminable de deudas.

Para aquellos inmigrantes latinx, que arriesgaron salud y bienestar durante la pandemia para mantenerse al día con el alquiler y las facturas del hogar, los legisladores de la ciudad y el estado deberían pensar en formas de brindar ayuda financiera de emergencia restaurativa directa, y simplemente cancelar el alquiler en lugar de ofrecer un retraso en los desalojos.

Ivonne Estela Ramos llegó hace 11 años desde El Salvador a San Francisco con sus hijos, para alejarlos del crimen en su país y asegurar su educación. En 2017, le diagnosticaron un trastorno cardíaco y sanguíneo grave que la hizo susceptible a sufrir hipertensión arterial y accidentes cerebrovasculares. Cuando la pandemia llegó a San Francisco, su médico le advirtió que era imperativo permanecer en confinamiento, ya que su condición preexistente, si se agravaba con los efectos del COVID-19, podría ser letal.

Ivonne Estela Ramos, salvadoreña de origen, en su estudio ubicado en el barrio Bayview de San Francisco.Photo: Alexis Terrazas

“Era de temor de que te diga tu doctora, ‘Cuídese. Usted es de las candidatas.’ ¿Candidata para que? ¿Para la muerte?,” dijo Ivonne. “Entonces si tenía psicosis. Si llegaba un momento desesperante, mi pastor decía, ‘sólo hay que confiar en el Señor y si nos toca, pues, el señor así lo ha decidido’. Pero el Señor es grande y todavía tiene un propósito con nosotros aquí y seguimos adelante.”

En El Salvador, Ivonne era directora de recursos humanos, pero en San Francisco, al comienzo de la pandemia, era conductora de Lyft; un trabajo que desapareció de la noche a la mañana con el confinamiento. “Bueno para empezar, esto de la pandemia nos agarró creo que a todos desprevenidos”, dijo Ivonne. “Aunque tuviéramos un poco de ahorro, pero no es mucho. Como latinos, vamos viviendo de cheque a cheque. Entonces lo que más nos absorbe pues es la renta y él no haber trabajo, yo trabajo haciendo Lyft, y en ese tiempo pues no había nadie a quien llevar.”

Ante los riesgos de su salud, sus hijos y hermanos le pidieron a Ivonne quedarse en casa y no buscar ningún otro trabajo. Su hija de 19 años, Allison, con quien vive en un estudio de dos habitaciones en Bayview, renunció a su trabajo en un restaurante para proteger también la salud de su madre. Ivonne pidió a sus arrendadores una suspensión del pago de la renta y le otorgaron aplazar el pago tres meses como máximo.

Al principio, cumplieron con la orden de confinamiento, con la esperanza de que la situación no durara más de dos o tres meses. Como todos los demás al comienzo, Ivonne y Allison se preocuparon por la higiene y se mantuvieron aisladas de la enfermedad, pero Ivonne pronto agotó sus ahorros para cubrir los costos más básicos de esos primeros meses de pandemia.

“Y así se fueron acabando los pocos ahorros que habían en los primeros tres meses. Pero sí llegó el tiempo de los tres meses de pagar la renta”, dijo Ivonne. “Ahí empezó más la angustia. El pensar de que nos iban a sacar, e irnos a dónde? Mi hijo me decía, ‘No te preocupes, tu te vienes conmigo’. Pero después de estar… aunque aquí es pequeño, pero es una independencia de mi hija y mía. Cada quien tiene su espacio y el irnos donde él, encerrarnos no sé dónde, un cuarto y vivir todos juntos. Pues no era la solución.” 

Sin un final a la vista del confinamiento, madre e hija comenzaron a preocuparse por el final de su aplazamiento de alquiler. Allison se quedaba despierta en la noche pensando en el alquiler: “Nos dieron la oportunidad de pagárselo, pero no fue como que te lo voy a regalar tampoco. Entonces ella bien tranquila y allá confiado en Dios, y yo allá en mi cuarto que no podía dormir porque sabía que debíamos la renta y muchas noches llegaba a las 4 o 5 de la mañana y yo no podía dormir del estrés”. 

