[su_heading size=»40″ align=»left»]Tiempo de Oscuridad para Sunrise[/su_heading]

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Cuando el nuevo arrendador de Alba Guerra le notificó que su alquiler mensual aumentaría $3 mil, solo pudo pensar en acudir a la comunidad en busca de ayuda.

Guerra, dueña del restaurante Sunrise, un restaurante salvadoreño ubicado en el 3126 de la calle 24, escribió una publicación en Facebook la noche del 14 de febrero, solicitando el apoyo de la comunidad de la Misión a raíz de ese sustancial aumento.

“Desafortunadamente después de 13 años de servicio a la comunidad, el nuevo propietario ha aumentado mi alquiler mensual en $3 mil, lo que significa que ahora voy a tener que pagar $7,800 por mes a partir del 1 de abril”, escribió Guerra. “Esto sucede porque no hay control sobre el alquiler que hace que los negocios más pequeños desaparezcan debido al hecho de que no pueden pagar el alquiler masivo”.

Cuando Guerra se mudó hace 13 años, pagaba $4 mil por mes. Pero cuando renovó su contrato de arrendamiento en 2013, su alquiler se elevó a $4,800. El nuevo propietario, Andrew On Tak Kong, compró el edificio ubicado en las calles Folsom y Shotwell en marzo de 2014. Y el pasado 10 de febrero, mientras se encontraba en su trabajo y con su contrato apunto de expirar, Kong le entregó a Guerra la renovación del contrato en el cual se expresa el nuevo alquiler de $7,800 por mes.

Guerra, que celebró su 50 cumpleaños el 16 de febrero, quedó atónita: “Me dijo que firmara y le dije: ‘No voy a firmar, porque no sé si puedo pagar esto’. Me dijo: ‘Sí, puedes subir los precios del menú’”, narró la propietaria del restaurante.

Guerra recurrió a Diana Ponce de León, gerente del programa Invest In Neighborhoods de la Oficina de Desarrollo Económico y Laboral de la Alcaldía. Y poco después de su publicación en Facebook, la noticia de un posible desalojo impulsó a su comunidad a tomar medidas.

“Las noticias de este aumento a alquiler se han difundido en toda la comunidad, y la gente está lista para salir y proteger estos bienes culturales”, dijo Erick Argüello, presidente y cofundador de Calle 24. “Realmente vamos a pornernos firmes con esto, porque esto es lo que estamos tratando de hacer: proteger a estos pequeños negocios de estos aumentos de renta”.

Argüello escribió una carta a Kong pidiéndole que reconsidere el aumento del alquiler o que al menos negocie. Argüello también envió copias de la carta a la Supervisora ​​del Distrito 9, Hillary Ronan, a Ponce De León, a la Asociación de Desarrollo Económico de la Misión (MEDA), a Unidos para Salvar la Misión y Nuestra Misión Sin Desalojo.

Argüello también dijo que Calle 24 actualmente está trabajando para que Guerra tenga un abogado por medio de la oficina del alcalde.

“A decir verdad, no sé qué va a pasar. Si van a negociar y bajar el alquiler, genial. Si no, todavía voy a pelear”, dijo Guerra. “Este espacio no es solo mío, no es solo mi negocio. La gente sabe que cuando se abrió este negocio, era un espacio para la comunidad. Si este restaurante cierra, no podremos devolver a la comunidad”.

Cercano a la caja registradora, Guerra exhibe orgullosamente media docena de premios, que van desde ser reconocidos por su servicio a la comunidad, hasta premios de negocios en el vecindario. Periódicamente realiza eventos de recaudación de fondos y eventos en su restaurante, a veces dona el 20 por ciento de sus ingresos.

Pero al estar ubicado en la calle 24 durante más de una década, Guerra ha sido testigo de un cambio sustancial: “Los pequeños negocios están desapareciendo aquí”, dijo y agregó: “Aquí, en la calle 24, somos el único restaurante salvadoreño que ha sobrevivido. Estoy realmente preocupada. Tengo hijos, empleados que dependen de mí. Digamos que si no pasa nada y acepto pagar este alquiler, el vecino será el siguiente. Todos los demás tendrán que pagar lo que estoy pagando”.

Guerra dijo que ha aumentado los precios del menú a lo largo de los años, pero teme que tenga que hacerlo una vez más, algo que teme que a sus clientes no les guste. “Tengo que aumentar los precios ahora. Es algo que voy a intentar, pero no sé cómo lo tomarán mis clientes”.

Guerra dejó su tierra natal, El Salvador, para venir a los EEUU hace 30 años, y trabajaba habitualmente en restaurantes. “Al igual que cualquier otra persona, tuve un sueño”, dijo. “Mi sueño era tener mi propio negocio. Y que no me traten como me trataron en mis otros trabajos. Un ambiente saludable para mis empleados. Nos vemos como familia. Somos un restaurante familiar”.

El esposo de Guerra compra los insumos y se encarga del mantenimiento, mientras que sus hijos —uno que estudia en la universidad de Santa Cruz y otro que asiste a la June Jordan School for Equity— ayudan con los platos y el papeleo.

“Voy a pelear”, dijo, “no me voy a salir fácilmente. Yo no me daré por vencida”.

Hasta el cierre de edición, no se pudo contactar a Kong para su derecho de réplica.