Poeta local, Jorge Argueta coloca una flor en el altar para Óscar y Valeria Martínez, padre e hija de El Salvador que murieron ahogados tratando de cruzar el Río Grande hacia los EEUU. Esto durante el evento de protesta contra los campos de detención de niños migrantes en la estación del BART de la Calle 24. Foto: Mabel Jiménez / Ilustración en foto por: Manuela Guillén / @lazy.beam

Cuando Bill Hing entró en el centro de detención de niños en Clint, Texas, las caras que vio le recordaron las de sus nietos, lo cual hizo que la experiencia fuera mucho más desgarradora.

“No se percibe felicidad. Nada de eso existe para estos pobres niños”, dijo Hing y agregó: “He estado trabajando en inmigración desde la década de 1970, y he estado en centros de detención, pero la razón por la que esto es peor es porque estos son niños muy pequeños, están solos y no saben cuidarse a sí mismos”.

Hing, de 70 años, abogado de inmigración y profesor de derecho en la Universidad de California en Davis y la Universidad de San Francisco, se adjuntó a un equipo de abogados voluntarios que visitaron el centro de detención de niños migrantes durante el 17 y 18 de junio.

El equipo se ofreció para visitar el centro de detención como parte del Acuerdo de Flores. Establecido en 1997, este acuerdo fue una decisión federal que prohibía a la Patrulla Fronteriza retener a menores no acompañados (por un familiar o un conocido) por más de 72 horas. Después de enterarse que a los niños migrantes indocumentados se les retenía durante semanas, Hing y los otros abogados solicitaron una orden judicial para visitar el centro.

El Acuerdo de Flores también estableció normas para aquellos menores no acompañados que estaban bajo custodia, las que incluían brindarles atención supervisada, alimentos, condiciones de vida sanitarias y productos de aseo. Al menos dos veces al año, un equipo de voluntarios inspecciona los centros. Aunque los funcionarios del centro de detención en Clint se negaron a permitir que el equipo legal recorriera las instalaciones (los centros de detención también pueden negar el acceso a cualquiera), permitieron que los niños fueran entrevistados al azar en las salas de conferencias.

“La instalación en la que estábamos, según lo que hemos escuchado y lo que los niños nos dijeron, no tiene nada de eso”, dijo Hing. “Los niños pequeños tenían que cuidarse solos, tenían que lavarse, muchos de ellos no podían o no lo hacían”.

Durante la administración de Obama, los menores no acompañados fueron entregados a los padres o parientes adultos, pero la administración de Trump ha restringido esas normas, no entregando a los niños a nadie más que a los padres o tutores. Hing explicó que después de las 72 horas, los niños fueron trasladados a la Oficina de Reasentamiento de Refugiados (ORR). Sin embargo, esto cesó después que la Patrulla Fronteriza dijera que la ORR estaba a plena capacidad. Hing dijo que la ORR tarda demasiado en contactar a los patrocinadores de estos niños, y muchos de los posibles patrocinadores desconocían la situación en la que se encontraban los niños.

“Creo que hay evidencia que la demora cruza la raya entre la incompetencia y la intencionalidad”, dijo Hing. “Me demoré cinco minutos en pedir el número de teléfono y hacer una llamada a nombre de uno de los niños. No es difícil”.

Las protestas a nivel nacional han surgido en todos los estados en contra a las políticas de inmigración del gobierno de Trump, políticas que continúan separando y deteniendo a los niños de sus familias en los llamados ‘campos de concentración’. The Associated Press informó que los niños están recluidos en condiciones degradantes fuera de El Paso, Texas, centro que carece de alimentos, cuidados y necesidades básicas de saneamiento, como cepillos de dientes, baños y camas. Los niños mayores cuidaban a los niños más pequeños, algunos de los cuales estaban completamente solos. Todo esto ha movilizado a las comunidades, incluyendo a San Francisco.

El Distrito de la Misión se mantiene solidario

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Una gran cantidad de apoyo para los niños y la difícil situación de aquellos inmigrantes que buscan refugio en los EEUU ha motivado a muchos residentes de la Misión, lo que provocó una protesta de emergencia el 28 de junio en la estación del BART de la calle 24. Este problema llega a casa porque la Misión es conocida por su comunidad de inmigrantes. “La tristeza no es sólo para estos niños. Es una tristeza que pertenece a toda nuestra comunidad”, dijo Jorge Argueta, poeta salvadoreño radicado en San Francisco, autor de libros infantiles y participante en la manifestación del 28 de junio.

