Un ataúd decorado con flores simbolizando la muerte de la Misión durante la procesión ‘Muerte del barrio La Misión’ el 5 de octubre, una respuesta a la serie de desalojos en el barrio. Foto Shane Menez

A medida que los techos recogen los últimos rayos de sol y un sofocante día de octubre llega a su fin, un solemne grupo de personas sale de entre las sombras cargando un ataúd.

El ataúd, decorado cuidadosamente con flores y una pancarta que dice ‘La Misión’, es una alegoría de un barrio que se ha perdido.

“Estamos conmemorando la muerte de la Misión”, dijo Dennis Maxwell, uno de los organizadores de la procesión ‘Muerte del barrio La Misión’ que tuvo lugar el pasado 5 de octubre. “Estamos tratando de crear conciencia —(la ‘gentrificación’) ha afectado a tanta gente”.

Una comunidad artística próspera, su diversidad cultural e histórico activismo político, son rasgos que han hecho de éste, un barrio atractivo para nuevos residentes y agentes de bienes raíces —sin embargo, muchos lugareños temen que el actual desplazamiento de artistas, residentes de la clase obrera e inmigrantes que dieron vida y color al barrio eliminen su sabor único.

“Se puede ver la expresión artística en todas partes. Si tenemos todas estas personas ricas que llegan a nuestro barrio, todo esto va a desaparecer”, dijo Maxwell. “Creo que la gente quiere vivir en un lugar original y agradable, pero no les importa mucho lo que ya está aquí”.

El cortejo fúnebre se llevó a cabo la misma noche en que se desarrolló el Proyecto de Artes y Presentaciones de la Misión (MAPP), una actividad bimensual que comenzó hace 10 años cuando espacios locales se transforman en centros de micro-arte.

Activistas, líderes comunitarios y vecinos se unieron a la procesión por la calle 23; mientras algunos aplaudían, otros, sentados frente a sus casas, miraban curiosos.

La comitiva se detuvo frente a un edificio de apartamentos en la esquina de las calles 23 y Folsom, para depositar el ataúd en el piso. Acto seguido, los participantes dibujaron cruces con pintura blanca frente a las puertas de un edificio, denunciando los desalojos que se están produciendo allí.

“La comunidad chicana-latina de la Misión trabajó duro durante muchos años para proporcionar recursos a las personas marginadas de color… ahora, debido a todos los cambios con el aburguesamiento, se están perdiendo esos recursos”, dijo Sheila Hernández, coordinadora de la galería en el Centro Cultural de la Misión. “Las personas están siendo desplazadas a los suburbios, a la periferia. (Allá) no tienen ese tipo de recursos que les pueden ayudar con la vida, la educación, la salud —su comunidad”.

“Yo no creo que sea algo natural”, agregó. “Tiene que ver con dónde quieren vivir los ricos, y todos los demás tenemos que vivir donde podamos”.

Para los artistas locales que históricamente se han venido beneficiando de contratos de alquiler informales y el control de la renta, lo que les permitió practicar su arte alquilando pequeños estudios de arte, cada vez es más difícil mantener la escena del arte contracultural y bohemia que ha distinguido a San Francisco.

“No quisiera tener 19 años y estar tratando de comenzar algo en esta ciudad”, dijo Ron Cordova, un artista de la Misión.

En los estudios de arte Live Art Gallery en las calles 15 y Potrero, Cordova se pregunta cómo él y la docena de otros artistas que actualmente comparten el espacio de arte serán capaces de sacar todas las cosas de sus espacios de trabajo para el 1 de noviembre.

Hace dos meses, los artistas recibieron una extraña notificación de desalojo del dueño de edificio, a quien apenas si conocían.
Cuando Cordova intentó establecer contacto con el propietario, resultó que se había ido de vacaciones.

Acuerdos informales de alquiler, verbales en muchas ocasiones, era hace años una práctica común, y cuando los artistas preguntaban acerca de sus derechos, los ‘intermediarios’ de los propietarios les decían “que siempre se entiende sin necesidad de preguntar”.

“Durante años, la gente podía estar aquí y crear y probar cosas”, dijo Julien Lallemand, un ilustrador parisino que alquila un espacio en el estudio desde hace tres meses. “Algunos de nosotros estamos pensando en mantenernos juntos y tratar de encontrar un lugar donde podemos trabajar como una organización sin fines de lucro”.

A pesar de que la fecha de desalojo se acerca, muchos artistas no han comenzado a limpiar sus espacios por la incertidumbre y un profundo sentimiento de injusticia.

“Tenemos arte en nuestros corazones, podemos ir a la calle y crear allí”, dijo el reconocido artista gráfico y pintor mexicano Calixto Robles, quien ha tenido su espacio de trabajo en el estudio durante ocho años. “Pero queremos que la gente sepa lo que está pasando aquí”.

Conforme se desarraiga a la comunidad, muchos se niegan a partir en silencio
Paula Tejeda fue una de las personas que lideró la procesión ‘Muerte del barrio La Misión’. Días antes, la dueña del restaurante Chile Lindo estaba sentada en su casa de la Misión, hablando de su inminente desalojo.

“¿Dónde está el valor de todo el sudor y el esfuerzo que pusieron los artistas y las personas que crearon este ambiente… ni siquiera se reconoce”, dijo Tejeda, refiriéndose al futuro desalojo de René Yanez —cofundador de Galería de la Raza y del Día de los Muertos— y de su familia como algo “atroz”.

“¿Por qué no hay un lugar para alguien como él donde pueda hacer su trabajo y no estar en la situación que está ahora?”, dijo.

“Las personas que viven bajo control de alquiler están trabajando para mejorar su vida y la de la comunidad —no están sentados todo el día viendo la televisión… (ni son) perezosos, o simplemente no hacen nada”, dijo Tejeda. “Eso es un insulto y un prejuicio. Dudo que ser dueño de propiedad sea una realidad para todos en esta ciudad”.

En 1995, Tejeda comenzó su negocio, administrado por ella sola. Si bien se ha beneficiado de la comunidad, al mismo tiempo, dice, ha dado mucho de regreso.

“Tengo raíces en esta comunidad desde 1980 —he sido parte del movimiento artístico aquí y he introducido la cultura de mi familia (de Chile)”, dijo Tejeda.

Con sólo unos meses que le quedan para permanecer en su casa, Tejeda está tratando de dar sentido a su desalojo, encontrar un nuevo lugar para vivir y continuar con su negocio.

“Si dejo ese pequeño negocio, sería algo menos que llene el día de muchas personas. Es el lugar donde consiguen su taza de café en la mañana, dicen ‘hola’ —las conversaciones continúan”.

“Esos vínculos no pueden cortarse porque entonces estás viviendo constantemente sin raíces, y eso es lo que está siendo desplazado de la comunidad. Ahora la gente en los restaurantes no tiene rostro, no tiene una historia, no sabe tu nombre”, agregó.

—Traducción Alfonso Agirre