Miembros de la comunidad se reunieron el 7 de septiembre en la esquina de las calles York y 24 para decir adiós a ‘Nosotros con César y Dolores’, un mural icónico cuyo nombre y personajes han persistido y, a la vez, evolucionado, en esta esquina desde que fue pintado por primera vez por Ray Patlán y Carlos ‘Kookie’ González en 1985.

La lavandería donde se pintó el mural pronto será demolida y será reemplazada por un complejo de apartamentos a precio de mercado. Los contratistas llegaron al sitio del mural temprano en la mañana del sábado 12 de septiembre y comenzaron a cortar pedazos de la pared del edificio para rescatar el mural una sección a la vez.

Algunos de los transeúntes que pasaban por el sitio ese día y no estaban enterados del destino del edificio, se sorprendieron de ver a los trabajadores extraer a Frida Kahlo, luego a Pancho Villa, Nelson Mandela y muchos otros del muro.

Pero para sus creadores, Patlán y Kookie, quienes han aceptado la idea de dejar ir a su mural, lo más importante ha sido el trayecto por el que los condujo, y todas las vidas que tocó.

En 1985, Raymond Patlan tenía una idea para un mural. Pero, como le dijo a El Tecolote, “tuve mucha dificultad para conseguir un muro”. Patlán ya era un artista establecido en Chicago, donde nació y se crió, cuando se mudó al Área de la Bahía a mediados de los setenta para ser maestro en Berkeley.

Es difícil imaginarlo ahora, pero en ese tiempo, era un extranjero a la Misión, batallando para ser incluido en la escena artística local: “La Misión no era exactamente anfitriona para un nuevo artista”, recuerda.

En 1984, Patlán encabezó el Proyecto PLACA, instalando murales en Balmy Alley que representaban las luchas en Centroamérica causadas por la intervención imperialista de los EEUU. Kookie, que para ese entonces conocía a Patlán por colaborar en otros murales, fue uno de los artistas involucrados en ese proyecto. Recuerda que el trabajo de Patlán en Balmy Alley “tuvo mucho que ver con que Ray fuera aceptado en la comunidad, él pagó sus deudas”.

La idea de Patlán era incluir a gente del barrio: “Pensé, todos los demás murales ya tienen superhéroes de los viejos tiempos en México”, recordó y agregó: “Así que pensé, ¿qué tal nuestros héroes actuales aquí? Personas que hacen una diferencia en nuestra vida diaria”.

Finalmente, Galería de la Raza se ofreció a ayudarle a conseguir una pared para su mural.

Consiguió el muro en la esquina suroeste de York y las calles 24, que en esos tiempos era una farmacia. Patlán tomó fotografías de la gente del vecindario que quería incluir en su nuevo mural y usó un proyector para trazar los retratos en la pared, una técnica que ahora se usa ampliamente en murales a gran escala. El mural resultante tenía la sensación de un álbum familiar.

“¿Sabes cómo extiendes una baraja de cartas sobre la mesa? Así es como puse las fotos en la pared”, dijo el artista. Quería que el mural fuera un “muro en constante cambio, para que cuando sucediera algo nuevo en el vecindario, agregáramos otra foto”.

Representaban a sus vecinos, personas que trabajaban en restaurantes cercanos y otras figuras locales. Uno de ellos fue Robert Sánchez III —conocido por muchos como Bob Sánchez— copropietario de Casa Sánchez y cofundador de la Asociación de Vecinos y Comerciantes de la Calle 24, que luego se convirtió en el Distrito Cultural Latino Calle 24.

Con el paso de los años, el mural comenzó a desvanecerse y a ser objeto de vandalismo, mientras que el área cercana se veía afectada por las drogas y la violencia.

Para 1995, Kookie, quien creció en la Misión, se había convertido en oficial de libertad condicional y estaba trabajando con miembros de pandillas y jóvenes en riesgo a través del Programa de Alternativas Reales (RAP por sus siglas en inglés). Tenía la idea de involucrar a los jóvenes en la creación de un mural para darles “algo más que estar en las calles”.

Al ver que su mural de ahora 10 años comenzaba a desvanecerse, Kookie le pidió permiso a Patlán para rehacer el mural de la calle York con la ayuda de los jóvenes con los que trabajaba. Su plan era mantener la esencia del álbum de fotos, pero cambiar a las personas.

Patlán dio su bendición y Kookie involucró a “algunos de los cabezas huecas”. Uno de ellos fue el muralista Suaro Cervantes, quien entonces tenía 14 años: “Me dejé atrapar por el sistema y Kookie era mi oficial de libertad condicional”, dijo Cervantes, quien fue parte del equipo para rehacer el mural como parte de su servicio comunitario.

No era la primera vez que hacía arte, había sido parte del Programa Urbano de Artes Juveniles, dirigido por Precita Eyes, una organización artística local que su madre, Susan, fundó y dirige. Pero, además de trabajar con aerosol, “no había trabajado tanto con brocha”.