Argueta dirigió cantos y leyó un pasaje de uno de sus libros mientras la multitud se congregaba. Todos compartieron su tristeza por el maltrato que enfrentan estos niños migrantes. Los asistentes también lamentaron la vida de aquellos migrantes que han perecido en busca de refugio camino hacia el norte. El 26 de junio, el periódico mexicano La Jornada publicó una foto de un salvadoreño, Óscar Alberto Martínez Ramírez, de 25 años, y de su hija Valeria, de 23 meses, quienes yacían boca abajo en las fangosas aguas del Río Grande. La foto no solo ilustra los peligros que vienen con el intento desesperado de llegar a los EEUU, sino que también provocó que muchos tomaran medidas.

“Creo que solo porque no eres de América Central no significa que no te afecte”, dijo Marissa Jefferies, de 25 años. “Te afecta como ser humano”. Jefferies es la coordinadora de desarrollo de la costa oeste del Comité de Solidaridad con el Pueblo de El Salvador (CISPES), una organización que,  junto con muchas otras, ha prestado una mano de ayuda a quienes luchan por el asilo.

La Clínica Martín Baró, con sede en la Misión, es una de las muchas organizaciones del Área de la Bahía resueltas a ayudar a las comunidades marginadas. Establecida en 2007, ofrece servicios gratuitos y está dirigida por estudiantes que brindan atención médica a aquellos en la comunidad inmigrante que temen ser perseguidos. La clínica se ha convertido en una asociación con una unidad móvil llamada Wound Clinic (Clínica de Heridas). Los voluntarios de la Clínica de Heridas viajan a Tijuana para brindar atención médica, y ver por sus propios ojos los efectos de la Caravana Migratoria.

“Cuando fuimos por primera vez, había mucha gente y era obvio que las instalaciones no estaban listas para recibir a tantos”, dijo María Contreras, de 24 años, voluntaria en esta clínica que viaja una vez al mes para brindar la atención médica necesaria en Tijuana. “La mayoría de nuestros pacientes en la Clínica, son recién llegados a los EEUU”, dijo Contreras. “Y muchos de ellos tienen familiares que viajan en la Caravana”.

Con el anuncio por parte de la administración de Trump de una nueva ronda de redadas el 14 de julio, las manifestaciones fuera de la sede de ICE en San Francisco, en el 630 de la calle Sansome, continúan. El 12 de julio, comunidades de múltiples religiones sostuvieron letreros que decían “¡Cierre de los campamentos!” Y “Protección a los refugiados climáticos”.

“Estoy aquí para ser una voz, hacer ruido, para que las personas en el edificio sepan que, si están siendo detenidas, si están aterrorizadas, que estamos con ellas”, dijo el rabino de 42 años Jeremy Sher, representando a Bend the Arc Jewish Action. “Las lecciones del Holocausto son tales que debemos detener esto ahora”. Sher bendijo la reunión y dirigió a los miembros en una oración en hebreo.

Chizu Omari, de 89 años, creció en una granja de fresas al sur de California. A la edad de 12 años fue encarcelada con su familia y otros estadounidenses de origen japonés en un campo de internamiento en Arizona durante la Segunda Guerra Mundial.

Omari, escritora y miembro de Tsuru for Solidarity, llevaba una cadena de grullas hechas de papel de origami alrededor de su cuello durante este evento en el cual expresó: “Realmente debemos aumentar nuestros esfuerzos, sobretodo los que hemos vivido en carne propia lo que es capaz el gobierno”, dijo Omori. “Estamos llegando al punto en que vamos a perder nuestra democracia si no protestamos y empezamos a contra atacar”.

Recién llegada de Honduras, Sindy Flores, de 24 años, fue la última en hablar en el evento. Lisa Castellanos, miembro del grupo de defensa de inmigrantes, Migente, tradujo para Flores. Con su hija de casi dos años en sus brazos, Flores le contó a la multitud sus experiencias cuando perdió temporalmente a su hija de 2 años en la frontera. Les contó a los espectadores cómo separaron a su hija de su marido. Se le llenaron los ojos de lágrimas cuando contó que esta experiencia traumática ha cambiado a su bebé. Ahora, con las redadas que se avecinan, tiene miedo hasta de llevar a sus hijos al parque.

“Me siento muy agradecida a todas las personas que están aquí”, dijo Flores. La pérdida temporal de su hija y un futuro incierto es una señal de que la historia se está repitiendo. “Es algo muy doloroso, que uno simplemente no puede describir”, dijo Flores. “Cuando hay grupos que están apoyando a los migrantes entonces ya no es tanto como que nos sentimos solos”.