Soy Iván Hernández, no nací en los EEUU. Emigré a San Francisco desde San Juan de los Lagos, Jalisco, México, en 2005 cuando tenía alrededor de 5 años. No recuerdo mucho de mi infancia en México. La única cosa que recuerdo era subirme a los juegos mecánicos de la feria que llegaban cada año. Y me subía a ellos sin pagar porque yo era muy ‘bonito’ —bueno eso es lo que mi mamá dice.

Nos mudamos a país porque nací con parálisis cerebral —un trastorno que afecta el movimiento, la fortaleza muscular y la postura, que es causado por el daño que recibe el cerebro conforme se desarrolla, regularmente antes de nacer. Mis padres pensaron que tendría un mejor futuro en los EEUU, siendo este país conocido por tener los recursos para ayudar a las personas con discapacidades.

Empecé el preescolar en la Escuela Primaria Bryant tan pronto como llegué. Fui colocado en una clase que era solamente impartida en inglés debido a que las clases bilingües estaban llenas en ese momento. Sin embargo, esto se convirtió en un gran reto para mí, ya que era muy joven y no tenía idea de lo que estaba pasando. Todo sonaba diferente. Me sentía como si no pertenecía ahí. Vi a la maestra enojada dándole instrucciones a mis compañeros y yo no entendía por qué. Tuve la suerte de que la mayoría de los estudiantes que estaban conmigo hablaban español. A pesar de que fue difícil al principio, me alegro de que me pusieron en la clase que era solamente enseñada en inglés pues lo aprendí más rápido, y ahora me siento más seguro al hablarlo.

Tampoco contaba con una silla de ruedas cuando comencé a ir a la escuela. Tenía un tipo de carreola en la que debía ser empujado a todas partes. Pasaron unos meses hasta que tuve mi primera silla de ruedas, una color rosa con algunas partes despintadas, pero el moverme fue más fácil. Ahora conduzco una silla de ruedas eléctrica y me consideran uno de los mejores conductores, según mi terapeuta. A veces me piden que ayude a los chicos que están empezando a aprender a conducir sus propias sillas.

Mi vida cambió cuando cursaba tercer grado y mi mamá me inscribió en los Boys & Girls Clubs de San Francisco en la Misión. Tenía ocho años cuando tomé por primera vez una cámara fotográfica ahí. Quedé fascinado enseguida.

No tuve mi propia cámara hasta que cursé el décimo grado. Compré una usada en Craiglist —una Sony Alpha NEX 5-T. Esto fue un punto de suma importancia para mi. Ahora tomo fotografías con una Sony A6300, y le tomo fotos sobre todo a los lowriders, porque mi vecino tiene dos y creo que son impresionantes. Mi nueva silla es como un lowrider, la puedo hacer subir y bajar, moviendo algunos interruptores que hacen que mi asiento suba y baje.

Quiero hacer más fotografía de retrato porque deseo contar más historias. Realicé una pasantía en El Tecolote que sirvió para darme cuenta cuando voy a documentar diferentes eventos, lo indispensable que es obtener la información de la gente con el fin de incluir esta en los pies de foto del periódico.

En Mission Clubhouse —un programa de Boys & Girls Club de San Francisco— fui elegido como Juventud del Año 2018 por ser un modelo a seguir para otros. Eso me permitió conocer a los Golden State Warriors y ver los trofeos que han ganado en la NBA. También pude visitar el AT&T Park y cargar uno de los trofeos de la Serie Mundial que ganaron los Gigantes de San Francisco. Sin embargo, en la Mission Clubhouse me enseñaron a crear diferentes ritmos, tocando con GarageBand, una app para principiantes de música que permite crear piezas musicales, y viendo videos en YouTube. No soy el mejor en esto todavía, pero me gustaría ser conocido en un futuro.

Una cosa que he aprendido en los últimos 12 años es que hay menos oportunidades para personas como yo con parálisis cerebral o que no nacieron en este país. Fue a los 14 años que descubrí el verdadero significado de no ser ‘estadounidense’. Fue entonces que me di cuenta que no podría trabajar en el Boys & Girls Club. Estaba triste, porque vi a los demás trabajar sin ningún problema. Pero mi mamá me contó sobre este programa llamado Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA). Tuve que esperar un año para poder solicitarlo, pero mi oportunidad llegó a la edad de 15 años.

Como beneficiario de DACA, recibo menos ayuda financiera para la universidad y tengo que pagar lo demás de mi bolsillo. Y ahora con la posible terminación de DACA, se está tornando en algo muy estresante porque no sabría qué hacer sin la oportunidad de trabajar, además de convertirme en un blanco fácil para deportación. A la espera de si la Suprema Corte dará su apoyo a DACA no sólo está afectando a muchos de nosotros, sino que nos está haciendo luchar para mantenerla viva. Las primeras audiencias de la Suprema Corte con respecto a DACA se llevaron a cabo el 12 de noviembre. Muchos beneficiarios de DACA viajaron a D.C. para compartir sus historias.

Como estudiante de primer año en la SF State, quiero ayudar a quien lo necesite con la misma amabilidad que yo obtuve. No cambiaría nada de mi vida. Mi esperanza es aprender de mi educación universitaria y usar lo que he aprendido para bien. Y para demostrar que nada es imposible.