Ivonne Estela Ramos y su hija Allison, al interior de su estudio en Bayview, San Francisco. Durante la pandemia, ambas originarias de El Salvador, trabajaron entregando alimentos para llegar a fin de mes.Photo: Alexis Terrazas

Ivonne y su hija no eran las únicas que se preocupaban por el alquiler. Como se informó anteriormente, la Encuesta El Tecolote 2021 muestra que el alquiler y las facturas básicas del hogar fueron los gastos que más generaron estrés de alto a extremo en la comunidad. Para aquellos inmigrantes latinx con familias en sus países de origen, que dependían de ellos para superar la pandemia, el envío de remesas era otra obligación financiera de alto estrés. A pesar de los riesgos para su salud en la pandemia, la mayoría de los encuestados trabajó al menos en un trabajo, y muchos trabajaron en más de uno, para cubrir estos preocupantes gastos.

Ivonne le pidió un préstamo a un sobrino para cubrir sus diversos gastos. Entre los inmigrantes latinos de clase trabajadora, los préstamos intrafamiliares y de amigos son deudas de honor que deben cubrirse a tiempo para mantener buenas relaciones y buen crédito. Además, Ivonne obtuvo un préstamo personal de una compañía financiera en línea y ya tenía una deuda de tarjeta de crédito relacionada con facturas médicas que absorbió de su padre meses antes.

“Al inicio, le pedí prestado a mi sobrino. Y le dije, ‘Oye hijo préstame. Yo te lo pago’. Y tenía esa pena porque yo siempre cuando le he pedido algo, así como me lo da, así se lo doy completo. Pero la pandemia no la esperábamos, yo sabía que ellos también necesitaban ese dinero. Era una angustia que mi hijo me decía, ‘No te preocupes. Él sabe, te va a esperar’. Pero yo soy de la época de atrás, que si tiras un favor la gente te saca en el momento del apuro. Pero también uno tiene que ser agradecido y cumplir en la fecha que a una le han dicho. Pero eso me mataba porque no lo estaba cumpliendo. Y habían deudas que se habían tenido porque mi papá se enfermó y se iba a operar. Pero él vino aquí y también lo atendieron aquí en el hospital. Entonces yo me hice cargo de ese deuda y lo pagué con mi tarjeta de crédito”, dijo Ivonne. “Entonces yo quizás andaba como por unos $8,000 [de deuda] y ya después, cuando vi que ya no podía seguir pagando eso me preocupaba más por los intereses. O que no estaba pagando ni siquiera la cuota que habíamos hablado y ya no se le podía pedir a los demás familia porque cada quien también teníamos nuestros problemas y nadie estaba trabajando”.

Habiendo gastado sus ahorros y pedido dinero prestado a la familia, temerosa de perder su casa, angustiada por acumular deudas impagables, Ivonne arriesgó su vida y aceptó un trabajo para pagar el alquiler atrasado. Una amiga le avisó y solicitó un turno matutino como conserje en la acaudalada zona de South Beach. Su hija, Allison, la acompañó a la entrevista, y ambas fueron contratadas en el lugar para limpiar las áreas comunes de tres edificios de condominios residenciales interconectados. Encontraron desmoralizante el trabajo duro, principalmente debido al trato humillante que recibieron de los supervisores.

“Trabajamos ahí las dos y era pesado, porque ya las dos trabajando en Lyft, tú eres tu propio jefe”, dijo Allison. “Pero ahí tenía supervisores y personas que aún con la situación y hasta trataban de ponerte menos y abajo… Y entonces eso no era para nosotros. No era un lugar donde había un buen ambiente para trabajar.”

Pronto se enteraron de que la razón por la que habían encontrado trabajo allí era porque la tropa anterior de trabajadores se había enfermado, carne de cañón del nuevo coronavirus.

“Ahí estuvimos y después dicen, ‘O sí, se contrató gente porque todos los empleados salieron con COVID porque un montón de gente que hay aquí salió con COVID’. Y supuestamente no tenemos que salir y aquí estamos para pagar las deudas y le hicimos fuerza. Ahí estuvimos orando a Dios y cuidándonos.

Ivonne añadió: “Fue también algo chocante, pero eso que ganamos sirvió cómo dar un colchón para la renta. Todo lo que ganamos sirvió para eso. 

Ivonne Estela Ramos, originaria de El Salvador, mira las fotos de su familia desde su humilde estudio en el barrio Bayview de San Francisco. Como muchos inmigrantes latinos, durante la pandemia Ramos agotó sus ahorros y arriesgó su vida buscando trabajo para pagar el alquiler. Photo: Alexis Terrazas

Durante un mes, Ivonne y Allison entraron en su turno a las 7 de la mañana y se fueron a las 4 de la tarde. Luego, estacionaron su automóvil en Embarcadero, encendieron la aplicación Doordash y se quedaron dormidas mientras esperaban que llegaran las primeras órdenes aproximadamente una hora después. La pareja trabajaría hasta las 11 de la noche entregando comida por la ciudad.

