Para los residentes y también los recién llegados a la Misión de San Francisco, la experiencia de pasear por los ‘corredores vibrantes’ del barrio puede ser tan disímil como el día y la noche.

En la calle 24, el corazón de la Misión, dos mundos chocan conforme los iPads y los smartphones reemplazan a las cajas registradoras y la aspereza de la calle Misión se desvanece en la memoria distante a raíz de un mandato judicial que busca combatir a las pandillas y del aumento de las inversiones financieras de la alcaldía.

“Antes, en la noche, solía ser feo”, dijo Alfonso Félix, un empleado del supermercado Casa Lucas en la esquina de las calles 24 y Alabama. “Ahora las cosas están cambiando. Es mucho más tranquilo por aquí.”

Numerosas cafeterías han aparecido a lo largo del corredor de 12 bloques —símbolo disimulado de la transformación constante de un barrio que solía ser de la clase obrera, mayoritariamente inmigrante, para ser un lugar más seguro y destino turístico más exclusivo.

Si bien los intentos por embellecer y mejorar su infraestructura —nuevos medidores de estacionamiento, rampas en las aceras para las personas con discapacidad, la remodelación prevista a la Plaza del BART en las calles 24 y Misión y la poda de árboles— son evidencia de la inversión de la alcaldía en el barrio, el éxodo demográfico cuenta la historia de una comunidad inmersa en un cambio de identidad.

“Antes, había pocos estadounidenses aquí, pero comenzó a cambiar hace cuatro o cinco años”, dijo Elisa Berea, que trabaja en la Taquería Vallarta. “Ahora, los turistas vienen por los murales. El nombre de esta taquería aparece en sus guías turísticas”.

A medida que la afluencia de nuevos negocios atrae a una clientela más acomodada a la zona, muchos de los residentes y dueños de negocios latinos no se lo pueden permitir y están obligados a trasladarse a barrios más asequibles, como el Excélsior o el este de la bahía.

“El aburguesamiento está desplazando a las familias y negocios latinos”, dijo Dairo Romero, gerente de desarrollo de la comunidad en la Agencia de Desarrollo Económico de la Misión (MEDA). “Sólo la gente que tiene mucho dinero puede comenzar un nuevo negocio”.

Datos del censo de 2010 revelan una disminución del 22 por ciento de la población latina de la Misión en la última década. Los latinos antes eran casi la mitad del barrio, pero eso ha cambiado ya que alquileres más caros rebasan por mucho los medios de varias familias.

Este cambio demográfico se siente a diversos niveles. Los nuevos propietarios de negocios no pueden permitirse el lujo de establecerse en la elegante calle Valencia, por lo que deciden abrir una tienda en la calle 24.

“Recibo llamadas de personas que buscan espacio para alquilar en la calle 24 y preguntan sobre lugares donde actualmente hay negocios”, dijo Erick Arguello, presidente de la Asociación de Comerciantes y Vecinos de la Zona Baja de la Calle 24. “Eso me preocupa”.

Arguello dijo que está siendo testigo de un patrón mediante el cual negocios existentes están recibiendo ofertas de compra de parte de nuevas empresas, los propietarios del edificio suben sus alquileres drásticamente tan pronto como expiran sus contratos de arrendamiento —un círculo vicioso que ha dejado en la impotencia a inquilinos de muchos años.

“Los alquileres suben, y no pueden pagar –entonces llegan los que sí pueden, y no son las tiendas tradicionales de talante familiar”, añadió Arguello. “Desafortunadamente, no hay control de los alquileres comerciales a nivel estatal. Estos comerciantes son muy vulnerables a muchas cosas en estos momentos”.

Tanto Arguello como Romero están de acuerdo en que los propietarios de pequeños negocios tienen que estar pendientes de la jugada si quieren sobrevivir en un mercado cada vez más competitivo. Listos para renovar sus contratos de arrendamiento en el momento oportuno, manteniendo una buena relación con los caseros, y pidiendo el apoyo de la comunidad y sus clientes, son algunas de las maneras de tomar la iniciativa para proteger su presencia en el barrio.

Con poca protección legal, adaptarse a los cambios en el mercado es un paso inevitable al que se enfrentan muchos dueños de negocios que desean permanecer.

“Además de que los alquileres son demasiado caros, hay mucha gente aquí que no está ofreciendo los productos que buscan los estadounidenses”, dijo Félix, cuyo tío abrió Casa Lucas hace casi treinta años. “Ellos buscan frutas y verduras orgánicas, por eso aquí ofrecemos una gran cantidad de alimentos orgánicos”.

El supermercado siempre ha atendido los gustos diversos de la comunidad latina, explicó Félix, y los nuevos productos se están introduciendo para que se interesen los recién llegados del barrio.

“A medida que el barrio es cada vez más estadounidense, los productos cambian”, dijo. “Todo depende de la necesidad”.

Mientras que el cambio beneficia a algunos, al traer nuevos clientes y más ingresos, otras personas preocupadas ​​por la identidad cultural del barrio lamentan la sensación de “falsa felicidad” creada por el aburguesamiento.

“Es una pena, porque vienen otros con un montón de dinero —aumentan los alquileres para todos”, dijo Alba Guerra, quien abrió el restaurante Sun Rise entre las calles Folsom y Shotwell hace ocho años. “A los dueños de los edificios no les importa, porque saben que si aumentan los alquileres siempre va a haber alguien que lo pueda pagar”.

Guerra está preocupada por su restaurante familiar –fue testigo del cierre de la Taquería El Tonayense a una cuadra, diciendo que expulsaron a los dueños del negocio. En su lugar, abrió una tienda judía de delicatessen.

“Cuando abrimos el restaurante, queríamos crear un negocio que contribuyera a la comunidad”, dijo Guerra, quien todos los jueves abre las puertas de su negocio a organizaciones locales como un espacio sin costo para la celebración de reuniones y eventos comunitarios. “No somos una corporación o una cadena. Me preocupo mucho sobre este tema, porque esta es mi comunidad y mi barrio”.

—Traducción Alfonso Agirre