La vista aérea de la frontera entre Tijuana y San Ysidro representa una cruda realidad para los migrantes que esperan buscar asilo en los EEUU. Por un lado, una animada ciudad se abraza a un muro que trasciende la frontera sur con México y se desvanece cientos de metros en el Océano Pacífico. Del otro, varios kilómetros de terreno baldío entrelazado con caminos de tierra para que los agentes de Aduanas y Protección de Fronteras de los EEUU patrullen, supone un elemento disuasorio para los esperanzados migrantes.

Mirando desde su ventana en La Embajada Migrante, separada sólo por un parque infantil del muro fronterizo en Playas de Tijuana, los migrantes ya están familiarizados con ese escenario. Los sonidos de los helicópteros Blackhawk acercándose al campo de aterrizaje de la Marina en Imperial Beach les provocan repetidamente.  

Tijuana es el hogar de miles de migrantes cuyas vidas están temporalmente en suspenso mientras esperan que los políticos estadounidenses modifiquen las políticas de inmigración puestas en marcha por la Administración Trump. Desde la toma de posesión de Joe Biden, las expectativas de un cambio sustancial en la política migratoria han llevado a los migrantes optimistas a la frontera norte de México.

Mientras los EEUU parece empezar a relajar muchas de sus regulaciones preventivas contra la pandemia, los migrantes ven poco progreso en el avance de sus casos de inmigración. El Título 42, una regulación de emergencia implementada por el CDC bajo el mandato de Trump, fue colocado para detener la inmigración con el objetivo de mitigar la propagación del COVID-19. Una creciente población de deportados por el Título 42 está siendo enviada de regreso a México sin la debida protección y viéndose obligada a soportar una hazaña migratoria extenuante.

Las ONG locales de Tijuana ofrecen alojamiento, comodidades y atención médica básica para alojar a los migrantes que esperan. En los distintos campamentos y refugios, ocupados en su mayoría por niños, la vida sigue siendo lo más normal posible. 

Escondida en las colinas de Tijuana, la Iglesia Embajadores de Jesús proporciona consuelo a miles de personas y familias. Más allá de la fachada de una iglesia clásica, están habitaciones llenas de catres e hileras de literas que comparten los residentes del refugio. En la sala de estar más grande, una sola luz brilla a través del techo del edificio llenando la habitación de calor mientras los niños siguen jugando entre las piernas de sus padres.

A pesar de las flagrantes injusticias a las que se enfrentan estas personas, un grado de esperanza comparten los migrantes en el refugio de la Iglesia Embajadores de Jesús y en los muchos otros refugios y campamentos de Tijuana.