Esta historia fue publicada originalmente por CalMatters.

El presidente Joe Biden hizo historia recientemente cuando pidió al Congreso invertir en una economía del cuidado aumentando los salarios y los beneficios para los trabajadores del cuidado en el hogar. Aquí en California, tenemos la oportunidad de promover esa visión siguiendo el ejemplo de los trabajadores de la salud que están imaginando un futuro mejor y exigiendo el derecho a las protecciones básicas de salud y seguridad.

Mi pareja Jane Wagner y yo empleamos a dos empleadas domésticas, que han trabajado con nosotros durante más de 20 años. Son inmigrantes centroamericanas que llegaron a este país para mejorar su vida y la de sus familias. Son concienzudas y cariñosas, y juegan un papel esencial en la administración de nuestro hogar. Sin embargo, a pesar de su tremenda contribución, ellas, junto con otros 300 mil trabajadores domésticos en California, han sido excluidos de las leyes laborales de salud y seguridad.

Crecí en un hogar de obreros en Detroit, en un vecindario predominantemente negro. Mi padre trabajaba en una fábrica y mi madre ayudante de enfermera. Era consciente de cuántos buenos trabajadores eran maltratados.  

Desde que tenía unos 10 años, escuché un programa de radio, Beulah, sobre una familia blanca que empleaba a una trabajadora doméstica negra, Beulah, interpretada por Hattie McDaniel (y luego Lillian y luego Amanda Randolph). Mirando hacia atrás, ese personaje era en muchos sentidos una caricatura racista y sexista, pero cuando era niña, la forma en que Beulah expuso la dinámica de poder entre una trabajadora doméstica y sus empleadores me dejó una impresión que se me quedó grabada desde entonces.

Lo que me encantó del programa fue cómo Beulah se aferró a su dignidad, a pesar de las demandas de sus empleadores, que a menudo la hicieron trabajar muy duro. Cuando su jefe le pregunta qué hay para cenar después de llamarla repetidamente para subir y bajar las escaleras, ella responde en un volumen más bajo: “Me gustaría llevarles la cena y dársela al perro”. Su empleador luego dice: “¿Qué es eso, Beulah? No pude oír”. Beulah responde: “Dije, el fuego está bajando, mejor voy a buscar un tronco”.  

Beulah hizo que me doliera el estómago de tanto reír. Me puse del lado de Beulah porque reconocí su experiencia de ser tratada irrespetuosamente.  

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El año pasado ha sido devastador para los trabajadores del hogar en todo el país. Debido a la COVID-19, más del 90% de los trabajadores domésticos perdieron su empleo a finales de marzo. Y aquellos que han continuado brindando atención en persona, no han tenido las protecciones legales para exigir equipo de protección personal u otras medidas de salud y seguridad.

En California, se pidió a los trabajadores domésticos continuar haciendo su trabajo en condiciones tóxicas y peligrosas después de los devastadores incendios forestales que asolaron nuestro estado. A algunos incluso se les pidió quedarse vigilando las propiedades de sus empleadores, mientras que ellos evacuaban por su propia seguridad. Es difícil entender cómo alguien podría exponer a una persona que brinda atención y apoyo en su hogar a condiciones que amenazan su vida. Historias como estas son la razón por la que nuestro país formuló leyes de salud y seguridad en primer lugar.

Los trabajadores del hogar, la gran mayoría de las cuales son mujeres negras o inmigrantes de color, fueron excluidas de las leyes laborales promulgadas en nuestro país en los años 30. Y el legado de la exclusión ha perdurado hasta hoy. Además de las condiciones de trabajo inseguras, demasiados trabajadores reciben salarios deprimentes, experimentan condiciones laborales abusivas y algunos incluso son amenazados por los empleadores debido a su estatus migratorio.

Debido a la COVID-19, más del 90% de los trabajadores domésticos perdieron su empleo a finales de marzo.

Esta exclusión es dañina y errónea. El trabajo que ocurre dentro del hogar merece ser valorado igual que cualquier otro trabajo y debe tener las mismas protecciones. Por eso he estado siguiendo esta campaña y estoy con las trabajadoras del hogar en su lucha por obtener protecciones de salud y seguridad.

Jane y yo hacemos todo lo posible para evitar ser como los jefes de Beulah. Cuando comenzó la orden de confinamiento en el hogar en marzo, hablamos con nuestras empleadas y juntas, decidimos que sería más seguro para nosotros y nuestros seres queridos permanecer en casa. No las he visto en persona desde entonces, pero seguimos pagándoles, porque nadie debería tener que elegir entre su propia seguridad y percibir un sueldo.

Este mes, los trabajadores domésticos exigen el fin de la exclusión de las leyes de salud y seguridad a través de la Ley de Salud y Seguridad para Todos los Trabajadores, el Proyecto de ley del Senado 321, presentado por la senadora estatal María Elena Durazo. El gobernador vetó el proyecto de ley el año pasado, pero este año, él tiene la oportunidad de hacer lo correcto por nuestros trabajadores más esenciales. 

La cobertura bajo las regulaciones de Cal/OSHA garantizaría el acceso equitativo a la salud y la seguridad en sus lugares de trabajo, es decir, en nuestros hogares. Por supuesto, esto también nos beneficia a nosotros: si nuestro hogar es seguro para nuestros empleados, también lo es para nosotros y nuestras familias.   

Lily Tomlin

Lily Tomlin es una actriz, comediante y productora que vive en Los Ángeles con su pareja, la escritora Jane Wagner, MJT@twtomni.com.