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Por Alexis Terrazas

“¿Cuántos balazos se necesitan para matar a un tipo así de alto?” Exigió saber Eduardo Roman, levantando su mano hacia el centro de su pecho, aproximadamente a cinco pies de altura.

Esa era la altura aproximada de su amigo y compañero de trabajo, Amilcar Perez-Lopez —el inmigrante guatemalteco de 21 años de edad abatido a tiros por policías encubiertos de San Francisco el 26 de febrero en la calle Folsom, entre las calles 24 y 25.

“Seis tiros fueron disparados”, fue todo lo que alcanzó a decir Greg Suhr, Jefe de la Policía de San Francisco entre la ira y los gritos que llenaron el auditorio durante una reunión comunitaria en la escuela primaria Buena Vista Horace Mann, donde cerca de 250 residentes demandaron saber la razón de la muerte de Perez-Lopez.

“Solo les puedo decir los hechos”, dijo Suhr.

Pero muchos de los asistentes desafiaron la versión de los hechos que, según el Departamento de Policía de San Francisco (SFPD, por sus siglas en inglés), provocaron a los disparos.

Versiones contradictorias
Horas después de la muerte de Perez-Lopez, el SFPD emitió un comunicado diciendo que habían recibido una llamada reportando a un hombre hispano, armado con un cuchillo que perseguía a otro hombre y, supuestamente, intentaba robarle la bicicleta. Suhr ratificó esa declaración durante la junta comunitaria, donde recibió gritos de “mentiras” por parte de la multitud.

Fernando Quiñonez, originario de Guatemala y amigo de Perez-Lopez, repitió esos sentimientos.

“Tú conoces a una persona, sabes que es incapaz de robar ni un centavo”, declaró.

Amigos y vecinos dicen que Perez-Lopez no habia tratado de robar la bicicleta del hombre, sino que en realidad intentaba recuperar su celular que el ciclista le había robado. Bill Simpich, uno de los vecinos, reunió declaraciones de los testigos y dijo que el ciclista era un conocido de Perez-Lopez.

Simpich dijo que las cosas se intensificaron después de que el ciclista pidiera prestado el celular a Perez-Lopez, y después trató de impedir que éste entrara a su propia casa.

Lo que vecinos y amigos no negaron fue el hecho de que Perez-Lopez extrajo un cuchillo de su domicilio y trató de recuperar su teléfono.

Suhr dijo que Perez-Lopez —a quien se refirió como “el sospechoso” y dijo no poder identificar por nombre puesto que el médico forense no había podido notificar al familiar más cercano— persiguió a la “víctima” la cual había dejado caer su bicicleta.

Según Suhr, dos oficiales encubiertos vieron la confrontación “casi al mismo tiempo”.

Un carro estacionado se interponía entre los dos hombres cuando llegó la policía. Suhr dijo que Perez-Lopez, quien no hablaba inglés, estaba en la banqueta acercándose al auto con el cuchillo y se rehusó a obedecer a los policías. El primer oficial trató de ubicar a Perez-Lopez para poder ver sus manos, pero Perez-Lopez blandió su cuchillo contra ambos oficiales.

“Los dos oficiales dispararon”, dijo Suhr. “Uno disparó una vez, el otro, cinco veces”.

Este reporte también fue confrontado.

Fernando González, que asistió a la reunión comunitaria, dijo que presenció el incidente mientras cruzaba la calle.

“Iban  bajando y al vato le gritaron”, dijo Gonzalez, quien tomó fotos de las secuelas con su teléfono. “Se [Perez-Lopez] espanto y corrió, y éste lo agarró por atrás y le metieron dos balazos”.
El recuento de González fue avalado por el compañero de cuarto de Perez-Lopez, quien pidió conservar el anonimato.

“Cuando salieron los policías por atrás, no se dio cuenta que eran policías”, dijo su compañero de cuarto. “Le dijeron que soltara el arma. El arma cayó allí. Las policías estaban allí. Y cuando cayó el arma, le dispararon”.

Una historia de migración
Perez-Lopez nació en el rural y desalojado pueblo de San José La Arada, en el departamento de Chiquimula en Guatemala. Siendo el mayor de tres hermanos, era el principal proveedor de su familia, cuyos miembros vivían en una choza cercana a una ladera. Sus padres hablan una lengua indígena, su padre apenas habla unas cuantas palabras en español.

Fue al padre de Perez-Lopez a quien su compañero de trabajo, Roman, tuvo que llamar.

“Ya alguien más le había avisado… Le dije que yo me iba a asegurar que su cuerpo regresara a Guatemala”, dijo Roman. “Vino a este país simplemente a mejorar su calidad de vida. Solo quería trabajar para darle de comer a su familia”.

Dos días antes de su muerte, Perez-Lopez dijo a Roman que acababa de encontrar un lugar donde vivir y que planeaba enviar regalos y ropa a sus hermanos, de cuatro y seis años de edad.

Perez-Lopez, quien estaba tomando clases de inglés en el City College of San Francisco, trabajaba para Ashbury Construction como instalador de sistemas de calefacción. Había trabajado el día en que murió.

“Es un chico de 20 años. Parece que tiene 14”, dijo Kevin Born, el patrón de Perez-Lopez, quien identificó su cuerpo en la oficina del médico forense. “Era un buen representante de lo que es la inmigración en América. Yo sólo espero que la verdad [sea revelada]”.

¿Disparos justificados?
El abogado Arnoldo Casillas, quien representó a la familia de Andy Lopez, de 13 años de edad, cuando éste fue baleado por un comisario del condado de Sonoma en 2013, ha tomado el caso y dice que está solicitando un reporte de autopsia privada antes de que el cuerpo de Perez-Lopez sea enviado a Guatemala.

Suzy Loftus, presidenta de la Comisión de Policía y la Comisionada Petra DeJesus se sentaron a la derecha de Suhr durante la junta comunitaria. DeJesus dijo que la investigación será conducida por la Oficina del Fiscal de Distrito, la Oficina de Quejas de los Ciudadanos (OCC, por sus siglas en inglés) y el departamento de policía. A su término, la Junta de Revisión de Descarga de Armas de Fuego, la cual incluye a varias personas del departamento, de la OCC y la comisión de policía, decidirá si los disparos estuvieron dentro de lo reglamentado.

Pocos en la reunión comunitaria se alentaron. El SFPD ni siquiera mencionó que dos balas impactaron en una casa. Cuando el vecino de Perez-Lopez, Eddie Stiel, trató de decir esto en la reunión, el Inspector John Monroe intentó quitarle el micrófono de sus manos. A Stiel se le permitió terminar de hablar después de que Monroe obedeció a Suhr y le regresó el micrófono.

Suhr animó a cualquiera que tenga información de primera mano, a hablar con los investigadores.

El Supervisor del Distrito 9, David Campos, también asistió, y pidió una investigación independiente completa.

“No tiene que seguir pasando”, dijo Roman. “No sé si de repente ya lo hacen por ocultar su crimen pero no puede seguir pasando. Es algo que tiene que parar”.

— Traducción Mabel Jiménez