[su_label type=»info»]El Abogado del Diablo[/su_label]

Marshawn Lynch, el famoso jugador local de los Raiders de Oakland, se sienta durante la entonación del himno nacional en un juego de pretemporada de la NFL contra los Cardenales de Arizona el 12 de agosto de 2017. El año pasado en una entrevista con Conan O’Brien, Lynch expresó su apoyo para el entonces mariscal de campo de los 49ers Colin Kaepernick, quien comenzó la protesta. Foto: Mark J. Rebilas/USA TODAY Sports

“Leo que hubo masacre y recompensa   

que retocan la muerte, el egoismo,

reviso pues la fecha de la prensa

me pareció que ayer decía lo mismo”

—Extracto de “Llover sobre mojado,” del cantante cubano Silvio Rodríguez

Leo el periódico todos los días. Lo adquiero y luego, por lo general, me siento en mi cafetería favorita y procedo a leer lo que pasa en el mundo.

Creo que fue Lenin (¿o fue Lennon?) quien dijo: “Tenemos que leer al enemigo todos los días… pero leerlo entre líneas”. Estoy de acuerdo. Se requiere de un gran grado de pensamiento crítico para develar el verdadero significado de lo que se publica. Debemos acercarnos a la lectura del periódico armados con nuestras propias creencias, ideologías y pasiones bien cocinadas, o medio cocinadas.

Un periódico puede parecer un objeto inanimado, pero suele llevar, a pesar de las expresadas declaraciones de neutralidad de muchos de los que las publican, una persuasión política particular, un corazón que late y una mente que analiza.

Por lo tanto, debemos abordar el periódico como si fuera una cosa viva, capaz de doblar o expandir mentes para el bien común o, para el bien de unos pocos en control de la mayoría de los medios en este país.

Antes de meterme con los artículos de la primera plana, o incluso con los cómics (otro favorito), la primera sección que leo es ese segmento verde, la página de deportes.

Amo los deportes y amo la poesía. También creo que en la sección de deportes tenemos más posibilidades de encontrar poesía y escritura creativa que en cualquier otra sección del periódico.

¿La razón? Los periodistas de deportes tienen que escribir todos los días sobre los mismos viejos juegos y los mismos juegos impresionantes que la mayoría de los lectores ya han presenciado, físicamente, visto en la televisión o escuchado en la radio. Y quieren hacer sus historias frescas, o sugerir ángulos e ideas desafiantes.

Así, los escritores en la sección de deportes, llenan sus artículos de metáforas, analogías, ¡incluso citas estilo Shakespeare! Vemos frases como: “Los tigres aniquilan a los leones”; “Los indios destruyen a los vaqueros”; “Como Phoenix, los cardenales se levantan de entre los muertos”; “Todo está bien que termina bien: después de ser arrastrados por 35 puntos los Guerreros, como Lázaro, despiertan, caminan y se van, campeones”.

Pero eso no es todo. Los deportes son también un espejo de nuestra sociedad. Un espejo para lo bueno, lo malo y lo feo.

El racismo, la violencia doméstica, la brutalidad policial, el significado del patriotismo, la lucha por la igualdad de género, todos esos y más, son temas cotidianos que aparecen en las páginas deportivas.

Muchas personas preferirían separar los deportes del “mundo real”, donde la política, la religión, la sexualidad y la violencia (distinta a la que se espera ver en el campo, ¡por supuesto!), son acontecimientos cotidianos.

Al mismo tiempo, algunas de esas mismas personas esperan que los jugadores que idolatran, también sean modelos a seguir para toda la nación, no sólo para los niños.

¿Silenciar a los modelos a seguir? ¿Despolitizarlos? ¿Sanearlos? ¿Modelos políticamente correctos? Eso es imposible. Esos hombres y mujeres atletas sangran, piensan, sufren y sueñan, como el resto de nosotros. No son figuras cortadas ni simples animadores para las masas.

Cuando Colin Kaepernick, antiguo mariscal de campo de los Santa Clara 49ers, decidió sentarse (y luego arrodillarse) durante la interpretación del himno nacional, ejercía su libertad de expresión, como una poderosa tribuna, una opción que rara vez está disponible para un joven negro en los EEUU, para muchos, violó un espacio sagrado.

Recientemente, el corredor Marshawn Lynch, originario de Oakland y héroe de los próximos Raiders de Las Vegas, también se sentó durante la entonación del himno nacional. Acababa de ver la foto de Lynch sentado en una hielera, cuando mi hijo me acompañó para el desayuno. Estaba extasiado, saltando de alegría: —¡Papi! ¿Viste lo que Lynch hizo? ¡Guau! ¡Increíble! ¡Estupendo! ¡Es una bestia!

Curiosamente, algunos periodistas deportivos criticaron a Lynch, porque no fue “tan claro como debería ser” con su protesta. Para mi hijo y para mí, no había equívoco: lo que Lynch hizo fue un claro gesto de protesta. Tan claro como nuestro presidente fue claro al expresar su apoyo a los supremacistas blancos y nazis.

La diferencia entre los gestos de Lynch y Kaepernick y el #45, es que cuando esos jóvenes negros se sientan en protesta, nos invitan a ponernos de pie y participar en una conversación necesaria sobre el tema de la brutalidad policial y otras feas realidades que infectan la psique de esta nación. El Cuarenta y cinco causa una herida más grande.

Cuando somos atendidos por una enfermera, podemos gritar de dolor, pero no culparla. Ella no causó la herida, sino está tratando de curarla.

Los atletas que se manifiestan no inventan ningún problema. Simplemente están tocando viejas heridas, como una enfermera o un médico, tratando de ver dónde duele, para ayudar a nuestra curación colectiva.

¡Poesía, política, caos! ¡Todo eso y más, todos los días, en la sección de deportes!