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Era un día lluvioso de enero cuando manejé desde San Francisco hasta Tijuana con la intención de ayudar a nuestros nuevos vecinos de Haití que actualmente se encuentran varados un poco al sur de la frontera México-EEUU.

Desde mayo de 2016, refugiados haitianos —buscando escapar de la pobreza y devastación producidas por el terremoto de 2010— han llegado a Tijuana con la esperanza de encontrar una mejor vida en los EEUU.

De acuerdo al Instituto Nacional de Migración de México, existen miles de refugiados haitianos actualmente en aquel país. Las circunstancias de estos refugiados son críticas. Se puede ver a refugiados haitianos caminando tan pronto uno cruza desde San Ysidro, California hacia Tijuana, México.

Soy voluntario en la organización de Ángeles de la frontera, una organización sin fines de lucro con sede en San Diego que defiende los derechos de los migrantes y que actualmente asiste a los refugiados haitianos detenidos en Tijuana.

Soy también voluntario de Misión Evangélica Roca de Salvación, un refugio en ruinas que es usado para albergar a los refugiados y ayudar a transportar suministros para ellos desde un Costco local. El gobierno mexicano no está atendiendo la situación de los refugiados como la crisis que realmente es. No se están tomando las medidas adecuadas para resolver el problema, a pesar de que grupos de activistas mexicanos como Ángeles de la Frontera demandan a su gobierno proporcione el apoyo económico adecuado.   

Un refugiado haitiano le corta el cabello otro refugiado en Misión Evangélica Roca de Salvación in Tijuana, México. Foto: Francisco Orozco

Motivados, pese a la batalla que enfrentan para tener una mejor calidad de vida para sí mismos, he observado que los refugiados haitianos se han acostumbrado al refugio proporcionado y se han distribuido entre ellos las diferentes labores necesarias. Mientras las mujeres cocinan, los hombres se hacen cargo de los niños y juegan dominó. El fragante aroma de la comida impregna todo el edificio. Un edificio repleto de sonidos y la gente no tiene pena.

En lugar de reportar con mi cámara y una libreta, primero me presenté con ellos y pedí permiso para unirme a su juego de dominó. Me recibieron abiertamente al ver que no buscaba nada más de ellos que una amistad.

Después de conversar con ellos, algunos voluntarios me refirieron la capacidad de adaptación de los refugiados y cómo, a pesar de las adversidades, se mantienen positivos aferrándose al sueño de obtener refugio en los EEUU.

Pero ese sueño está en espera. A muchos no les han otorgado asilo inmediato porque la agencia ICE los ha devuelto a la frontera. Atrapados entre dos mundos, algunos haitianos se han quedado en Tijuana y han encontrado empleo. Pero si algún mensaje subyaciera tras haber pasado tiempo con ellos es, que no existe una frontera o muro suficientemente grande para detener los sueños de las personas.

Miembros de Ángeles de la Frontera me contaron cómo se están integrando los haitianos a la sociedad mexicana. Algunos han conseguido empleo trabajando en restaurantes. Pero dada la naturaleza de sus circunstancias, se han vuelto un susceptibles a la explotación laboral. Parece que las iglesias, los albergues y otros miembros de la comunidad de Tijuana han estado haciendo lo posible para poder mitigar las dificultades de los haitianos.

Como nuestra comunidad bien sabe, generaciones de mexicanos y centroamericanos emigraron hacia los EEUU, pero han existido fuerzas sistemáticas que han frenado nuestro progreso. Es importante que reconozcamos las dificultades de los refugiados provenientes de Haití y tratar de ver cómo mejorar sus condiciones materiales.

Estoy interesado en observar cómo cambia discurso al ser un inmigrante negra y refugiado en Latinoamérica, particularmente en Tijuana.

La intersección entre raza y estatus migratorio que interviene en la experiencia de un refugiado es imprescindible para entender esta crisis. Es crucial para los mexicanos y los estadounidenses educarse de manera adecuada en las corrientes hegemónicas que actualmente estigmatizan a los refugiados e inmigrantes.

La retorica xenófoba y racista actual de los EEUU ha alimentado esa estigmatización. Y para poder terminar con ella, se requerirá entender que los migrantes son menos propensos a cometer crímenes y que pueden ser fuerzas productivas para la sociedad.

—Traducción, Karen Sánchez