Cuando El Tecolote habló con Cervantes, ahora un artista establecido, estaba trabajando en una restauración a gran escala en el Mini Park para niños, a contraesquina del mural de York Street en el que trabajó en su juventud.

A mediados de los noventa, Roberto Ariel Vargas acababa de graduarse de la Mission High School y trabajaba como asistente de maestros cuando Kookie visitó una de sus clases. Aunque aún era joven, Vargas había estado pintando paredes desde 1977. Tenía seis años cuando participó con su hermana en un programa de verano pintando murales en Balmy Alley, años antes de que Patlán dejara ahí su huella con la segunda ola de murales del Proyecto PLACA en 1984.

El propio padre de Vargas, que ayudó a fundar el Mission Cultural Center y los NorCal Brown Berets, fue una de las personas representadas en la primera versión del mural, en 1985. Así que, cuando Kookie invitó a Vargas a unirse a él en un proyecto, estaba “feliz de recibir la invitación para ayudar a pintar”. Pero pronto se dio cuenta de que sería parte del equipo que pintaría sobre el retrato de su padre. 

La experiencia fue agridulce, pero le dio la oportunidad de pintar a otras personas del barrio. “También pasé mucho tiempo en la 24 y York en mi adolescencia”, recuerda. “Así que fue realmente significativo poder ayudar a pintar un mural allí mismo, pude contribuir a mi hogar”.

Hoy, Vargas y su esposa, Xabela Sánchez, son danzantes del grupo Danza Xitlalli. El 7 de septiembre, cuando la comunidad se reunió para despedir al mural, danzantes de esa agrupación, entre ellos  Vargas, realizaron una bendición, con Sánchez como dirigente.

Solo cinco días después, Vargas regresó al sitio. Allí, Kookie estaba supervisando a los trabajadores mientras extraían secciones del mural de la pared del edificio que pronto será demolido.

“Para serte honesto, lloré ese día”, dijo Vargas. “Me hizo pensar en todas las familias que se reflejan en ese mural, los que ya no viven aquí, o las personas que ya no están vivas”.

Cuando Kookie rehizo el mural en 1995, el edificio había sido adquirido y convertido en lavandería por la familia de John Muhawieh.

Su familia es de Palestina, pero él es “nacido y criado en la Misión, y sigo aquí”. Muhawieh recuerda su niñez creciendo en un apartamento alquilado en la calle 23 y ayudando a su padre en la tienda que manejaba.

Comenzó a dirigir el nuevo negocio de lavandería de la familia en 1992. Durante varios años, el negocio iba bien, hasta que muchos de los clientes de la lavandería fueron desplazados por la gentrificación. “Pude ver la disminución de los ingresos conforme se mudaba la gente”, recuerda Muhawieh.

Le dijo a El Tecolote que para el 2010, “sabía que no había futuro… el negocio de la lavandería ya no es lo que era”, y finalmente decidió convertirlo en departamentos.

En 2014, el Departamento de Planificación de San Francisco emitió una Evaluación de Proyecto Preliminar (PPA, por sus siglas en inglés) de la propuesta de desarrollo de Muhawieh para un complejo de apartamentos de 55 pies de altura y cinco pisos a precio de mercado, una altura imponente en comparación al vecino Teatro Brava. 

“Cuando nos enteramos, luchamos contra ellos”, recuerda Kookie, quien conoce a Muhawieh desde hace décadas. “Fuimos a la comisión de planificación y los detuvimos durante unos tres años”.

A pesar de que el proyecto no estaba desalojando a nadie, el desarrollo habría tenido un “efecto gentrificador”, dijo Eric Argüello, presidente del Distrito Cultural Latino Calle 24. “Queríamos proteger el mural y lo que significaba para nosotros”, agregó.

Generalmente, los murales que son financiados por la ciudad pueden calificar para una designación de sitio histórico, que protege contra demolición la estructura sobre la que está pintado un mural.

“A pesar de que [el mural] fue financiado dos veces por la ciudad… se cayó por las grietas, no tenían nada que dijera que era un mural histórico financiado por la ciudad”, dijo Kookie. “Por el motivo que sea, la comisión de planificación dijo: ‘Oh, lo siento, no tenemos ningún registro de eso’”.

Finalmente, la comisión de planificación otorgó permisos a Muhawieh para demoler el edificio.

Como lo requiere el Departamento de Planificación, Muhawieh organizó reuniones comunitarias en 2015 para compartir sus planes con los vecinos, muchos de los cuales se opusieron abiertamente al desarrollo. “Tuvimos algunas reuniones bastante hostiles”, recuerda Argüello.

