Ilustración: Alexia Huerta
Carlos Barón

Hace pocos días, un amigo de Facebook escribió: “Odio la histeria que a veces se crea con los deportes”.

No estoy de acuerdo. El odio a los deportes, o al entusiasmo que genera (en vez de histeria) no está en mi ADN ni en la forma en que crecí. O en la manera en que trato de afrontar la vida. Me gustan los deportes, tanto como me gusta leer, escribir, gozar de la música clásica, o bailarme una ‘salsita’.

¡Balance, muchacho! ¡Balance!

Mi madre fue una profesora de Educación Física, una estrella de atletismo y de básquetbol. Eso pasó a fines de los 1930 y principios de los 40, en Chile. Mi padre, un abogado, también fue un entusiasta jugador de básquetbol y tenis, el tipo de jugador que corre tras todas las pelotas, compensando por su menor estatura o velocidad con otras cualidades: tenacidad, inteligencia, resistencia.

“Levanta los hombros y luego colócalos detrás, a tu espalda. ¡No encojas tus hombros! ¡Estira tu cuello! ¡Entra el estómago! ¡Así hay que pararse, caminar, entrar a un cuarto!” Aún hoy me parece oír esas palabras de mi madre. Me han acompañado toda la vida.

También escuché, constantemente, que la educación era la clave para el éxito. Que el leer y escribir serían mis amistades por vida. Creo en eso. Enseño eso. Practico eso.

A veces, un evento deportivo contagia la imaginación y el interés de toda una ciudad. O de todo un país.

Acaba de suceder en el área de la Bahía de San Francisco con los Guerreros del Estado Dorado, cuando compitieron por otro título profesional. También sucedió en Canadá, donde los Reptiles, un equipo de Toronto, trató de arrebatarles el título de campeones a los Guerreros.

La competencia fue intensa y preocupó a millones de personas. El drama se desarrolló en dos países. En televisión, radio, periódicos, en los medios sociales y en las conversaciones diarias.

No solo era un amor por el básquetbol. Por varias semanas, también nos preocupamos y luego nos lamentamos por las lesiones que sufrieron Klay en su rodilla, o Kevin en su talón de Aquiles.

Nos conectamos, gracias a un evento deportivo, más de lo que generalmente lo estamos hoy en día. Lamentablemente, la desconección y la separación son la norma en estos años. El odio rige.

Lo primero que leo cada día en el periódico es la página deportiva. Creo que es la parte más interesante. No siempre, pero casi siempre. Por supuesto, también leo el resto, pero siento una afinidad especial por la página deportiva. Pienso que es la parte más creativa del periódico.

Como ha sido el caso con lo que sucedió en las últimas semanas, cuando tanta gente ha seguido las vicisitudes de los Guerreros enfrentándose a los Reptiles, los cronistas deportivos han tenido que escribir textos originales y distintos acerca de algo que todos (bueno… mucha gente…  vez toda la gente que lee la página deportiva regularmente) ya conocen, pues lo vieron esa noche en la televisión.

La página deportiva es el sitio en el periódico donde se encuentran metáforas, analogías, o citas de Shakespeare u otras referencias literarias. Son útiles herramientas, utilizadas por los cronistas para que los lectores imaginen la dinámica energía que los deportes competitivos a veces ofrecen.

¿Se puede comparar el drama que acontece en un sitio donde los actores principales tratan de encestar una pelota en una aro, usando pantaloncitos cortos y simples camisetas con un drama de Shakespeare? ¡Pareciera que nada muy dramático pasara en una cancha de básquetbol!

Pero a veces hay drama.

Hoy, cuando escribo esta columna, los titulares del periódico están llenos de palabras y frases como: “Una era memorable”; “Algo épico”; “Un despido doloroso”; “Voluntad de hierro”; “Cae una dinastía”; “Nuevos reyes del mundo”. Frases que suenan bien en un drama griego, o shakespereano.

Si pica la curiosidad respecto a Kevin Durant y la ruptura de su tendón de Aquiles, a lo mejor querramos descubrir en qué lugar del cuerpo se ubica ese tendón de Aquiles.

Si deseamos descubrir porqué se le llama de esa forma a ese tendón, debemos visitar la mitología griega.  La visita será muy entretenida.

En la mitología griega, Aquiles fue un héroe de la Guerra de Troya, el mejor guerrero de los griegos y personaje principal en La Ilíada, el épico drama de Homero. El era leal y valiente, pero tenía un punto vulnerable: su talón. El talón de Aquiles. Hoy en día, esa parte del cuerpo describe un punto débil, que puede llevar al desmoronamiento de alguien. Algo físico, o no, como la flojera.

La leyenda dice que Thetis, una ninfa marina y madre de Aquiles, al escuchar las profesías que hablaban de una corta vida para su hijo recién nacido, decidió protegerlo y hacerlo invulnerable. Para eso, cogió al bebé Aquiles de su talón y lo sumergió en el río Styx, ubicado en el submundo. Así, Aquiles se hizo inmortal en todo su cuerpo, excepto del talón, por donde su madre lo tenía sujetado mientras era sumergido.

¡Me alegra el corazón! ¡Dos de mis asuntos favoritos, el deporte y el teatro, compartiendo el escenario!

Con eso, creo que ahora me iré a mi clase de ejercicios acuáticos. Más tarde, cuando vuelva a casa, me sumergiré en esa novela que me tiene atrapado.

¡Balance, muchacho! ¡Balance!