“Y así fue”, dijo Allison. “Gracias a Dios, así es cómo pudimos pagar los tres meses de renta”. 

Al día con el alquiler, madre e hija dejaron su trabajo de limpieza para continuar como un equipo de Doordash, portando la parte de un equipo de materiales peligrosos con gafas, máscaras dobles, guantes y toallitas Clorox antibacterianas. Ivonne mira a su hija. “Ella me decía: ‘Échate cloro. Mira los wipes. Ponte guantes. Ponte bien la mascarilla, ponte el gorrito, ponte los lentes’. Y yo decía: ‘Ay no. Y aquí cómo vamos, nos van a ver que estamos haciendo algo malo’”.

Pero Allison respondía: “No, es que te tienes que cubrir bien”.

Ivonne tuvo la suerte de no enfermarse del COVID-19, pero comprendió bien el grave riesgo que corría. Para abril de 2020, se sabía que los trabajadores latinx esenciales estaban soportando la peor parte del contagio en la ciudad de San Francisco. El 84 por ciento de todas las personas hospitalizadas en el Hospital General de San Francisco con el nuevo coronavirus eran latinx. En junio del año pasado, cuando Ivonne comenzó a trabajar, los números de las pruebas mostraron que el 61 por ciento de todas las pruebas positivas del COVID-19 fueron entre personas latinx, donde este grupo representa solo el 15 por ciento de la población de San Francisco. En esta etapa, los datos de la ciudad muestran que las personas latinas representan el 40 por ciento de todos los casos acumulados desde marzo de 2020, lo que los convierte en el grupo más afectado de la pandemia. Esto es lo mismo en todo California.

Ivonne tiene una teoría: “¿Quiénes fueron los más afectados? Los latinos, dicen. ¿Pero por qué los latinos? Porque nosotros teníamos a ley que saliera a trabajar. No importaba si estábamos enfermos. Si nos estábamos arriesgando. Lo que nadie quería es quedarse en la calle. Quedarse sin ningún techo para sus hijos. Sí, había alimento, pero no cubría todos los alimentos. Uno también tenía que llevar extra de alimento y no es que uno venga a pedir lujo porque no es lujo”, dijo Ivonne. “Salimos adelante, pero a veces lo que consume más es la renta y siempre estamos con la ayuda al familiar que se ha dejado en el país. Así estamos todos”.

Donde vive, Ivonne paga $2,123 dólares de alquiler. No es por falta de intentar que no viva en una vivienda más barata, pero, cuando solicitó por última vez la lotería de viviendas asequibles de San Francisco, le dijeron que tenía que ganar “menos” para calificar para las unidades disponibles. Ivonne encontró el requisito ridículo, ya que ganar menos significaba que no podría pagar su costo de vida actual, mientras esperaba un resultado incierto de la lotería de viviendas. “Pero me decían, tienes que ganar tanto. Yo decía: ‘Pero si ustedes quieren que yo gane esto pero tal vez cuando ya esté con ustedes, porque por el momento, mis gastos son elevados y si yo llego a ganar esto, pues no salgo con mis compromisos”.

Ivonne también está al tanto de los programas de alivio de alquiler que se implementaron a nivel estatal y municipal a fines de la primavera de 2021, pero como no tiene deuda de alquiler, tampoco califica para recibir asistencia: “Uno se ha llenado de deuda para pagarle al arrendador, pero no hay para brindar esa ayuda de donde uno tiene esa nueva deuda. Así que igual queda uno sobre seguir trabajando para cerrar todas esas deudas”.

En resumen, no existe un programa municipal o estatal que ayude a los trabajadores latinos esenciales, la población más afectada por la pandemia, que agotó sus ahorros o asumió una deuda intrafamiliar u otra deuda para mantenerse al día con el alquiler y las facturas.

Como Doordashers, madre e hija trabajaron a la entera disposición de aquellos que podían permitirse el lujo de confinarse y darse un festín con productos y comidas enviados a domicilio. Ivonne y Allison fueron tratadas con una mezcla de miedo y gratitud por parte de sus empleadores.

“Se miraba tantas cosas”, dijo Ivonne. “Había gente tan, quizás, atemorizada. Y había gente tan agradecida que le llegáramos a ayudar, porque le llevábamos compra de súper, no sólo comida ya hecha. Y se sentía bonito que uno, a pesar de que era algo nuevo, pero también de esa forma estabas ayudando”.  

