Eric Quezada, director ejecutivo de Dolores Street Community Services habla con estudiantes de la Ruta de los Sueños.

Posiblemente uno de los sheriffs más racistas del país, Joe Arpaio, los tuvo al alcance de la mano –de hecho, los saludó–; pero no se atrevió a arrestarlos, aun cuando ellos vestían camisetas que los indentificaban como indocumentados, como lo son tres de estos cuatro muchachitos; ocurrió el 1 de junio.

A principios de 2010, comezaron a caminar las 2,400 millas que separan Miami de Washington, para que se enterara quien quisiera que anhelan ser reconocidos como iguales en las universidades, en los centros de trabajo y que están hartos de ocultarse por no tener papeles de estancia legal en los Estados Unidos.

“Nos han robado nuestra humanidad”, dijo Carlos Roa, quien desde que tenía dos años vive en los Estados Unidos; fue traído por sus padres de Venezuela. Habían pasado tres días de su encuentro con Arpaio. “Tenemos que perder el miedo”, afirmó, de visita en San Francisco.

“Queremos crear este dilema moral: o me das mis derechos o me arrestas”, dijo Roa durante una charla con activistas y la prensa, celebrada en el Dolores Street Community Center. Esa frase podría resumir la estrategia de Senda de los sueños (Trail of Dreams).

Son un equipo de cuatro: Gaby Pacheco de 25, Felipe Marcos de 22, Carlos Roa de 22, y Juan Rodríguez de 20.

Demoraron 118 días en llegar a Washington. “Empezamos el 1 de enero, sin plata, sin nada”, relató Juan Rodríguez. Según su relato, a lo largo del camino oyeron historias de abusos; vieron niños sin padres, por haber sido éstos deportados; conocieron a otros jóvenes sin acceso a la ayuda financiera que les permitiría sostener sus estudios; supieron del “miedo constante, del terror” de la comunidad inmigrante.

“Jamás creímos que en los Estados Unidos llegaría un día en que sus habitantes desaparecerían, de un día para otro, deportados. Perdemos tantas gente que ama, que construye, que sirve a este país”, expresó Felipe Marcos. Y sin gota de dramatismo: “Cada día que seguimos callados otro niño queda huérfano”. Del gobierno y su brazo ejecutor de la política migratoria, dijo: “Ellos juegan con nuestras vidas”.

Cuando llegaron a Washington ya eran celebridades. La televisión y los principales periódicos del país los seguían. Sus rostros y discursos resumían el clamor de miles más que pugnan por la aprobación del Dream Act. Cuatro veinteañeros que sólo conocen este país, sin ser de aquí, envueltos en un conflicto moderno, éticamente complejo –“¿Legalidad? ¡Las leyes no son justas!”, como dijo Felipe Marcos– y con tal peso demográfico que de su resolución depende el destino del país más poderoso del mundo.

Estudiantes Juan Rodríguez, 20, Felipe Marcos, 22, y Carlos Roa, 22.

Durante el diálogo –allí estaba Eric Quezada, director del Dolores Community Center; y al menos dos representantes del East Bay Alliance for a Sustainable Economy (EBASE)– se analizaron los pasos a seguir en la lucha por la reforma migratoria. Hubo acuerdo en que debe obtenerse una victoria inmediata.

“Si seguimos esperando el sueño completo nos moriremos todos”, dijo Juan Rodríguez. Y opinó que es preferible una estrategia gradualista: Eventual aprobación de la ley Dream, del AgJOBS, y así paulatinamente.

Felipe Marcos refirió que durante la campaña electoral de 2008, él alentó votantes a favor de Obama. “Nosotros lo ayudamos, ahora queremos un primer pago: Que detenga las redadas”, dijo.

Mas informacion: Trail of Dreams at http://www.trail2010.org