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Tras observar la enorme pared de vidrio dentro del Presidio Officers Club, que enlista a más de cien mil nombres de japoneses estadounidenses recluidos durante la Segunda Guerra Mundial, Arthur Yasushi Sato finalmente encontró los nombres que estaba buscando.

“No puedo llamarle emoción”, dijo Sato, describiendo su experiencia sobre la exposición ‘Exclusión: el papel de Presidio en la encarcelación japonesa estadounidense de la Segunda Guerra Mundial’, que visitó con su hijo, Ilyich ‘Equipto’ Sato. Juntos, localizaron los nombres del padre, madre y la hermana mayor de Sato. “Fue la sensación de que estaban allí, el reconocimiento de que estaban allí… víctimas de esta grave injusticia”.

El nombre que Sato no encontró fue el suyo. El 26 de junio de 1944 nació (a dos años del confinamiento de japoneses estadounidenses) al sudeste de Colorado, en el campo de reclusión Amache, también conocido por su nombre oficial, Granada War Relocation Center.

Exposición sobre la exclusión

‘Jurar lealtad’, hecho de alambre de púas y madera del campamento de encarcelamiento Tule Lake, donde el padre de la artista Judy Shintani fue recluido. Cortesía: The Presidio

La exhibición de Presidio se inauguró en abril de 2017, 75 años después de que el presidente Franklin D. Roosevelt firmara la Orden Ejecutiva 9066, que llevó a la destitución forzada y el encarcelamiento de 120 mil personas de ascendencia japonesa de la costa oeste.

“La orden vino de aquí”, dijo la directora de Presidio Trust, Jean Fraser, durante una mesa redonda sobre medios étnicos organizada por New America Media, el 5 de octubre de 2017. “Tenemos que entender por qué sucedió esto”, expuso.

La respuesta concreta de por qué 120 mil personas fueron encarceladas es aterradora: “Es una de las grandes ironías que nuestro presidente comenzara su mandato con palabras como ‘Todo lo que tenemos que temer es el miedo’, [y luego] creara una orden ejecutiva que facultaba a un general para encarcelar a más de cien  mil personas por miedo”, dijo Eric Blind, director de los programas patrimoniales de Presidio Trust. “Una de las cosas que encontramos a través de nuestra investigación fue cómo esto se manifestó… [a través] de una serie de pequeñas acciones”, agregó.

Esas acciones comenzaron después de Pearl Harbor, con el teniente general John L. DeWitt, quien firmó 108 órdenes de exclusión civil desde su oficina de Comando de Defensa Occidental en el edificio 35 de Presidio, con lo cual implementó la Orden Ejecutiva 9066.

Sin embargo, antes de firmar esas órdenes, Dewitt dudaba de que el encarcelamiento de japoneses-americanos —sesenta de ellos estudiantes de la Escuela de idiomas del Servicio de Inteligencia Militar del Presidio como parte del esfuerzo de la Guerra— debiera o pudiera llevarse a cabo.

“Después de todo, un ciudadano estadounidense es ciudadano estadounidense”, Dewitt dijo, según informes.

“Pero hubo voces que le siguieron hablando [a Dewitt]”, explicó Blind, señalando al coronel Karl Bendetsen. Bendetsen “siguió hablando con él sobre sus temores, sobre sus sospechas, sobre ‘el otro’. Sobre otras personas entre nosotros, y qué pasaría si no se tomaran medidas decisivas”.

Dewitt ignoró su propio escepticismo inicial (y el debido proceso para ciudadanos estadounidenses) y puso las ruedas en marcha para el encarcelamiento japonés.

Tomomi y Kimiye Sato fueron dos de esos encarcelados.

La historia de Sato

Art Sato sostiene una fotografía de sí mismo con su madre Kimiye y su padre Tomomi durante su reclusión en el campo de detención Amache. Foto: Alexis Terrazas

Tomomi (o Tom) nació y se crió en Sacramento, y Kimiye (Kimi) nació en Castroville. Los dos eran ‘Nisei’ (es decir, la primera generación de hijos nacidos en los EEUU de padres japoneses) y provenían de familias de agricultores. Tom y Kimi se casaron y se establecieron en Sacramento hasta la Segunda Guerra Mundial.

En el momento de su evacuación forzada, Kimi estaba embarazada de su primera hija, Gloria. Mientras que Tom fue enviado a Camp Amache, Kimi fue al Merced Temporary Assembly Center.

“No me gusta el nombre”, dijo Sato en referencia a los campamentos temporales de reclusión para japoneses estadounidenses mientras se construían y terminaban los campamentos permanentes. Tomomi se vio obligado a perderse el nacimiento de su hija. “Estaban separados. Después del nacimiento, los subieron a un tren”.

De las 120 mil personas encarceladas, dos tercios eran ciudadanos nacidos en los EEUU.

“Ese otro tercio fueron los ‘Issei’ (inmigrantes japoneses), a quienes no se les permitió ser ciudadanos”, dijo Sato. “No es que no quisieran serlo. Debido a la ley racista de inmigración de 1926, se les prohibió ser ciudadanos”.

