La Caravana por la Paz llega a El Paso, Texas. Cientos de personas se reunieron en la plaza para esperar a los camiones que llegaban de Santa Fe, Nuevo México. Photo Courtesy Caravanas por la Paz

La paz es un concepto con mayor peso para algunas personas que para otras. Las 80 familias que viajan con la Caravana por la Paz a través de 26 ciudades de los Estados Unidos llevan consigo la memoria de los seres queridos, arrancados de sus vidas como consecuencia de la violencia provocada por el problema de las drogas en México.

Aun cuando la caravana no pasará por San Francisco, dos de las organizaciones auspiciantes, Global Exchange y Presente.org, son del Área de la Bahía. Roberto Lovato, director de Presente.org y escritor de New America Media, viaja con la caravana.

“Soy salvadoreño y nunca he conocido a mexicanos que vivan con un terror similar a las desapariciones ocurridas en El Salvador”, dijo Lovato. “La diferencia es que esta vez lo está promoviendo Obama, no Reagan.”

Las familias han unido sus fuerzas a más de un centenar de organizaciones e individuos en una campaña pacífica que pretende “concientizar al pueblo norteamericano sobre la responsabilidad compartida por los miles de muertos, desaparecidos y desplazados de la guerra contra las drogas”, dijo Javier Sicilia, poeta y vocero de la Caravana, cuyo hijo de 24 años de edad, Juan Francisco, fue asesinado en Cuernavaca en marzo de 2011.

“Algunas de estas familias han sufrido el asesinato de cuatro o cinco de sus miembros”, recordó Ángela Marino, investigadora de Postdoctorado en la Universidad de Berkeley, quien se unió a la caravana en Nuevo México: “Tantas madres que han buscado y buscado a sus hijos desaparecidos, sólo para descubrir que fueron torturados y eventualmente asesinados … La gente es tan resistente y fuerte como para seguir golpeando puertas aunque represente un peligro para ellos; el espíritu de la caravana está dirigido por esa fuerza.”

La “responsabilidad es compartida” dice Sicilia, quien se refiere a los EEUU como el mayor consumidor de marihuana, cocaína y heroína, así como el principal proveedor de armas.

“Es la adicción en los EEUU lo que está incrementando el mercado y, por lo tanto, la guerra contra las drogas en México”—explicó Lovato—“pero en lugar de hacerle frente, los EEUU eligen mirar hacia el sur e imponer en México nuestra aun mayor adicción al militarismo y la violencia.”

Sicilia señaló que luego de 60.000 muertos, 10.000 desaparecidos, 160.000 desplazados y 8.000 huérfanos, de la denominada guerra contra las drogas, está costando más vidas que las drogas en cuestión implicadas.

“La persona adicta toma la decisión de consumirla y lastimarse a sí misma”, dijo Sicilia, “pero aquel con una pistola, mata a otros, no sólo a él. Y las armas entran al país desde los Estados Unidos.” El noventa por ciento de las armas decomisadas por el gobierno mexicano pueden ser rastreadas hasta su origen en los EEUU.

La Caravana junto con sus organizaciones de apoyo, propone luchar contra el tráfico de drogas por medio de un embargo de armas y la legalización de las drogas.

“Usted tiene que someterlas [las drogas] a la ley del mercado, de modo que pueda controlarlas como cualquier otro producto”, dijo Sicilia. “¿O qué más?, ¿Qué otra opción? Para evitar que los niños usen drogas, ¿tienes que matarlos, igual como mataron a mi hijo?”

“El gobierno de los EEUU ha gastado más de $1 trillón en la guerra contra las drogas … ¿Y qué ha ganado? Sus niveles de consumo están en un máximo histórico”, dijo Lovato.

Sin embargo, los gobiernos de Estados Unidos y México siguen obstinados en la creencia de que continuar la guerra contra los narcotraficantes tendrá éxito eventualmente. Esta visión es una reminiscencia de Hollywood, en la que el problema está resuelto luego de que los buenos disparan a los malos.

Estas políticas también crean perfiles raciales y criminalizan a la población afroamericana y latina en los EEUU. En California un afroamericano tiene 10 veces más probabilidades de ser encarcelado por portar marihuana. Según el Departamento de Justicia de los EEUU, en el 2010, los afroamericanos y los latinos representaron el 67.5 por ciento de las condenas por drogas. Mientras tanto, los criminales en México tienen un 98 por ciento de posibilidades de salir impunes por asesinato.

“No hay nadie a quién acudir. Es muy difícil saber en quién confiar”, dijo Marino, “pero sucede lo mismo en este lado, las personas cuyos familiares han sido asesinados por la policía de EEUU … ¿A quién acuden?”

Esta pregunta tuvo un peso particular cuando la caravana pasó por Anaheim, escenario de los recientes ataques brutales de la policía, y por San Diego, donde María Puga se solidarizó con la caravana: en 2010, su esposo Anastasio Hernández Rojas fue golpeado brutalmente por la Patrulla Fronteriza de los EEUU hasta morir.

“Cuando hablamos de las víctimas de la guerra contra las drogas, no sólo estamos hablando de muertes a manos de los narcotraficantes”, declaró Marino, “también hay muchos que quedan atrapados en el fuego cruzado entre la política del Estado fallido y la policía que se vuelve salvaje por la cultura de la violencia. Estas historias son paralelas y es crucial que se conecten”.

La Caravana llegará a Washington D.C. el 12 de septiembre, declarado Día Internacional de Acción para la Paz en México.
Puede seguir la Caravana por la Paz en: www.caravanforpeace.org y www.globalexchange.org/mexico/caravan.

Para firmar la petición para imponer más estricto control de armas visite  www.presente.org.

—Traducción Emilio Ramón