Carlos Barón

“¡Ay, que bonito es volar, ay mamá!”. Las primeras palabras de ‘La Bruja’ me vienen a la mente al escribir esta nota desde Veracruz, México, el sitio cuna de esa canción.

Es un corto vuelo desde San Francisco, pero abre una gran y saludable ventana a mis percepciones. Desde esta distancia, asuntos y sentimientos pueden ser vistos desde ángulos distintos. ¡Y hay tantas cosas que pasan hoy en el mundo! La lucha de las mujeres a nivel mundial es una de ellas. Un virulento virus es otra.

Para empezar, es 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer. Un día que —más que una celebración— es una conmemoración de una larga lucha femenina por la justicia económica, social y de género, algo que se les ha negado, desde que el mundo es mundo. Aunque las mujeres sean más del 50 por ciento de la población del planeta.

Acá, en México, una gran marcha se lleva a cabo en la Ciudad de México. Un tema principal es la protesta en contra de la violencia de género, que ha provocado un obsceno número de feminicidios. En 2019, cerca de 4 mil mujeres fueron asesinadas en México, la gran mayoría a manos de familiares, parejas o conocidos por las víctimas. Esas grandes cifras son los números oficiales y todos sabemos que ‘lo oficial’ y ‘lo cierto’ son, generalmente, conceptos muy distintos.

Por todo el continente americano, las mujeres se congregan en un emocionante ejemplo de unidad internacional.

Ilustración: JuanLudd

Temprano, revisé las redes sociales y pude ver el impresionante número de mujeres que ocuparon muchas ciudades chilenas. En Santiago, la capital, las organizadoras declararon que el número de participantes había casi llegado a los 2 millones, en su mayoría mujeres. Los videos y las fotografías parecen respaldar esa aseveración, lo cual marcaría un nuevo récord en la larga historia política de ese país. No obstante, el conteo ‘oficial’ arrojó una cifra cercana a las 110 mil participantes. Un conteo realizado por los carabineros, las fuerzas policiales chilenas. Los carabineros conforman una institución fuertemente armada, cuyo trabajo pareciera ser el de “servir y proteger” a algunos más que a otros. Ellos responden, primero, a aquellos que de hecho siempre han estado por encima de todos en el país. Los dueños históricos de todo son los que tienen el control de los carabineros. Ellos no van a entregar ese control fácilmente. Y los carabineros les obedecen fielmente.

A la marcha femenina de hoy, que ha sido ruidosa, pero pacífica, le seguirá mañana un llamado a una huelga nacional, también liderada por mujeres. Estoy seguro que el 9 de marzo, los carabineros no solo se dedicarán a contar mal el número de participantes y su represión será violenta.

En Veracruz, México, junto a mi compañera Azucena, asistimos a varios eventos que se enfocaron en las luchas femeninas en México. Entre ellos, tuvimos las suerte de estar en un conversatorio que incluía a cinco mujeres: una poeta, una directora de teatro, una fotógrafa y dos representantes de un bello centro cultural.

Fue interesante observar cómo persiste una reluctancia de aceptar y abrazar el término ‘feminista’.

Todas las participantes eran claros ejemplos de excelencia artística y exhiben en sus trabajos un claro interés de representar a las mujeres, pero solo una de ellas —la más joven— se declaró feminista.

Me pareció (e hice ese comentario al final), que en México, como también pasa en Chile, incluso en San Francisco, una injusta y falsa equivalencia entre ‘machismo’ y ‘feminismo’, todavía tiene mucho peso. Una de las moderadoras, la que se presentó como feminista, respondió: “Cada mujer tiene su propio camino, marcado por su propia generación. A cada una nos pertenece nuestra autodefinición”.

Una cosa está clara: las masivas protestas de hoy en contra del patriarcado neo-liberal, están siendo lideradas por gente joven, mujeres y hombres.

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Respecto al pánico desatado por el coronavirus, al revisar los medios sociales, en todo el mundo, incluyendo lo que vemos en al área de la Bahía de San Francisco, México parece ser un espacio mucho más relajado. Acá, la gente sigue dándose la mano, se reúnen en actos masivos, bailan y se besan sin problemas, y a los representantes de Salubridad se les permite dirigirse directamente al público, algo que al parecer no ocurre en el Imperio al norte del Río Grande, donde la petulancia oficial ayuda a sembrar miedo entre la población.

En lo personal, he estado más preocupado acerca de ese viejo azote, popularmente conocido como ‘la venganza de Moctezuma’, la que ha causado estragos en los delicados intestinos de tantos visitantes que llegan desde ‘el país de la libertad’.

Finalmente, no puedo dejar de mencionar otro evento, que también ocurrió en Chile. A media semana, sucedió la muerte de dos queridos y famosos artistas del teatro chileno. Eran la pareja conformada por Alejandro Sieveking, actor y escritor, y Bélgica Castro, actriz. Estuvieron casados por 60 años. Se había conocido cuando él tenía 22 años y era estudiante en la clase de actuación de Bélgica, y ella tenía 36. Él escribió muchas obras teniéndola a ella en mente y los dos colaboraron con Víctor Jara, el cantante y teatrista chileno, en una compañía llamada Teatro del Angel.

Alejandro y Bélgica eran, tal vez, la más famosa pareja en la historia del teatro chileno. El martes pasado, Alejandro murió primero. Tenía 85 años. Al día siguiente, como si hubiera sido determinado por quien escribiera esa historia de amor, Bélgica le siguió, a la edad de 99 años.

Vida, muerte, lucha, amor, siempre interactuando, mientras termino con esta vista desde la casa del vecino.