Durante los meses siguientes, Ivonne continuó jugando al whack-a-mole con sus gastos: pagando el alquiler y las facturas del hogar, los intereses de las tarjetas de crédito, esperando cumplir pronto los préstamos familiares y enviando remesas a sus padres. Durante la pandemia, se asoció con sus hermanos para cubrir la remesa familiar y les dijo a sus padres:“Tú sabes que te puedo mandar tanto. Te voy a mandar tanto, porque no puedo ahorita. Pero de algo te va a servir. Y decían ellos: ‘No hija, preocúpate. Si tú puedes. Si no, no’”.

Pero siempre el pagar el alquiler, se volvió el principal factor estresante: “Lo que más queríamos reunir era para la renta. Porque decía, ‘¿A dónde me voy si no la puedo pagar? ¿A dónde voy a ir a buscar renta si me van a pedir más de lo que ahorita tengo aquí que pagar?’” 

Para llegar a fin de mes, cuando no estaban trabajando para Doordash, Ivonne y Allison se pararon en su otro puesto: la línea de tres horas en un banco de alimentos en una escuela cercana para recoger su despensa de comida gratuita. Al principio, Ivonne se sintió avergonzada de tener tanta necesidad. Acostumbrada a ser autosuficiente, finalmente superó su orgullo al darse cuenta de que todos los demás en la fila de alimentos estaban en la misma situación. “Aunque había ayuda de alimentos, pero como latinos, daba un poquito de pena porque yo decía, ‘hay otra gente que necesita más ayuda’. Uno no se ponía a pensar de que uno también le iba a llegar afectar.” 

Les pregunto a Ivonne y Allison que se sentía hacer doordashing repartiendo pedidos de comida, mientras ellas dependían de la despensa de comida gratis.

“Desde antes de la pandemia, eso era un lujo para mi”, dijo Allison. “Yo creo que de todo el tiempo que tengo viendo aquí, ni siquiera 10 veces he ordenado delivery. Siempre se me hacía muy caro y me parecía loco cómo la gente sólo ordenaba y ordenaba los tres tiempos de comida los ordenaban y que bueno por ellos que podían y proveían los trabajos, pero yo no podía hacer eso. Yo tenía que estar como en mi hobby de 3 horas esperando mi cajita para poder agarrar mi caja”.

Allison se ríe recordando lo bien que olía la comida a veces y el momento en que cedieron para hacer un pedido. “Y eso de que la gente ordenaba, yo me quedaba como, ‘Ah, qué rico.’ Porque esa es la cosa que pasa cuando uno hace delivery. Tú estás oliendo la comida y te quedas como, ¿y cuál es el restaurante?, ¿qué es lo que ordenó?, oh voy a regresar. Y lo hicimos una vez. N‘ombre, fuimos a ordenar dos tres cositas, $50. Y no era nada que te iba a llenar. Era muy caro”.

COVID-19 fue el evento de despojo de riqueza del siglo para la comunidad Latinx de San Francisco

La COVID-19 es “el evento de despojo de riqueza más grande que jamás hayamos visto. Y probablemente lo veremos alguna vez”, señala Ernesto Martínez, Director de Programas de Construcción de Activos en la Agencia de Desarrollo Económico de la Misión (MEDA).

MEDA es una organización que durante más de 40 años se ha dedicado a construir riqueza, espacios y poder entre la comunidad Latinx de San Francisco: “Una comunidad donde los inmigrantes pueden venir, los recién llegados pueden venir y encontrarse, construir estabilidad y luego construir su riqueza a largo plazo”, dice Martínez. Específicamente, MEDA apoya a los inmigrantes para desarrollar la estabilidad financiera, preservar y desarrollar viviendas, espacios y negocios asequibles y organizarse para un futuro equitativo.

Desafortunadamente, la COVID-19 devastó la riqueza de muchas familias latinx. Por el momento, “... es una conversación sobre cómo detener la hemorragia en términos de despojo de riqueza en nuestra comunidad y luego [apoyar] una recuperación equitativa. El enfoque clave es cómo reconstruir esa riqueza perdida que sabemos que los latinos y las comunidades han sufrido más. Estamos en medio de una de las mayores recesiones económicas en las que probablemente estaremos".

MEDA es un socio en los programas estatales y municipales de ayuda a los alquileres, pero al igual que muchas otras organizaciones involucradas en estos programas, se topó con obstáculos burocráticos gigantes para hacer que la ayuda para los alquileres estuviera disponible para la comunidad latina. Los inmigrantes especialmente, muchos indocumentados, no pueden presentar los documentos requeridos por el proceso.

