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Un homenaje para Kathryn Steinle el 14 de julio, en el Muelle 14 en San Francisco. Steinle recibió un disparo en el pecho y luego falleció en el Hospital General de la ciudad. Foto Santiago Mejía

El 30 de noviembre —el día en que un jurado de San Francisco absolvió a José Inés García Zarate de la trágica y altamente politizada muerte de Kathryn Steinle— todos perdimos.

La familia Steinle se vio obligada a revivir el sufrimiento de su pérdida y las comunidades de inmigrantes de todo el mundo fueron condenadas en el tribunal de la opinión pública, en una violenta reacción nativista contra las ciudades santuario.

En verdad, todos perdimos cuando nosotros —especialmente quienes estamos en los medios— permitimos que la tragedia se politizara en la forma en que lo hizo. Desde el momento en que se identificó a García Zarate (aunque falsamente, al principio, como Juan Francisco López Sánchez), nos hemos visto obligados a soportar el discurso racista de un malvado inmigrante “ilegal” que asesina a sangre fría a una inocente mujer blanca.

Este discurso, de larga y deprimente historia en los EEUU, fue aprovechada rápidamente por el entonces candidato Donald Trump, así como por una serie de medios de derecha. Despojó a García Zárate de su derecho a ser asumido como inocente hasta serle demostrada su culpabilidad.

Un momento de silencio para Kathryn Steinle durante la conferencia de prensa en las escalinatas del ayuntamiento de San Francisco el 14 de julio. Foto Santiago Mejía

La historia fue tan exitosa que muchos en los medios y en el sector público se sorprendieron sinceramente y luego se enojaron cuando García Zárate fue declarado inocente.

Por supuesto, fue el jurado el que presentó todos los hechos, y no el presidente ni la prensa. Y fue el jurado quien decidió que la única bala que rebotó en el suelo y que viajó 21 metros antes de impactarse en Kate Steinle no era premeditada o intencional. Los jurados también tomaron en cuenta el estado mental de García Zarate, así como el hecho de que un tercer desconocido robó el arma de una patrulla no vigilada y que no está claro cómo García Zarate incluso obtuvo el arma.

Sin embargo, nada de eso parece importar mucho en el clima político tóxico actual. Asimismo, no parece importar que múltiples estudios hayan demostrado que los inmigrantes indocumentados son menos propensos a cometer delitos (por temor a ser deportados), o que las políticas santuario realmente hacen que las ciudades sean más seguras por el simple hecho de que las comunidades se vuelven más peligrosas cuando los residentes tienen miedo de involucrarse con las fuerzas del orden público.

Lo que importa son las condiciones que permiten a nuestro presidente explotar una tragedia sin sentido para incriminar a grupos enteros de personas en su propio beneficio político. Desafortunadamente, el veredicto de Steinle solo agregará combustible al fuego. En todo caso, en un futuro cercano podemos esperar más reacciones violentas contra las comunidades de inmigrantes y las ciudades santuario.