Secuelas del atentado con coche bomba al AMIA en 1994. Courtesy Wikipedia Commons

Por Berenice Taboada Díaz

El fiscal federal argentino Alberto Nisman fue encontrado muerto por una herida de bala en su en su apartamento en Buenos Aires el 18 de enero, horas antes de exponer su denuncia en el Congreso sobre evidencia de una conspiración del gobierno. Una pistola Bersa Thunder 22 estaba a su lado.

Todo comenzó a principios de la década de los noventa, cuando el entonces presidente de Argentina Carlos Saúl Menem, que a pesar de ser de origen sirio fue conocido como «turco», gobernaba el país. Durante sus dos mandatos consecutivos, fue intensamente acusado —y más tarde condenado— de venta ilegal de armas a Ecuador y Croacia (aunque nunca cumplió su pena de siete años en prisión, con la excusa de su edad). También fue acusado de crímenes inexplicables (como el asesinato de su propio hijo, Carlos ‘Junior’), de tener lazos con la mafia y el narcotráfico internacional (vinculados al lavado de dinero del colombiano Pablo ‘El Patrón’ Escobar) y de encubrimiento de atentados terroristas.

Bajo ese contexto y el reinado de Menem, la comunidad judía argentina —la más numerosa de Latinoamérica y la quinta mayor del mundo— sufre dos golpes trágicos. El primero sucedió el 17 de marzo de 1992, cuando el conductor de una camioneta se estrella contra la fachada del edificio de la Embajada de Israel en Buenos Aires, dejando como saldo 29 muertos y 242 heridos. El segundo ocurre un fatídico 18 de julio de 1994, con el estallido de un coche bomba frente a la AMIA (Asociación Mutual Israelita Argentina), dejando como resultado la muerte de 85 personas y cientos mas heridos.

El fiscal federal argentino Alberto Nisman fue encontrado muerto por una herida de bala en su apartamento el 18 de enero. Courtesy Wikipedia Commons.

Diez años más tarde, con Néstor Kirchner en el poder, Alberto Nisman —un abogado de origen judío— es designado fiscal en la causa del atentado de 1994. Durante su investigación determina que la organización Hezbolá y altos funcionarios iraníes fueron los responsables de los ataques, y alegó que Irán tomó represalias cuando Argentina canceló su cooperación nuclear con Irán en 1994. Nisman también concluyó que los ataques fueron encubiertos por importantes políticos argentinos, entre ellos, el ex presidente Menem y la actual presidenta Cristina Fernández de Kirchner, esposa de Néstor Kirchner.

En su defensa, el gobierno intenta deslindarse de esta muerte argumentando que fue un suicidio, aunque la autopsia detectó que la bala entró por detrás de la oreja —es decir, una posición inaudita de la mano— y, además, se sospecha que el actual secretario de seguridad, Sergio Berni, podría haber alterado documentos que implicaban a la presidenta, ya que el funcionario llegó antes que la policía a la escena del crimen.

La sospechosa muerte del fiscal Alberto Nisman reavivó entre la población local la terrible —y a veces hiperbolizada— visión de que Argentina es un país donde impera un vacío institucional, con contados casos de justicia a los poderosos y donde, los Kirchner siguen actuando, bajo un manto de corrupción, presiones al periodismo y a la oposición, y falta de democracia real.

Hoy en día los restos de Alberto Nisman descansan en el Cementerio Israelita de La Tablada, a veinte metros de las tumbas de las víctimas del atentado a la AMIA que, tras casi 21 años, aún siguen esperando justicia.