Un nuevo gobierno acaba de instalarse en los EEUU.

Hace pocos días, el 20 de enero, un sol radiante dio la bienvenida al nuevo régimen. Con fuerzas de seguridad ciertamente más poderosas que los guardias que facilitaron el asalto al Capitolio del 6 de enero, Joe Biden y Kamala Harris fueron juramentados como el Presidente y la Vice-Presidente de este país.

Por lo menos la mitad del país exhaló un suspiro colectivo de alivio. Terminaba el régimen de Trump. Se podía dar vuelta a la página. La atención ahora recaía en la vibrante poesía de Amanda Gorman, una joven afronorteamericana, o en las voces y atuendos que modelaron Lady Gaga y Kamala Harris.

Más relevante, por supuesto, es el hecho de que Harris sea la primera persona de un color distinto al blanco en ocupar la Vicepresidencia. Un puesto que la acerca mucho a detentar el puesto más poderoso del mundo.

Es muy interesante que la persona que despertó más atención (o ‘memes’) en los medios sociales fue Bernie Sanders. ‘Tío Bernie’, el dos veces atajado socialista demócrata, con solo sentarse, un poco separado del resto y usando unos guantes bordados de lana, creó tal vez la imagen más elocuente de lo que pudo ser. De lo que pudo ser, si es que este país le hubiese dado la oportunidad de ganar a las plataformas más progresistas.

Illustration: Mikail Çiftçi (Rehber TV/@mikailciftci63)

No es que desee aguar la fiesta. También me place el que Trump se haya momentáneamente retirado a sus cuarteles de Mar-o-Lago. Aunque lo siento por aquellos que trabajan, con o sin documentos, en esa mansión de Miami. Sin embargo, debo confesar mi ambivalencia: por una parte, ¡aleluya!, se fué la bruja. ¡Qué bueno! Por otra parte, ¿de verdad vendrán los cambios anhelados?

En 2008, cuando Barak Obama fue elegido por primera vez, me fui a dar una vuelta por el barrio de la Misión. La alegría era palpable. Más que el alivio suscitado por el triunfo de Biden/Harris en 2020, la victoria de Obama en el 2008 fue recibida como la alborada de un cambio verdadero en los EEUU. Miles de banderas, de todo tamaño, se agitaban en la noche.

Un sentimiento patriótico adormecido parecía despertar. ¡El país había elegido un presidente negro! ¡El futuro se anunciaba brillante! Era la aurora de los jóvenes Techies y de los Hipsters. La elección de Obama se celebró como si fuera una clara señal de que el país entraba a una era que fue rápidamente bautizada como ‘Post Racismo’.

¿En serio? ¿Así de fácil?

En esa noche de 2008, me preocupé. Aunque esa elección era causa para celebrar, sentí que solo era el comienzo de un largo camino para este país. Ojalá un camino que le llevara hacia una mejor sociedad, merecedora de su autopropaganda, que la denomina como ‘la mejor del mundo’.

Lamentablemente, eso no ocurrió. Los sucesos de los años pasados muestran que este país está lejos de alguna vez lo logre. Después de estas elecciones del 2020, sigo preocupado.

El 1% controla la economía (y casi todo lo demás), los bancos son declarados más valiosos que la gente (“demasiado grandes para fallar”, dijo Obama) las guerras y las amenazas siguen siendo ‘al modo americano’, (vean a Honduras, Libia, Venezuela, Cuba, Irak, Palestina), el racismo está en el aire que respiramos, las vidas negras no importan tanto como otras vidas más ‘regulares’ y hace un par de semanas el fascismo parecía golpear en nuestras puertas. 

A veces, los golpes parecían provenir desde el interior de nuestras casas. Así era y así continua. Los EEUU consumen su propia propaganda, en todos los aspectos de la vida. Eso es peligroso. Confuso. Poco saludable.

Tanto en lo económico como en lo político, los EEUU dicen tener el mejor sistema del mundo. Pareciera que no se toman en cuenta los niveles de pobreza existentes y el hecho de que la mayoría de su población vive cheque a cheque.

Este país podría tener sistemas gratuitos de educación y de salud, pero no lo logra. No sigue el ejemplo de algunos de sus aliados del ‘Primer Mundo’. De nuevo, ese 1% no lo permite. No es ‘el Modo Americano’. Tal vez nunca lo será. ¡Ah! ¡El Modo Americano!

Mike Pompeo, el recién salido Secretario de Estado de Trump y descendiente de inmigrantes italianos, habló de ese ‘Modo’ en su última intervención. Pompeo tuiteó que «el multiculturalismo no representa lo que América es. El ‘wokeism’ (el despertar, y tomar conciencia), el multiculturalismo y todos los ‘ismos’, distorsionan nuestros gloriosos fundamentos y lo que el país realmente es. Nuestros enemigos fomentan esas divisiones, porque saben que nos hacen más débiles”.

Tal vez ahí se asoman las raíces del problema. Este país está pasando por un profundo cambio demográfico. La población tradicional (léase blanca, o europea americana), se está haciendo, ¡horror de horrores!, una minoría. «¿Que tal si ‘ellos’ nos tratan cómo ‘nosotros’ les hemos tratado por tanto tiempo? ¿Qué pasará con ‘nuestros’ eternos privilegios?”.

Enseñé teatro multicultural en la San Francisco State University por más de 25 años. En la búsqueda de un libreto en el cual todos pertenecieran, descubrimos maravillosas posibilidades. Historias en las cuales todos y todas tenían cupo e importancia. Tramas en las que todos los participantes se sentían representados y respetadas. Un proceso en el cual la colaboración creativa multicultural fue clave.

Creo, fervientemente, en oposición a lo que dijo mister Pompeo, que la aceptación y promoción del multiculturalismo es básico para que este país, o cualquiera, se haga verdaderamente fuerte y saludable.

¿Podrá este nuevo gobierno ayudar a crear una nueva normalidad en el país? ¿Acaso ese ‘Modo Americano’ podrá transformarse en una nueva realidad, de verdad inclusiva, felizmente multiétnica, con una nueva y más justa realidad económica y un gobierno socialmente responsable? ¿Acaso los EEUU podrán en verdad promover la democracia, comenzando con arreglar su realidad interna? ¿Podrán los EEUU mantenerse alejados o respetuosos y no interferir en las vidas de los países que comparten el continente americano?

Así lo deseamos. Lucharemos para lograrlo.