[su_carousel source=»media: 37330,37334,37335,37333″ limit=»65″ link=»lightbox» width=»800″ height=»540″ responsive=»no» items=»1″]

Cuando los hombres de Wawa Bar —una comunidad indígena miskitu ubicada en la remota región autónoma de la costa norte del Caribe de Nicaragua— conocieron a Shana Zamora Dixon, dudaron que permaneciera mucho tiempo entre ellos.

“Existe una percepción en nuestra comunidad de que este es trabajo de hombres”, dijo Dixon, quien comenzó en 2015 a construir tanques colectores de agua para proveer a su comunidad de agua limpia para beber. “Cuestionaron mi capacidad, mi aptitud… dijeron que duraría dos o tres días”.

Sin embargo, al igual que su gente miskitu, quienes a pesar de vivir alejados de la sociedad siguen siendo objetivo de forasteros y estafadores en busca de sus recursos naturales, Dixon persistió.

Dixon es una mujer casada, de 25 años de edad y madre de dos hijos, que ha vivido toda su vida en Wawa Bar, un lugar accesible solo por barco. Cada día, un bote zarpa desde Wawa Bar a las 5 de la mañana, trayendo pasajeros a Bilwi, la capital de la región, y no vuelve hasta el medio día. Para la entrevista con El Tecolote, Dixon —quien no habla español, pero se comunica por medio de un intérprete— viajó a Bilwi. Es una travesía por ríos y lagos que puede demorar de una a dos horas, dependiendo la cantidad de pasajeros que lleve la embarcación. Y es el lugar más cercano con servicio de internet más o menos decente.

No hay caminos en Wawa Bar. La infraestructura es limitada al igual que el trabajo y solo cuentan con una enfermera de medio tiempo que puede estar ausente por varios días.  El gobierno de Nicaragua (aunque la capital Managua está a sólo 350 kilómetros de distancia, se encuentra al otro extremo del país) no ofrece ayuda a estas comunidades indígenas; y el acceso al agua potable es escasa.

WaterAid

Dixon trabaja con WaterAid, una organización internacional no lucrativa fundada en 1981 que abastece de agua potable e instalaciones sanitarias a algunas de las regiones más pobres del mundo, la cual comenzó a trabajar en la Costa del Caribe de Nicaragua en 2011. Como la región presenta lluvias intensas durante la temporada, WaterAid se embarcó en un proyecto para la construcción de tanques que almacenan la precipitación pluvial libre de contaminación.

“En las comunidades miskitu, no hay mucho flujo en la economía. Y si hay algún tipo de movimiento, vienen a menudo de los hombres, pescadores o campesinos”, dijo Nathalie Fernández, quien trabaja en las oficinas de WaterAid en Nicaragua y Colombia. Por lo tanto, se hizo con el propósito de empoderarlos y darles la oportunidad de crecer profesionalmente”.

El primer tanque colector de agua pluvial fue construido en 2015. Dixon se involucró en el proyecto después que WaterAid reclutara a 24 personas de su comunidad (12 hombres y 12 mujeres) para entrenarles y enseñarles a construir los tanques. Ella supo del trabajo por medio de sus amigos quienes ya estaban trabajando en el proyecto y se acercó a WaterAid para expresar su interés en aprender el oficio.

“Nosotros la identificamos como una de las mujeres con mayor potencial para trabajar en este campo”, dijo Eduardo Rodríguez, quien es miskitu y además trabaja para WaterAid Nicaragua. “Ella es muy activa y se interesa por este tipo de trabajo”.

En diciembre del año pasado, 107 tanques de agua se habían construido en Wawa Bar —de los cuales, 104 fueron construidos para los residentes del área y los otros tres para la clínica, la base militar y la escuela.

“Les han cambiado la vida a la gente de la comunidad”, comentó Nixon, al describir cómo los niños se enfermaban todo el tiempo. “Antes de la construcción de los tanques, bebíamos de los pozos de agua. Y como no están protegidos de la contaminación, el agua causaba diarrea”.

Dixon, quien dejó sus estudios desde el quinto grado, es una de las más antiguas y ha trabajado en diez sistemas de agua en total, y ahora ella entrena a otros, (en su mayoría mujeres) a construir estos tanques para recolectar agua cuando se necesitan.

“Cuando llegamos a la comunidad, buscamos a aquellos que tienen la necesidad de aprender cómo hacer este trabajo”, explica Rodríguez y agrega: “No se requiere que sean ingenieros. Entrenamos a aquellas personas que no completaron sus estudios básicos. No se requiere que tengan educación formal, lo único que se les pide es que tengan la necesidad de aprender”.

El último tanque que Dixon hizo fue para el Casa Albergue, Movimiento Femenino Nidia White, una casa para jovencitas sobrevivientes de violencia sexual. Antes de la construcción del tanque, Casa Albergue tenía que usar agua de un pozo.

“Existe muy poca ayuda”, dice Rodríguez. “Hay comunidades donde hemos intervenido en las cuales somos el único proyecto que han tenido. Se puede decir que las han olvidado. Son comunidades con muchas necesidades, pero otras organizaciones, incluso el propio gobierno no han iniciado ningún programa que genere trabajos en la comunidad”.

Cuando a Dixon se le preguntó sobre la ayuda gubernamental, lo único que hizo fue reírse sarcásticamente.

“Pienso que casi toda la costa del Atlántico norte siente lo mismo”, comentó Rodríguez. Tenemos muchas necesidades, pero no hay apoyo alguno por parte del gobierno”.

Presión del agua

Pese a la falta de apoyo por parte del gobierno hacia los miskitu, eso no quiere decir que no existan disputas sobre los terrenos. Ya hace años que los miskitu de toda la región de la costa han estado involucrados en sangrientas disputas, resultado de los de afuera tratando de acaparar las tierra miskitu en busca de madera, oro y ganado.

“Ha habido muchas muertes por causa de la tierra. Las víctimas en su mayoría son indígenas miskitu de la región”, declaró Rodríguez.

Los miskitu llaman a estos forasteros ‘colonos’ (colonizadores). Rodríguez los describe como rancheros en busca de pastizales para ganado. Cuando la ley les prohíbe comprar el terreno, lo arrendan.

Pero cuando usan el terreno para pastar su ganado, destruyen el bosque totalmente, dijo Rodríguez. “Por eso hay conflicto. Se derrama mucha sangre en esta región. Y es por causa de la tierra”.

Estos conflictos han llevado a muchos miskitu a armarse en defensa propia. Pero esa defensa no ha permitido que el proyecto del agua pueda ser expandido dentro de las comunidades indígenas como Esperanza y Tikiamp.

“A todo ese sector no hemos podido ir y continuar nuestros proyectos, aun cuando ya los habíamos comenzado, debido a que existe preocupación por la seguridad de los nuestros”, dijo Rodríguez.

De vuelta en Wawa Bar, hay una persona que está especialmente agradecida por el proyecto. Dixon, además de construir muchos tanques, también hizo uno para su mamá: “Mi mamá necesitaba tener un tanque. Estoy orgullosa de eso. Y mi mamá está orgullosa de mi”.