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Ante el fallo de proteger a los periodistas, el gobierno mexicano también le está fallando a sus ciudadanos, que dependen de una prensa libre (y viva) para la toma de decisiones informadas.

Aunque ha establecido mecanismos y organizaciones para prevenir y enjuiciar los crímenes contra periodistas, la realidad es que desde 2010 sólo tres casos de este tipo han tenido sentencia.

México es uno de los países más peligrosos del mundo para los periodistas, y tiene un terrible récord de abusos de derechos humanos contra su población en general. Muchas veces, estos abusos son perpetrados por funcionarios electos, policías y otros funcionarios públicos.

Como reporteros, tenemos presente la necesidad de permanecer neutrales y objetivos ante una historia. Pero en circunstancias extraordinarias esto no es posible. Esta no es una historia ante la cual podemos ser objetivos ni neutrales, por lo que debemos lanzar un llamado a la acción.

Instamos al presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, a que haga su prioridad, por el resto de su mandato, la protección de la vida de los periodistas. Es imposible reparar rápidamente un sistema corrompido a todos los niveles de gobierno y en la aplicación de la ley. Pero en este estado de emergencia, creemos que todavía queda mucho por mejorar.

México es un país donde las fronteras entre el gobierno y el crimen organizado no sólo están borrosas, sino profundamente enredadas. Es ingenuo esperar que un Estado corrupto se reforme sin ninguna influencia externa, por lo que instamos a la comunidad internacional a intervenir. Los gobiernos internacionales y las organizaciones de derechos humanos deben seguir presionando a la administración de Peña Nieto para que mejore el estado actual de las cosas.

Instamos al gobierno de los EEUU a conceder asilo al periodista mexicano Martín Méndez Pineda y a otros periodistas que están bajo amenaza. Méndez Pineda pidió asilo después de trasladarse por varios sitios de México para escapar de los ataques. Pero las llamadas telefónicas amenazantes le han seguido por doquier.

Después de un año de temer por su vida, vino a los EEUU porque en México ya no había más lugares seguros para él. En lugar de proporcionar seguridad, los EEUU lo encarceló en un centro de detención de inmigrantes y lo sometió a condiciones peores que las de muchos criminales. Al final, Méndez Pineda eligió la deportación. Preferiría seguir arriesgando su vida en México que vivir encarcelado en este país indefinidamente. Nuestro sistema le falló.

En El Tecolote, tratamos de no dar por sentado la libertad que tenemos para cubrir temas como la brutalidad policial y el resurgimiento de la supremacía blanca. Es difícil para nosotros imaginar que este trabajo nos pudiera costar la vida si lo hiciéramos a 520 millas al sur de donde escribimos esto.

Aquí, si informamos sobre algo que disgusta a una autoridad, en el peor de los casos, dejan de responder a nuestros mensajes o nos mantienen fuera de los acontecimientos. Podríamos incluso ser maltratados por los agentes del comisario sólo por tomar fotos y estar en el lugar equivocado —lo que sucedió a nuestros fotógrafos el año pasado en el Ayuntamiento. Pero incluso este tipo de incidente es raro y prontamente tuvo la atención de los medios de comunicación locales.

Ciertamente, todas esas son, de hecho, tácticas de opresión a la prensa que deben ser denunciadas. Pero pensar en nuestros hermanos y hermanas mexicanos de la prensa nos recuerda que, a pesar de estos desafíos, todavía tenemos el privilegio de contar con un foro donde podemos hablar en contra de la injusticia sin temer por nuestras vidas. Estamos agradecidos de que, al final del día, todos sigamos vivos, de poder ir a casa con nuestros seres queridos, luego de publicar esta historia.

Aquellos de nosotros que practicamos el periodismo como profesión tan necesaria en este lado de la frontera, somos prontos en expresar nuestra indignación colectiva cada vez que nuestro propio presidente veta selectivamente a los periodistas en las reuniones de prensa, o cuando un cierto político republicano de Montana golpeó a un reportero por hacerle preguntas. Esa misma ira, por desgracia, muchas veces falta en los asesinatos de periodistas mexicanos. Eso necesita cambiar.