Dos años después, la pareja tuvo su segundo hijo, Arthur. Sato no recuerda Amache, que fue clausurado el 15 de octubre de 1945, un año y cuatro meses después de su nacimiento. Pero como amante del jazz, la canción ‘Denver Union Station’, del saxofonista Francis Wong y el nacido en Fresno y luego poeta laureado de Oregon, Lawson Inada, tiene una gran resonancia. Inada, quien también fue recluido en Amache cuando niño, cuenta la historia, con poesía y música, de haber sido liberado de Amache y luego subir un tren en la estación Denver Union Station.

“Yo estaba en ese tren, probablemente en los brazos de mi madre”, dijo Sato.

Sato nunca ha estado en Amache, pero planea visitar el sitio de su nacimiento junto con su hijo: “También tengo curiosidad por saber si ese tren todavía va desde Granada a la estación Denver Union”, dijo Sato. “Porque me encantaría recorrerlo”.

Después de la reclusión

Los abuelos de Art Sato, del lado Oshita de su madre, frente a un jardín de rocas que ellos construyeron en Amache. Cortesía: Art Sato

Tom y Kimi decidieron quedarse en Denver y buscar un nuevo hogar, y tuvieron otra hija, Janet, porque Sato explicó que “el racismo [en California] se había intensificado después de la guerra, y no querían que los japoneses regresaran”.

Según Richard Reeves, autor de un libro sobre este tema, resulta una “Infamia que una columnista del San Francisco Examiner en el momento haya escritor que ‘cortaría la garganta’ de cualquier recluido que intentara regresar a California”.

“Y esto era común. Era normal, y aceptado en los medios”, dijo Sato. Aunque la Segunda Guerra Mundial había terminado, las difamaciones contra los japoneses no lo hicieron. Las películas de la Segunda Guerra Mundial fueron muchas en la década de 1950, cuando los EEUU continuó librando guerras en Asia. “La deshumanización de los japoneses fue simplemente increíble”.

Los Sato finalmente regresaron a Sacramento, donde Tom trabajó como jardinero hasta el día de su jubilación.

“California era su hogar, y el hogar de mi madre… el único hogar que conocían”, dijo Sato.

Tom y Kimi, como muchas familias japonesas después de la Segunda Guerra Mundial, rara vez hablaron sobre la experiencia con sus hijos. “Había mucha vergüenza”, dijo Sato.

Pero cuando él y sus hermanas tuvieron la edad suficiente, su madre rompió el silencio: “Todos estábamos en la escuela primaria, siendo adoctrinados, podríamos decir, a los valores de la democracia estadounidense, y así sucesivamente”, recordó Sato. “Y creo que fue mi hermana mayor, Gloria, la que dijo: ‘¿Y la gente no dijo nada?’”.

No lo hicieron, Kimi le dijo a sus hijos. “Ese es el recuerdo que tengo”, dijo Sato. “Y después de eso no se habló mucho”.

Pero Sato no se quedaría callado.

Sato el activista

Art Sato y su madre, Kimiye en el campo de reclusión Amache al sureste de Colorado, alrededor de 1944. Cortesía: Art Sato

Aunque su educación fue apolítica, Sato comenzó a desarrollar una conciencia social tras graduarse de la universidad estatal de San Francisco y ser reclutado en la guerra de Vietnam como médico. Fue enviado a Tailandia.

“Casi de forma abrumadora, las personas fueron enviadas a Vietnam, y los médicos tenían una alta tasa de mortalidad, comprensiblemente, porque uno tiene que ir a donde la gente haya recibido un disparo”, dijo Sato. “Pero tuve suerte”.

Sato regresó a los EEUU en 1969 y se unió a las protestas contra la guerra.

“Mis padres, y gran parte de esa generación, estaban tratando de asimilarse y convertirse en buenos estadounidenses”, dijo Sato. “Incluso si pensaban que esto estaba mal, [había este] miedo a ‘no querer volver a los campos, no queremos que vayas a la cárcel’”.

Después del 11 de septiembre, los ideales activistas de Sato volvieron a enfocarse.

“La izquierda y los progresistas entraron en las sombras y no salieron durante mucho tiempo. Todos sabían que la respuesta sería la guerra”, dijo Sato. “Pero una cosa que hicieron las organizaciones japonesas americanas, porque sabían que no era suficiente llorar por las víctimas, sí, hay que llorar por las víctimas que están atrapadas en esta horrible situación, pero hay que evitar más víctimas”. Las próximas víctimas. Debes preveer lo que se avecina”.

Esas víctimas son la razón por la que Sato se siente obligado a contar su historia: “En este momento me siento más urgido y responsable de hablar”, dijo Sato. “Es importante que las personas que están siendo criminalizadas, perseguidas y demonizadas, que sepan que no están solas, que tienen muchos aliados aquí que están dispuestos a hacer lo que sea para detener esto”.