Gabriela Alemán

El año pasado, en el festival del Día de San Pedro, por primera vez en mi vida, fui testigo del folclore nicaragüense. No recuerdo cómo fue que terminé en el estacionamiento de la iglesia, pero estoy eternamente agradecida de haberlo hecho. Las mujeres que vi bailar pronto se convertirían en unas de mis más queridas amigas, y luego me enseñarían a bailar, a hacer un moño perfecto y, lo más importante, abrirían mis ojos a la rica cultura que corre por mis venas.

El 19 de abril, el pueblo nicaragüense tomó las calles para manifestarse pacíficamente por las reformas del Seguro Social del presidente Daniel Ortega, que obligan a pagar más y recibir menos beneficios. Esas protestas pacíficas terminaron abruptamente cuando la policía y grupos respaldados por el gobierno atacaron a los manifestantes. Nicaragua ha perdido al menos 63 vidas jóvenes y todavía hay muchas personas desaparecidas.

Las mismas mujeres que me guiaron ahora están organizando a la comunidad nicaragüense, difundiendo las voces de los jóvenes tanto a nivel local como en Nicaragua. También están recaudando fondos para proporcionar ayuda humanitaria a estudiantes y familias afectadas por la violencia y el derramamiento de sangre. Joshua Bermúdez y María Ruiz son dos de estas mujeres. Estas son sus historias.

Joshua Bermúdez

Yo nací en 1981 en Nicaragua. Crecí escuchando a mi familia relatar la historia de cómo el pueblo nicaragüense luchó incansablemente por años para liberarse de la dictadura de Somoza, y de la inmensa felicidad que la gente sintió el día que la revolución triunfó. Nicaragua por fin sería libre.

Desafortunadamente, la felicidad no duró mucho. Muchas familias tuvieron que separarse para proteger a sus hijos, especialmente a los niños. Así es como evitaron ser llevados a la fuerza para servir en el ejército, una exigencia impuesta por el gobierno sandinista.

Miles de familias fueron separadas, la mía fue una de ellas. Crecí sin mi padre, sin mis hermanos. Durante ese tiempo, mi corazón solo se consolaba con las cartas y llamadas que mi padre me hacía cuando podía. Fue difícil. No puedes recuperar el tiempo perdido.

Me atrevo a compartir un poco de mi historia porque con las últimas noticias en Nicaragua, ese profundo dolor que sentí cuando me separé [de mi padre y mis hermanos] ha resurgido. Me hierve la sangre al ver cómo el gobierno sandinista continúa destruyendo y separando a las familias nicaragüenses, y en este caso, los padres de los que han muerto nunca más podrán abrazar a sus hijos, que les fueron arrebatados violentamente, todo porque ejercitaron su derecho a expresarse.

María Ruiz

Miembros de la comunidad reunidos en la estación de la Calle 24 del BART, para protestar por la violencia al pueblo de Nicaragua, el sábado 28 de abril. Foto: Erik Leiva

Como la mayoría de los nicaragüenses saben, el 19 de julio fue una fecha conmemorativa de la ‘revolución nicaragüense’. No sabíamos entonces que los mismos líderes de aquella revolución se convertirían en los verdugos de las personas que una vez los alentaron. Pero ahora, ha llegado una nueva fecha, ¡una nueva revolución! Una donde se defienden los derechos de todos los nicaragüenses. El 19 de abril comenzó una lucha para defender los derechos de los jubilados y trabajadores que contribuyen al Instituto Nicaragüense de Seguridad Social (INSS). Estudiantes nicaragüenses tomaron las calles para protestar pacíficamente, pero esas protestas fueron interrumpidas por la policía y los grupos respaldados por el gobierno enviados a silenciar estas voces de lucha. Nuestro derecho a la libertad de expresión fue violado. Y como resultado, más de 63 voces han sido silenciadas.

Esta no es una lucha de género o una lucha entre partidos, todos luchan por la misma causa, bajo el mismo escudo con la misma bandera azul y blanca. Los estudiantes iniciaron esta pelea y el pueblo los siguió. Mucha gente pregunta ¿por qué los estudiantes comenzaron esta pelea? La razón es simple: nuestras madres nicaragüenses nos han enseñado a respetar a nuestros mayores. Este principio que  dio lugar al cambio que estamos viendo ahora en Nicaragua. Como mujer, y como joven nicaragüense, estoy orgullosa de cada uno de estos chavalos y chavalas, que luchan por mis derechos y por los derechos de todos los nicaragüenses. En estos días de lucha, hemos visto a los padres llorar por sus hijos fallecidos y defender a sus hijos.

En una de las muchas entrevistas que he leído, una madre dijo: “No me he partido la espalda para que mi hijo pueda tener una carrera médica solo para que un anti amotinado pueda venir y matarlo. Prefiero morir con él”. Sus palabras me mostraron lo que ya sabía. Y esa es la fuerza interna que tiene una mujer, una madre que cuida de sí misma. Con la misma fuerza, las chavalas de Nicaragua están luchando por su país, por nuestro país. Vale la pena mencionar que esta es una lucha continua, no solo para el INSS, sino para los caídos, para los estudiantes encarcelados y para los que aún están desaparecidos. Hemos luchado tanto y durante tanto tiempo para tener una voz, y que quieran silenciarnos ahora en 2018, es una injusticia.