Detalle de una instalación de la artista Alicia Cruz para la exhibición del Día de los Muertos en el SOMArts el 8 de octubre de 2019. La instalación de Cruz está dedicada a los solicitantes de asilo que han muerto mientras intentaban cruzar hacia los EEUU o en campos de detención. Foto: Mabel Jiménez

Han pasado dos meses desde que Alicia Cruz se detuvo por última vez en la estación de autobuses Greyhound en San Antonio, Texas, ofreciendo ayuda terapéutica a familias migrantes recientemente confinadas en centros de detención del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de los EEUU (ICE, por sus siglas en inglés).

Ella tiene un tiempo limitado con algunas familias, la mayoría de las cuales huyeron del conflicto político y la violencia desenfrenada en Centroamérica, antes de que un autobús las lleve a patrocinadores o con sus familiares en todo el país. Con otras familias, puede pasar horas escuchando atentamente mientras explican la inhumanidad que les dio la bienvenida en la frontera.

“Estas familias simplemente están destrozadas; sus almas están destrozadas. Están en modo de supervivencia, están en alerta máxima, experimentan ansiedad, insomnio y pesadillas”, dijo Cruz, una terapeuta matrimonial y familiar del Centro Médico Kaiser Permanente de San Francisco.

Cruz estaba incrédula cuando el Departamento de Justicia de los EEUU implementó su política de ‘cero tolerancia’ el año pasado, al tener y procesar penalmente a cualquier adulto por entrada o reingreso ilegal. Los padres que llegaron con niños pequeños no fueron la excepción, comenzando así un ciclo tóxico de separaciones familiares en la frontera.

“A pesar de que la detención familiar había estado ocurriendo durante mucho tiempo, la idea de que las familias se separaran era tema desconocido antes”, dijo. “Esa fue una experiencia muy pesada para mí. Estaba respondiendo como madre, pero también como alguien con una familia que ha sufrido un trauma intergeneracional”.

La artista Alicia Cruz trabaja en una instalación para la exhibición anual del Día de Muertos en el SOMArts el 8 de octubre de 2019. Cruz ha visitado centros de detención de inmigrantes en Texas para proporcionar servicios de salud mental a los detenidos. Su instalación se basa en sus experiencias y está dedicada a quienes han muerto durante la detención o mientras intentaban cruzar hacia los EEUU. Foto: Mabel Jiménez

Las políticas de inmigración de los EEUU, al estar profundamente arraigadas en la opresión y discriminación sistemática, han amenazado el bienestar de las poblaciones inmigrantes durante décadas.

En el apogeo de la Gran Depresión, casi 1.8 millones de personas de ascendencia mexicana, la mayoría de ellos ciudadanos estadounidenses, fueron repatriados a México para reservar “empleos estadounidenses para estadounidenses reales”. La abuela de Cruz fue una de ellas. Siendo una niña en ese momento, junto con su familia, se vio obligada a trasladarse a un país que nunca había conocido o visto.

En 1972, su madre volvió a cruzar hacia los EEUU a pesar de tener todo el derecho legal de ingresar como hija de un ciudadano estadounidense; tenía ocho meses de embarazo. Algunas familias lograron regresar a sus vidas en este país, pero otras no tuvieron tanta suerte.

Las prácticas ilegales de deportación de la década de 1930 y las redadas informales que carecían del debido proceso, destrozaron a familias y comunidades, dejando trauma y cicatrices psicológicas.

“Esto es lo que el país [los EEUU] hace una y otra vez”, dijo Cruz. “Existe una historia de crear este tipo de experiencia infrahumana para las personas que tienen derechos, pero como son personas de color, no te valoran”.

Es esa misma injusticia lo que le llevó a ser voluntaria en la frontera, utilizando días de vacaciones o donaciones de su comunidad de San Francisco. Desde su primer viaje en enero de 2019, ha podido proporcionar recursos y asesoramiento a cientos de migrantes que enfrentan un trauma. También trabaja junto con el Centro de Educación y Servicios Legales para Refugiados e Inmigrantes (RAICES, por sus siglas en inglés), una organización no lucrativa en Texas que brinda ayuda legal a niños inmigrantes, familias y refugiados.

