[su_carousel source=»media: 37526,37527,37528,37529,37530,37531,37532″ limit=»65″ link=»lightbox» width=»800″ height=»540″ responsive=»no» items=»1″]

Nota del Editor: La siguiente historia fue producida como parte del programa de prácticas de medios de Acción Latina, Chicas y Mujeres Poderosas, que se lanzó en enero de 2018. La pasantía brindó capacitación a jóvenes, de entre 13 y 17 años, sobre periodismo, una industria predominantemente masculina. El Tecolote publicará sus proyectos finales periódicamente. La siguiente historia es de Ella Ramrayka Rogers, de 14 años de edad, una estudiante en Children’s Day School.

De niña, Susan Cervantes jugaba con sus hermanas y se escondía detrás de las plantas grandes y árboles del invernadero de su abuela en Dallas. En ese entonces, ella no sabía que quería ser artista, mucho menos muralista, pero su familia siempre creaba arte, inclusive sin saberlo.

Su padre y abuelo eran músicos autodidactas y sus hermanas creadoras de edredones genuinos. “O sea, todas ellas sabían cómo coser, hacer su propia ropa. Eso era lo que se hacía hace mucho tiempo atrás”, dice entre risas. “Pero no creo que ninguno de ellos se considerarán artistas”.

Sentada frente a la muralista de la Misión, justo al atardecer de un día ventoso en San Francisco, pero dentro de una tienda colorida con un letrero gigante en amarillo, montado en la fachada en el cual se lee ‘PRECITA EYES’. Susan Cervantes, de 73 años, es bien conocida en la comunidad de la Misión por sus hermosos murales, y como una de las fundadoras y directora de Precita Eyes Muralist en el Distrito de la Misión en San Francisco. Establecido en 1977, Precita Eyes es uno de los pocos centros de arte de murales comunitarios en los EEUU.

Cervantes ha pintado sus murales desde 1975, sin embargo no está dispuesta a decirme sobre su primer mural: “No sé si quiero decir cuál fue mi primer mural”, suelta una risa antes de suspirar y continuar, “bueno… fui invitada a hacer un mural justo al lado donde vivía en la calle Valencia, Valencia y la 22, y se llamaba Coffee Don’s y el dueño quería un mural en su pared y su negocio”. Y Cervantes lo hizo a cambio de comida.

Pero no siempre fue muralista. Su carrera artística empezó en su ciudad natal Dallas cuando todavía era una niña. “Me encantaba pintar”, comenta y agrega: “Esa era mi pasión desde el comienzo”. A ella la animó su familia, maestros, todos la asistieron en su trayectoria para llegar a ser la artista que es hoy.

En el colegio, a pesar de que era una buena estudiante de arte, no le “gustaba ir al colegio tanto”, tomó el asunto en sus manos y se registró en la escuela de verano. De esa manera, cuando iba a su colegio regular, podía hacer arte todo el día.

Cervantes se graduó antes, y fue entonces que decidió ir a la escuela de arte en San Francisco.

“No hay buenas escuelas de arte en Texas”, dijo. “Entonces, fui a la biblioteca del museo y me enteré que había una escuela de arte aquí y una en Philadelphia —esas eran las únicas dos escuelas de arte en el país que otorgaban títulos en aquel entonces. Y mis padres querían que tuviera un título. Entonces en vez de ir a la costa este, fui a la costa oeste, entonces llegué aquí. Y me he quedado aquí desde ese entonces”, lo dice de manera simple como que si fuera una decisión fácil de tomar para alguien de entonces 17 años.

Sin embargo no todo fue fácil para ella. Explica que uno de los problemas de la comunidad artística es que se tome en serio al muralismo y a los muralistas: “Yo creo que solo tener respeto (es un problema). “Tener respeto por el arte que es diseñado y pintado por la comunidad, y que también lo estamos haciendo con la comunidad es tan importante como cualquier otra forma de arte”.

Conseguir financiamiento para los murales comunitarios es otro problema, explica: “Obtener financiamiento para lo que haces siempre es un reto. Siempre he sido una defensora de los derechos de los artistas también. Eso es algo que siempre hemos tenido que proteger y que vamos a continuar protegiendo”.

Entonces Cervantes menciona los puntos destacados de ser un muralista moderno. “He estado en esto por 50 años, como muchos otros artistas, y creo que finalmente se le está dando respeto. Y también ver cómo ha crecido. O sea, cuando comenzamos en los setenta, había solo cinco murales quizás, ahora hay 650 murales. Y no solo son los murales comunitarios, también murales de individuos, arte callejero, graffiti, plantillas, lo que sea”, comenta riéndose y agrega: “Todo esto ha nacido de este tipo de movimiento de arte de la gente. Y me gusta cuando es para la gente… por la gente… en su mayoría”.

En un futuro, Cervantes instalará un mural nuevo frente a Precita —un mosaico grande inspirado en el arte indígena que va a decorar su taller. Su obra en el Edificio de las Muejres, en la Misión, será conmemorado en un libro. Para mayor información hay un artículo sobre sus murales que apenas fue publicado en El Tecolote.

Cervantes anima a cualquier artista joven y ambicioso a estar alerta y a unirse a aquellos que los apoyen. “Yo diría, que miren a su alrededor y vean dónde pueden contribuir con sus habilidades y su arte… puede que sea en la tienda de la esquina o la iglesia —puede que sea algo que sea parte de tu ambiente, parte de tu barrio. Entonces, comparte tu arte con esa gente, porque cuando te vean todo el tiempo, ellos serán quienes te apoyarán”.