Ilustración: Blake Wright

[su_label type=»info»]Columna: El Abogado Del Diablo [/su_label]

En la semana pasada conduje una investigación poco científica entre mis amistades latinas. Además, molesté a varios desconocidos, de varias edades, géneros y antecedentes: músicos, profesores, paleteros, floristas, intelectuales de verdad, seudo intelectuales y no intelectuales.

Americanos todos, del continente entero, norte, centro y sur, pues el área de la Bahía de San Francisco ofrece la tremenda posibilidad de interactuar con una variada fauna latinoamericana.

Aquí, podemos de verdad aprender cómo hacernos latinos y latinas, enfatizando lo opuesto a lo que —generalmente— aprendemos en nuestros respectivos sitios de origen. Aquí, el énfasis es lo que nos une. En nuestros países, aquellos que están tradicionalmente a cargo han elegido enseñar lo que nos separa. Dividir, para así conquistar.

Las lenguas también pueden separar.

En mi improvisada investigación pregunté: “¿Qué dices cuando te preguntan acerca de tu realidad cultural o nacional? ¿Te presentas como latina? ¿Como mexicano? ¿Mexicoamericano? ¿Chicana? ¿Xicana? ¿Un americano de raíces latinas? ¿Como un/a Latinx?”

También pregunté: ¿Acaso sabes lo que significa ‘Latinx’?

Carlos Barón

Las respuestas fueron diversas, pero rara vez las personas usaron el término ‘Latinx’ para identificarse a sí mismos. Aunque el tema interesó.

Estoy consciente de que el término es relativamente nuevo y fue creado para buscar una forma de neutralizar el género en nuestras lenguas, para hacerlas más inclusivas. No solamente en temas de nacionalidad o cultura, sino además en temas más complicados, como sexualidad.

El término ‘Latinx’ se originó entre personas bien educadas, provenientes de contextos universitarios, donde reina la  llamada educación superior. Generalmente, personas cuya primera lengua es el inglés.

Basado en las respuestas recibidas y en mi propio pensar, examinaré el conflictivo tema. ¡Que la diabla me proteja y la diosa se haga la sorda!

Para comenzar, creo que tanto el iglés como el español deben ser examinados, para promover más inclusividad y neutralidad de género. Si es necesario, los cambios pueden o deben ocurrir.

Daré algunos ejemplos de desigualdad de género en ambas lenguas.

Comienzo con un ejemplo del inglés: me pareció casi chocante la frase de Neil Armstrong, el primer humano en pisar la superficie lunar: “Un pequeño paso para un hombre, un paso gigante para (los demás) hombres”, (disculpen: ¡suena mejor en inglés!).

Desde el momento que lo escuché, pensé: “¿Y la mujer? ¿Ella no está incluída en ese paso gigante?”

Del español, elijo una palabra aún vigente que destila desigualdad de género. Una palabra que viejos y jóvenes, hombres y mujeres usan frecuentemente: la palabra ‘hombre’, que basta para describir, sin  problemas existenciales, un mundo conformado por hombres y mujeres.

Aunque ‘hombre americano’ sirve para describir la totalidad de la población de nuestro continente, mujeres y hombres, ‘la mujer americana’ solo se refiere a un grupo conformado por mujeres.

Una gran meta de la Revolución Cubana, ‘el Hombre Nuevo’, se refiere al nuevo ser, femenino o masculino, que se deseó crear con la revolución. Esa frase es aún usada por hombres y mujeres, en toda América.

¿Tal vez Neil Armstrong pudo haber dicho “Un pequeño paso para un hombre; un salto gigante para la Humanidad?” Al parecer, nunca lo pensó. En sus entrevistas (y leí varias, para escribir esta columna), al aprestarse a pisar la Luna, nunca pensó en el género femenino para elegir la frase.

Al mismo tiempo, ¿los líderes de la admirable Revolución Cubana pudieron decir ‘Un Nuevo Ser’ o ‘Una Nueva Persona’, en vez de ‘Hombre Nuevo’?

Existen varias posibilidades —en ambas lenguas— y podemos usarlas. Nuestros/as líderes, grandes y pequeños/as, también deben liderar en este aspecto.

Años atrás, cuando —después de una larga huelga— nació la Escuela de Estudios Étnicos, en la Universidad Estatal de San Francisco, surgió una gran discusión acerca del nombre que llevaría el departamento que incluiría a un grupo muy variado de personas. Eran chicanos, mexicoamericanos, latinos y latinas. Gente con raíces muy comunes… y también muy diversas. El nombre elegido fue ‘La Raza Studies’.

Sacado de La Raza Cósmica, un libro del mexicano José Vasconcelos, ‘Estudios de la Raza’ sirvió como un término aglutinador, donde latinas/os, chicanas/os pudieran participar cómodamente. ‘La Raza’ representaba “el futuro de la humanidad”, una mezcla de razas y culturas, manifestadas en esta parte del mundo. ‘La Raza’ duró más de 35 años.

¿Tal vez duró tanto porque se discutió tanto? Así lo creo.

No pienso que el término ‘latinx’ llegue a reemplazar a latina/o, pero está claro que la inserción del término en nuestras discusiones obedece a la necesidad de ensanchar nuestro horizonte lingüístico, social y político.

Al final, como casi siempre pasa en las conversaciones acerca del tema de la auto-identificación, la decisión final es personal y puede cambiar, por varias razones, como nuevas experiencias de vida y el paso del tiempo.

¿Tal vez podamos promover diálogos públicos, abiertos y respetuosos acerca de términos como ‘‘atinx’ y un número x de temas?

Los cambios, si son necesarios, ojalá se den después de debates abiertos y de amplia inclusividad. La discusión abierta y no impuesta debe reinar.