Cafe Que Tal. Foto Ryan Leibrich

Recibimos esta carta de Andy Gillis, quien trabajó en  Cafe Que Tal durante casi dos décadas.

Cafe Que Tal ha cerrado sus puertas el 23 de agosto, luego de casi 20 años de fungir como una cafetería y punto de reunión para la comunidad en la esquina de las calles Guerrero y 22.
El gran incremento en la renta debido al aburguesamiento y la avaricia de los propietarios son las principales razones que llevaron a la clausura de este local.

Trabajé en  Cafe Que Tal durante 17 años. Las cosas se complicaron cuando venció el contrato de arrendamiento de la cafetería en 2012 y le fue permitido continuar operando mes a mes.

En agosto de este año, la propietaria, Luisa Hanson, incrementó la renta mensual de $3,300 a $5,500, más un aumento de $500 a partir del próximo año. Ella no quiso negociar. Cuando se le notificó que no había posibilidad de que la cafetería pudiera pagar esa cantidad, ordenó el desalojo en un período de 30 días.

La consecuencia inmediata tras el cierre de la cafetería es dejar sin trabajo a siete empleados, muchos de ellos durante más de 10 años han venido preparando lattes, bagels tostados y creado los famosos sándwiches de Cafe Que Tal (como el de atún o pavo).

Su dueña, Elena Jurado, quien tenía la esperanza de algún día vender su negocio para contar con un poco de dinero para su retiro, ha sido forzada a cerrar la cafetería y a vender su gastada maquinaria por unos pocos miles de dólares. Difícilmente, con esa cantidad podrá pagar la última nómina de sus empleados y saldar cuentas pendientes.

Rosalva A. ha trabajado en el café por 15 años. Ella es una de casi doce miembros de una familia guatemalteca que durante años han trabajado en Que Tal, quienes han sido empleados muy responsables y trabajadores. Rosalva une su ingreso con el de su esposo, un chofer de camión, para mantener a sus dos hijos (están esperando el nacimiento del tercero para febrero).

“Es difícil para mí porque debo mantener a mi familia, así que será muy difícil para mi esposo y mis hijos”, dice Rosalva respecto a su repentina pérdida de empleo. “Estoy haciendo algunos trabajos limpiando casas, pero eso sólo es dos veces por semana —trabajaba cinco días a la semana en Que Tal. Hacía lo suficiente para mantener a mi familia, pero ahora solo hago un tercio de eso”.

Respecto al drástico incremento en la renta por parte de la propietaria, opina: “No es justo que esta gente rica quiera hacer más dinero cuando se hacía poco dinero en la cafetería”.
Bertha M., empleada durante 13 años de Que Tal, madre de tres, trabajaba seis días a la semana. Dice que la pérdida de su trabajo traerá muchas dificultades a su familia.

“¡No más trabajo, no más dinero! Es muy difícil encontrar trabajo en San Francisco (para inmigrantes que saben poco inglés). Mi esposo trabaja en una compañía de mudanza pero ahora está muy lento el trabajo. Necesitamos dinero para comida, para renta. ¡No es justo!”

A la par de la pérdida de empleos, como impacto a largo plazo para el barrio, está el hecho de que la comunidad perderá un espacio de reunión. Si bien existen otras cafeterías en la zona, muchos residentes preferían este lugar único en San Francisco por su atmósfera tranquila y amigable en contraste con los otros cafés de moda que han surgido en años recientes.

La gran afluencia de gente con altos ingresos ha incrementado las rentas en la ciudad a tal grado que gente de la clase trabajadora está enfrentando el alza de precios y termina siendo desplazada.
En una sociedad donde la ganancia y la búsqueda de dinero se anhelan más que cualquier otro aspecto, los propietarios están permitiendo que su ambición los ciegue ante el daño que sus desalojos están provocando en individuos y comunidades.

Cientos de personas en nuestro barrio quedaron sorprendidos y tristes tras la repentina partida de Que Tal, la cual ha afectado a quienes obteníamos de ahí nuestro dinero para la renta y para nuestro sustento. Pese a la gran oposición, la mayoría de la gente en nuestra comunidad que acudía al café no pudo intervenir en su futuro.

La raíz del problema está en un sistema económico que permite y premia a gente que acapara los bienes y recursos que requieren las personas. Es momento de crear un sistema económico que vele por las necesidades de la mayoría en lugar de los intereses de las grandes corporaciones, bancos y de los ricos.

—Traducción Katie Beas