“Uno de los mayores problemas que vemos es poder recopilar todos los documentos”, dijo Martínez. “Nuestra comunidad, el sistema no está construido para nosotros. Piensan, 'Oh, necesitas un W9, necesitas un contrato de arrendamiento formal. Muchas de nuestras familias no tienen contratos de arrendamiento, son subarrendatarios. Muchas de nuestras familias no necesariamente envían correos electrónicos a sus propietarios. Hablan por teléfono o en persona. Pero en general, solo se necesita mucha documentación, lo que es un desafío. Ha sido un desafío durante los últimos 16 meses".

Al anunciar la extensión de la moratoria de desalojo, el estado de California también anunció ajustes útiles, aunque pequeños, al programa estatal de alivio de la renta para reducir los obstáculos para solicitar, pero queda por ver si estos programas son culturalmente apropiados para las poblaciones de inmigrantes indocumentados en el estado, que a pesar de necesitar un alivio de renta, detestan acumular una renta atrasada, a menos que la ayuda esté garantizada.

Y para aquellos inmigrantes latinx, como Ivonne, sin deuda de alquiler, la pregunta sigue siendo grande sobre qué se hará para abordar su devastación económica. Martínez sabe que los mismos enfoques y principios para la creación de riqueza en los que MEDA se ha basado en el pasado pueden no funcionar esta vez.

“Yo diría que el mayor desafío para MEDA es pensar un poco fuera de nuestra propia caja. [...] Entendemos que no podemos acceder a los mismos servicios que teníamos previamente después de la pandemia y esperamos que haya una mayor creación de riqueza, porque realmente estamos comenzando desde un lugar mucho más bajo de riqueza comunitaria".

Actualmente, los programas de reconstrucción de riqueza y ayuda económica directa para inmigrantes no se están discutiendo a nivel estatal o municipal. Es hora de que los legisladores tengan en cuenta el papel esencial que los inmigrantes latinx en San Francisco y en el estado jugaron al sostener la economía durante la pandemia, y tomen en cuenta sus opiniones para diseñar planes de recuperación económica culturalmente apropiados.

“Los latinos y los inmigrantes han sido los que han podido sobrevivir con un ingreso promedio de $30 mil en la ciudad más cara del país”, dijo Martínez. “Eso requiere una gran habilidad financiera para hacerlo. Y habilidades presupuestarias masivas para hacerlo".

Ya hay lecciones disponibles para extraer de la Encuesta El Tecolote 2021 que podrían informar un programa de recuperación económica de este tipo para los inmigrantes latinos. Los resultados de la encuesta indicarían que si durante el pico de la pandemia, los gobiernos estatales y municipales hubieran deseado apoyar a los inmigrantes latinx para que permanecieran protegidos en su lugar y protegiendo su riqueza existente, entonces simplemente habrían cancelado el alquiler. Eso no sucedió.

Ahora, en el período de recuperación económica, si el Estado no puede proporcionar a los inmigrantes latinx ayudas de estabilización económica de fácil acceso o fondos en efectivo, entonces la forma más directa de ayudar a esta población a recuperar su riqueza es nuevamente simplemente cancelando el alquiler.

Bajo este programa alternativo, los propietarios pueden solicitar un alivio del alquiler, mostrando dificultades financieras por la COVID-19 y cumplir con el papeleo.

Epílogo

Allison ahora tiene un nuevo trabajo como asistente dental. Quiere volver a sus estudios de biología y convertirse en cirujana algún día. Madre e hija ya recuerdan con nostalgia aquellos días, cuando llenas de terror por el virus, eran trabajadoras esenciales de la Ciudad de San Francisco, entregando comida y limpieza para los ricos en el pico de la pandemia. “Y la verdad, nos unimos más. Nos fuimos más compañeras y valoramos todo lo que tenemos ahora”. 

Otra ventaja de esta experiencia es que ha hecho que Ivonne piense en cómo puede continuar su propia educación y mejorar su calidad de vida. “Veo que mis hijos ya crecieron y ahora me puedo dar tiempo a empezar otra vez de mi lado. Empezar a aprender nuevas cosas. Y ahí estoy, nuevamente estudiando. Ya hay más tiempo para aprender el inglés. Hay más tiempo para dedicarle más tiempo a mí. Y cuidarme un poquito más. Y si Dios me lo permite, pues ver a mis nietos ya adultos”.