La experiencia de un año inspiró su última instalación de arte ‘La Causa’, uno de los muchos altares tradicionales y contemporáneos presentados en la exposición anual Día de los Muertos en el Centro Cultural SOMArts. ‘La Causa’ está dedicada a las familias que Cruz conoció en San Antonio y su lucha continua por sobrevivir.

“La instalación es solo una nota al pie de página de lo que estoy tratando de hacer. Es una plataforma para el mensaje de lo que está sucediendo y la brutal verdad de lo que he visto y oído”, dijo Cruz.

La hielera

Los disturbios aumentan a medida que un número creciente de migrantes, bloqueados en los puertos de entrada por una serie de reformas de inmigración, intentan cruzar las fronteras corriendo mayores riesgos

“Ayúdame, ayúdame por favor. Me estoy ahogando”, gritó una madre de Honduras, sosteniendo a su hija de tres años sobre el agua mientras cruzaban el Río Grande. Vio a un oficial de Aduanas y Protección Fronteriza de los EEUU (un CBP), cerca y le pidió ayuda. Pero el hombre se quedó quieto y observó cómo la corriente barría a la madre río abajo con su hija fuertemente agarrada en sus brazos.

Agotadas y gravemente magulladas por los escombros, las dos llegaron a la orilla del río y fueron llevadas a una instalación de CBP. Pasaron horas encerradas en lo que muchos llaman ‘la hielera’ o la nevera, una sala de espera abarrotada y sin ventanas que se mantiene a temperaturas heladas. Las mantas de aluminio proporcionadas hicieron poco para mantenerlas calientes porque sus ropas aún estaban empapadas. Su hija se resfrió más tarde esa noche, como muchos otros migrantes que se estuvieron en una habitación que nunca vio la luz del día.

Habían pasado varias semanas antes de que las dejaran en la estación de autobuses y les dieran boletos de ida desde San Antonio. Cruz se sentó con la familia hasta que llegó su autobús, luego regresó al trabajo.

Para muchas familias liberadas y en espera de audiencias judiciales, la incertidumbre y la desconfianza persisten.

“Esta madre siempre tendrá miedo de las personas uniformadas, personas en quienes se supone puede buscar ayuda”, dijo Cruz. “Necesitamos ayudar a cambiar esa narrativa; de lo contrario, ella y su hija siempre tendrán una barrera con la curación”.

La vida en jaulas

El Acuerdo de Conciliación de Flores (establecido en 1997 como un acuerdo de la demanda colectiva California Flores v. Reno) establece que un CBP no debe retener a menores no acompañados por más de 72 horas y requiere su liberación de los centros de detención de ICE dentro de 20 días. Sin embargo, a pesar de las protecciones otorgadas en el acuerdo, que establece estándares para el tratamiento de los niños migrantes, cientos de familias aún se encuentran atrapadas en un sistema de detención prolongado y condiciones cada vez más graves.

Los adultos se dividieron en cercas de eslabones de cadena, a menudo conocida como ‘la perrera’, dejando a los niños cuidarse unos a otros en instalaciones que carecían de acceso adecuado a alimentos y agua, atención médica y saneamiento básico.

“Los animales son tratados mejor que esto”, dijeron las familias a Cruz. Sus historias pesan mucho en su mente, cada una detalla los horrores infligidos a los migrantes.

“En las jaulas, a veces los niños tratarán de consolarse”, dijo Cruz entre lágrimas. “Creo que es algo innato en nuestros cuerpos hacer eso. Somos humanos de esa manera. Pero luego los oficiales golpearán la jaula, los separarán o les dirán que dejen de ser bebés”. Cruz respiró profundamente: “Simplemente no lo entiendo”.