Sin embargo, después de que un estudio de sombras descubriera que el proyecto propuesto bloquearía el sol al cercano Mini Park, Muhawieh tuvo que reducir sus planes de cinco a tres pisos. Ahora planea tener dos espacios comerciales en el nivel del piso y cuatro unidades residenciales arriba, con dos habitaciones cada una, lo que espera que suceda en poco más de un año.

Cuando El Tecolote preguntó cuánto costaría el alquiler de las unidades residenciales, Muhawieh dijo: “No tengo idea… ni siquiera está en mi radar, para ser honesto”. Cuando se le presionó, dijo que cuando el edificio esté listo para los inquilinos, mirará cuál es la tasa de mercado y la cobrará.

Una guía sobre los límites de alquiler publicada en 2019 por la Oficina de Vivienda y Desarrollo Comunitario del Alcalde de San Francisco calculó un costo de alquiler de mercado justo para un apartamento de dos habitaciones en $3,170 por mes.

“Ya acepté hace muchos años que nunca más me alcanzará para estar con mi comunidad”, dijo Vargas, el danzante que trabajó en el mural en los 90, que ahora vive al sur de San Francisco. “Ya hice luto por la gentrificación de mi barrio”.

Aceptando que la demolición del edificio no se podía detener, Kookie cambió su enfoque para encontrar una manera de salvar el mural. Él siente que las reuniones comunitarias “aliviaron los ánimos y conseguimos que [Muhawieh] aceptara dejarnos cortar las piezas”. Aunque la extracción de las secciones del mural fue un proceso complejo, Muhawieh dijo que “significó mucho para la comunidad”.

“Mi filosofía de los murales desde mi época en Chicago siempre ha sido que hablan del cambio, se tratan del cambio”, dijo Patlán. “Si vas a pintar sobre el cambio, debes estar dispuesto a aceptarlo”.

Kookie creó una campaña de GoFundMe para recaudar fondos para extraer las secciones del mural y superó su objetivo de $3,000 en solo unos días.

Muhawieh también ha prometido que cuando se complete la construcción de su nuevo edificio, permitirá que Kookie pinte un mural en la pared que da a la calle York. “Estoy derribando uno [mural]”, dijo Muhawieh. “Démosles algo de vuelta”. Al final, Kookie siente que su amigo “se redimió”.

Mientras Kookie aún está decidiendo los detalles de lo que será el nuevo mural, quiere continuar con el tema original que realizó Patlán hace 35 años, continuando con un sentimiento de álbum de fotos “en honor a mi hermano Ray, mi sensei, mi mentor”. Incluirá miembros de la comunidad contemporánea, pero planea repetir las imágenes de César Chávez y Dolores Huerta al centro.

Las secciones del mural que se extrajeron el 12 de septiembre se han obsequiado a diferentes organizaciones comunitarias, empresas e individuos. El retrato de Frida Kahlo irá al Teatro Brava. El de Cesar Chávez fue donado al Restaurante Tío Chilos. El retrato del difunto Fred Urizar y su perro Mac será para la hija de Fred.

Mission Housing Development Corporation informó a El Tecolote que están interesados ​​en tres de los paneles: la foto de la boda de la familia Martínez, el retrato de Pancho Villa y la imagen del trío de mariachis, que en el centro presenta al propio padre de Kookie, Carlos González, y su Trío Veracruz, que tocó su música por el Área de la Bahía desde los años cincuenta hasta principios de los setenta.

Mission Housing desea exhibirlos en La Fénix, su nuevo complejo de viviendas asequibles con 157 unidades ubicadas en el 1950 de la calle Misión, y que abrirá sus puertas a los residentes a finales de este otoño.

Julio Lara, Gerente de Comunicaciones de Mission Housing, dijo a El Tecolote que estarían “honrados de tener un hogar para esas piezas en ese espacio”. Si bien, tanto Kookie como Mission Housing están entusiasmados con esta posibilidad, al cierre de esta edición, el acuerdo aún está pendiente.

La Fénix se construyó en el antiguo sitio de la primaria Marshall Annex, donde Kookie estudió. Más tarde se convirtió en Phoenix Continuation High School, una antigua ubicación del programa RAP cuando Kookie solía trabajar ahí.

“Es parte de mi infancia, mi juventud, mi vida adulta”, dijo Kookie. Allí pintó murales con Raúl Martínez (uno de los hijos de la familia Martínez que se muestra en la sección del retrato de boda del mural) cuando era un local de RAP. “Es una especie de círculo completo”, dijo Kookie.

“Lo llamamos La Fénix porque simboliza una segunda oportunidad, una segunda vida”, dijo Lara. “Que este mural vuelva a cobrar vida en La Fénix… es un símbolo de eso”.

Vargas se alegró de que Kookie encontrara una manera de salvar las piezas del mural.

“Para mí, eso es algo para celebrar… Celebro nuestra capacidad todos los días de regresar y contribuir a preservar la cultura”, dijo Vargas. “Hacemos lo que podemos todos los días para que el barrio siga prosperando… eso me da esperanza”.