Las declaraciones que describen maltrato y negligencia entre los guardias fueron recurrentes durante sus conversaciones con las familias. Los padres dijeron que les gritaban si saludaban a sus hijos que se encontraban en jaulas separadas; a las madres se les negaban los pañales limpios para sus bebés y los adultos se veían obligados a permanecer de pie durante la noche.

Había un niño de 10 años que no podía parar de llorar, le dijo una familia a Cruz. Los oficiales sacaron al niño de la jaula por un tiempo y esperaron hasta que se calmara. Se sentó en el suelo con las muñecas esposadas. “Imagina ese tipo de trauma. Nunca puedes olvidar eso, y eso va a vivir con este niño por el resto de su vida. Esto es lo que crea la próxima generación de abusos” dijo Cruz.

Según un informe de septiembre de 2019 de Salud y Servicios Humanitarios, los niños separados sufrieron niveles elevados de angustia mental, exhibieron sentimientos de abandono y experimentaron “dolor agudo que los hizo llorar desconsoladamente”.

Los niños que enfrentan un trauma tienen un mayor riesgo de trastornos de salud mental, ansiedad, depresión, abuso de sustancias y comportamientos relacionados con el suicidio que pueden crear problemas de por vida.

Signos de trauma

La artista Alicia Cruz trabaja en una instalación para la exhibición anual del Día de Muertos en el SOMArts el 8 de octubre de 2019. Cruz ha visitado centros de detención de inmigrantes en Texas para proporcionar servicios de salud mental a los detenidos. Su instalación se basa en sus experiencias y está dedicada a quienes han muerto durante la detención o mientras intentaban cruzar hacia los EEUU. Foto: Mabel Jiménez

Cruz sabía que tenía que acercarse a los niños mayores de manera diferente, entendiendo la triste realidad de que habían sido separados de sus familias. Se sentó con ellos un rato y se disculpó por el viaje que ningún niño debería tener que recorrer.

“Algunos de ellos lloran, pero en su mayoría tienen esa expresión disociada en la cara, como si se hubieran ido a alguna parte”, dijo Cruz. “Me gustaría decirles que será más fácil, pero no lo es. Va a ser más difícil porque recuerdan esto de una manera diferente a como lo haría un niño más pequeño”. 

La política de ‘cero tolerancia’ no solo separó a miles de familias; los dejó con daños físicos irreparables y traumas emocionales, que se manifiestan de manera diferente de persona a persona.

Los bebés y los niños pequeños pueden volverse más apegados a padres, comenzar a mojar sus camas o no poder dormir ni bañarse solos. Los adolescentes podrían tender a retirarse o rebelarse, según Cruz. Ella les recuerda a los padres que sean pacientes con sus hijos, que busquen las señales y que utilicen todos los recursos disponibles. “Es importante normalizar esta experiencia para ellos. Se recuperarán, pero llevará tiempo”.

Poner fin a la guerra contra los inmigrantes

“Le preguntaremos a las familias, ‘¿Habrías hecho esto si supieras que tu hijo se separaría de ti?’ Y ellos dirán ‘Sí, lo haría porque estaría dispuesto a arriesgar mi relación con mi hijo y cortar eso con tal que mi hijo viva. No vienen aquí por una vida mejor. Vienen aquí para mantenerse con vida. Es muy diferente porque es vida o muerte”, dijo Cruz.

En diciembre, Cruz se unirá a un grupo de terapeutas bilingües en las ciudades fronterizas mexicanas para brindar apoyo a los solicitantes de asilo, muchos de los cuales están atrapados en un estado de limbo después de que nuevas restricciones amenazan su derecho a buscar protección. Será su sexto viaje voluntario este año, pero el trabajo no se detiene allí.

Cruz enfatiza la obligación que tiene la gente de ponerse de pie y hablar en contra de las injusticias que les ocurren a los migrantes. Las oportunidades para ayudar son infinitas. Uno puede llamar y enviar correos electrónicos a funcionarios electos, ser voluntario como traductor o abogado, o donar a organizaciones locales que brindan asistencia legal, alimentos y vivienda, y donar fondos para familias migrantes.